El miembro del jurado de Masterchef más castizo y propietario del restaurante “El Bohío” quería ser cantante de rock o futbolista, pero el destino le ha convertido en uno de los cocineros más reputados y populares del país. Hablamos con él en la presentación de la novena edición del programa culinario y nos sorprende con un atuendo deportivo, inusual en él. Le preguntamos si quiere imitar a Jordi Cruz (en su eterna rivalidad televisiva, que no personal) y nos contesta con uno de sus chascarrillos.
“Yo siempre he sido muy deportivo, he llevado zapatillas toda la vida y pantalones de cuadros horteras, pero en este programa “maldito” (se refiere a Masterchef en tono de guasa) me visten de mayor. A Jordi le visten de jovencito y a mí de mayor. Cosas de la tele, qué te voy a contar”.
Dicen que esta novena edición del programa ha sido la más difícil de grabar por la pandemia del coronavirus…
Masterchef siempre es un programa difícil de hacer porque estamos 70 personas en exteriores, viajando y en plató estamos otras 70. Y si a eso le añadimos todos los protocolos que tenemos que seguir por el tema del coronavirus….Lo que sí me doy cuenta es que vivimos una realidad paralela, grabando el programa ocho horas sin mascarilla, porque todos pasamos por un montón de pruebas y te sientes un ser libre, pero cuando vuelves a la realidad, sales y coges un taxi y te das cuenta de que todo el mundo anda de nuevo con mascarilla. Es una sensación rara, pero creo que los seres humanos tenemos tendencia a normalizar rápidamente tanto lo bueno como lo malo.
¿Es cierto que los concursantes de este año son más contestones que los de otras temporadas?
Eran más contestones y peleones los de la edición pasada. Este año son muy competitivos, sobre todo entre mujeres, que es la primera vez que pasa. Hay tres o cuatro chicas maravillosas, con garra, con fuerza y se pican entre ellas para ser la mejor. Vienen a dejarse la piel, les llevamos al límite y sudan tinta china a 40 grados al sol, así que no hay queja alguna por mi parte.
En esta edición practicarás esgrima, esquiarás….¿Has tenido que ponerte en forma, además de cocinar?
Yo tengo un punto “friqui” y soy de los que me tiro al agua rápidamente y me presto a todo (risas). Entre las concursantes hay una chica que practica esgrima y cuando me lo dijo yo le contesté que llevaba practicando esgrima toda la vida. Y se lo creyó y yo me puse a hacer el ridículo (risas). La verdad es que no me importa hacer el ridículo y por eso en esta edición he esquiado (cuando en la vida he esquiado), he jugado a la esgrima, he practicado judo y kárate, he dicho que sé inglés, chino, alemán…parece que hablo todos los idiomas y no hablo ninguno…. Forma parte del espectáculo, la televisión es espectáculo y la gente quiere divertirse. Si solamente cocinásemos, no nos vería nadie. Lo importante es encontrar el equilibrio, sin vulgarizar el programa.
¿Te has vuelto más exigente con los concursantes después de nueve años de emisión?
Intento ponerme exigente, pero lo justo, de una forma amable, con un poquito de cachondeo. Soy exigente conmigo mismo, pero también soy consciente de que hay cosas más importantes en la vida, incluso cuando me equivoco en mi restaurante (El Bohío, en Illescas, Toledo). Mi carácter es muy distinto al de Jordi y al de Samantha y ese cóctel que sale de lo que aporta cada uno es lo que hace único a “Masterchef”.
¿Entre los miembros del jurado también competís?
Los tres somos íntimos amigos, con un punto de competición entre nosotros. Yo no soporto que Jordi sea más guapo que yo (risas) y no le dejo, le piso. Y él también me pisa a mí. Nos picamos cuando hay una concursante que está por él. Yo pienso: “te vas a enterar….”. Y al contrario también. Eso mola, es muy sano y yo lo provoco porque soy muy “tocapelotas”, pero claro, sabemos que estamos haciendo un programa y también sabemos que por encima de eso está nuestra amistad.
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