Marta Armengol permanece unos segundos en silencio antes de contestar a las preguntas que trufan la conversación. Habla despacio, desde el estómago y el alma, con una profundidad poco común en una persona de 31 años. De aspecto dulce y tranquilo, está tocada por ese algo especial que no se toca pero se siente, una mezcla entre la paz y la belleza. Transmite fuerza y una seguridad serena, humilde. Ella se define como una mujer inconformista.
“Todo surgió a raíz de una amistad en común”, resume sobre cómo conoció a Rosalía. Fue hace un par de años en el barcelonés Tablao del Carmen donde Carlota Guerrero, directora de arte y fotógrafa, las presentó. Entonces Rosalía Vila Tobella era una estudiante de Interpretación del Flamenco en la Escuela Superior de Música de Cataluña (modalidad de Cante Flamenco) que ya se iba de gira a Los Ángeles con Raül Refree.
Rosalía estaba inmersa en el planteamiento de El Mal Querer, su proyecto final de carrera, donde ya incluyó a Marta en el equipo de escenografía. Horas de trabajo y una admiración profesional mutua fueron el germen de su amistad. Paralelamente, Marta y el músico Pablo Díaz-Reixa, El Guinxo, también amigo, pensaron en Rosalía para un proyecto de vídeo y arte liderado por Carlota Guerrero.
Cuando El Mar Querer fue tomando forma, Rosalía le pidió ayuda a Marta con la dirección artística y en la escenografía de su primer concierto para el Sónar de Barcelona, donde iban a presentar el álbum.
El resto ya es historia. Marta empezó diseñando la escenografía y terminó diseñando el pie de micro de metacrilato de la artista, una mesa para El Guinxo y una silla. Había que ajustarlo todo a cada milímetro del escenario, a la coreografía y “al final desarrollamos todo un proyecto de cambio de color y videos del telón de fondo en el transcurso del show. Buscábamos una estética elegante y contemporánea, que los objetos si se veían tuvieran un significado pero que sus trasparencias permitieran verse y ocultarse en función del color de cada momento. Además de la estética debían ser objetos funcionales”.
“El pie de micro, por ejemplo, tiene diferentes brazos y posicionamientos en función de si cantaba de pie o sentada. Le añadimos un recipiente para que pudiera dejar el micro de forma rápida, tenía que ser algo estable para que no se moviera demasiado y a la vez desmontable para poder llevárselo a otros conciertos”.
Marta lleva más de un cuarto de hora disertando sobre el pie del micrófono que produjo. Cada idea y cada decisión forma parte de un discurso estrictamente meditado. “Pasó lo mismo con la mesa de Pablo, tiene las medidas justas para que todos los instrumentos que necesita cupiesen, y diferentes alturas según su necesidad. Tenía que ser un objeto cómodo, con un pie de micro integrado y algo de luz para que pudiera ver de cerca”.
En los ensayos generales, una semana antes del gran estreno matizaron el resto: “el pie de micro lo hicimos graduable para que se pudiera cambiar de altura en función de los tacones que Rosalía iba a calzar en cada parte del espectáculo. Además, los objetos estaban pensados para que los pudieran meter en suitcases y llevárselos de gira, por eso todos eran desmontables. Los usó en conciertos nacionales, después añadimos una mesa con aires flamencos, también de metacrilato transparente. Rosalía se ha convertido en una artistaza y el proyecto ha ido creciendo, desarrollándose y cambiando a lo largo de este año, por lo que las necesidades ahora, obviamente son otras”.
Marta Armengol está satisfecha y feliz de haber participado desde el principio en un proyecto que reventó el panorama musical. “El éxito de Rosalía es merecidísimo porque es fruto de un enorme esfuerzo y trabajo”.
Aunque nació en Barcelona, Marta Armengol creció en Mallorca. Cuando cumplió los 18 se trasladó a la capital catalana para convertirse en arquitecta, una disciplina que desde siempre le despertó una curiosidad más que especial. Pero fue París la ciudad que le abrió la parte más artística y creativa de la arquitectura. Rodeada de intelectuales y artistas, padres, hermanos y amigos, Marta confiesa que ha madurado gracias a ellos porque ha sabido empaparse de su conocimiento. “Es la gente a la que más quiero y respeto, Mau Morgó, Carlota Guerrero, María Sosa, María Gaminde, Paloma Lanna, Olga de La Iglesia, Robbie, Vince, mis amigas y compañeras con las que inicié un estudio de arquitectura en 2015, Cierto Estudio, o mis padres (dueños del restaurante La Mirona, en Palma) y mis hermanos, Gerard, Sergi y Júlia. Todos ellos me han ayudado a ser quien soy. Es tan importante la gente con la que te rodeas y creces. Con ellos he trabajado y convivido, compartido y realizado mis mejores proyectos”.
No importa si conoces o no a Marta Armengol porque el resultado es el mismo: es una persona que atrapa. Después de doce años en Barcelona y nueve en París, Marta necesitaba un cambio vital. Y no sin cierto miedo regresó a su Mallorca, una isla que “me ha ayudado a ver la vida con otros ojos, donde el tiempo pasa de otra manera y la introspección es otro elemento más en el crecimiento personal de cada uno. Una isla, te da eso, poder profundizar en tus proyectos personales y hacerlos”.
Este último año ha participado en exposiciones colectivas en la semana del Diseño de Eindhoven, Madrid y Barcelona. “Hay una nueva corriente que podríamos etiquetar como Functional Art, que fusiona arte y diseño. Somos varios los artistas y diseñadores de diferentes disciplinas que hacemos una relectura de lo que nos rodea e intentamos expresarnos a través del arte. Por nuestra profesión, el arte también es funcional, son piezas siempre interpretables a los ojos de quien las ve o las usa, por eso tienen tantas lecturas". Se ve en la expo de 6mas1 en Madrid, comisionada por Andrés Izquierdo, o en las exposiciones de Mujer Objeto o en las de Molto Molto Projects.
Es una artista intuitiva y experimental que se guía por el ensayo error. Su vuelta a Mallorca ha supuesto la creación de su mayor proyecto, una casa taller en el centro de Palma que está arreglando y amueblando. “Las escaleras de mi casa se han convertido en una pequeña galería donde cuelgo las obras de mis amigos y conocidos a los que admiro y respeto. Tenerlos tan cerca de esta manera es muy gratificante”. Además, trabaja como arquitecta en More Design.
Enamorada de los momentos de pausa, se nutre de poesía y ensayo. Agustín Fernandez Mallo, afincado en Mallorca, es uno de sus autores favoritos: “el primer libro suyo que me leí libro que me leí fue Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del Tractatus. Y ahí se me abrió todo un mundo:Peter Handke, Bolaño, Parreno, JM Caballero, María Zambrano, Anna Akhjmatova, Italo Calvino, Rilke, la editorial Caja Negra. O la editorial Puente y libros igual más vinculados a la arquitectura como el de Smiljan Radic".
Confiesa que se nutre de todo y que todo le influye, lo bueno y lo malo. Y lo reduce a algo que parece sencillo: “solo hay que ser selectivo”. Dice que es de risa fácil y de lágrima ligera. Que le encantan la música y la natutaleza. Que es ambiciosa y que le chiflan los retos. Y que no tiene miedo a equivocarse.
Casi nada. Y casi todo.
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