Está a punto de cumplir 92 años y aún derrocha tanta energía y poder de convocatoria como el primer día, o incluso más si cabe. Mickey Mouse es el icono popular más rentable y lucrativo de la historia, un reclamo que no tiene barreras socioculturales pero que tampoco entiende de edad. Y es que el ratón de Disney tiene a sus mayores admiradores entre el público adulto, que demanda ávidamente su presencia en las prendas que consume. Un tirón que la industria de la moda, siempre atenta a nuestras ‘necesisades básicas’, ha sabido aprovechar.
¿El último ejemplo? La colección que lanzó Bershka el pasado 9 de octubre, dedicada íntegramente al roedor, con prendas para hombre y mujer, además de accesorios como zapatillas. No es la primera vez que la firma de Inditex lanza una línea así. Ya lo hizo a principios de año y la acogida fue tan buena (llegó a agotarse en pocas semanas) que de ahí la decisión de repetir. Un fenómeno que pone de relevancia el hecho de que la industria de la moda atraviesa una fase de infantilización cuyos mecanismos pasan por apelar a la nostalgia de los consumidores adultos. Y para conseguirlo no hay nada mejor que bucear en el imaginario cinematográfico.
Que se lo digan sino a diseñadores como Marc Jacobs, Riccardo Tisci, Jeremy Scott o Alessandro Michele, por citar solo algunos casos flagrantes del sector del lujo. El primero, por ejemplo, ya colocó a Mickey Mouse en el centro de su radar creativo hace algunos años cuando, con motivo del 90 aniversario del personaje, lanzó una colección de prendas a precios que casi superaban las tres cifras en la etiqueta. Era de esperar puesto que él mismo, sin ir mas lejos, luce en sus brazos un tatuaje de Bob Esponja, demostrando así que no hay que tener 7 años para que tu héroe sea el protagonista de la serie de Nickelodeon.
“Mickey se ha convertido en un pinup eternamente chic. Sin importar si es en su forma más pura y populista o en versiones más subversivas y surrealistas, nada proyecta una imagen más cool de la imaginería estadounidense que una camiseta con un grabado de Mickey –basta ver a Pat Cleveland, Kate Moss y Anya Ziourova para obtener las pruebas”, aseguraba la periodista de moda Kasia Hastings. “Mickey inyecta un siempre apreciado sentido de diversión sartorial”.
Pero no es el único personaje de dibujos animados que se ha convertido en un cotizado objeto de culto entre diseñadores de moda. Riccardo Tisci decidió consagrar su colección de otoño/invierno 2013 para Givenchy a Bambi, estampando al cervatillo en una serie de sudaderas de neopreno (con precios que rondaban los 1.000 euros) y que se entraron a formar parte irremediablemente de la iconografía entre las piezas atemporales de la firma. Tras su estela, este invierno Benetton ha presentado chaquetas de ante en las que también puede verse a Bambi sobre el pecho. Un guiño de Jean-Charles de Castelbajac (director creativo de la firma italiana) a ese niño que fuimos y que aún se pregunta ¿Quién mató a Bambi? mientras vacía su cartera para consolar su nostálgico trauma infantil.
“La clave fundamental de este éxito es el sentimiento de nostalgia que genera. Todos recordamos nuestra infancia y gracias a personajes como Mickey Mouse, Bambi o Minnie Mouse podemos traer de vuelta y revivir esos años”, afirman desde la agencia de marketing digital Cetrex. Un tren a toda velocidad al que han querido dejar de subirse una larga lista de firmas. Esta misma semana, la francesa Longchamp ponía su bolso más representativo y éxito de ventas, el modelo Le Pliage, a disposición de una suculenta y llamativa colaboración con Pokémon, la saga de videojuegos japonesa. Un lienzo en blanco rendido a la figura de una de las criaturas más representativas y populares: Pikachu. “No habíamos explorado el entretenimiento y el gaming antes. Es un mundo muy inspirador, especialmente con Pokémon y su icónica mascota, Pikachu. Nuestros dos mundos, el real y el virtual, combinan perfectamente en esta colaboración”, asegura la directora creativa de la maison, Sophie Delafontaine.
La trascendencia e importancia de estos personajes infantiles ha permitido además su democratización en lo que a términos de la industria se refiere. No solo las grandes marcas de lujo han adoptado a estos nostálgicos personajes como sus lucrativas mascotas (Balenciaga ha hecho lo propio con un bolso de mano en forma de Hello Kitty a 790 euros que, sin embargo, ya está agotado), también el low cost lo trae hasta nuestro armario, mientras Zara estampa camisetas con Dumbo.
En este nuevo panorama, el efecto del síndrome Peter Pan ha dado nuevas alas al mercado. Así, el escritor Chris Petit, colaborador de The Guardian, afirma que el consumismo es una forma de negación. «Psicológicamente hablando, es otra forma de deseo acelerado con un énfasis en la repetición», argumenta. En otras palabras: tiene como objetivo buscar el placer de forma sistemática. «La supervivencia económica de esta sociedad exige una regresión; una forma de cultura que promueve la inmadurez», añade.
De ahí que la regresión se presente cómo la vía más factible para dar beneficios y convertirse en la forma de supervivencia de la industria. La moda no será un juego de niños, pero cada vez está más claro que apelar al que cada uno llevamos dentro puede ser la gallina de los huevos de oro.
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