Si no querían un ejército, no deberían habernos dado uniformes. Parafraseando a June Osborne (u Offred, en El cuento de la criada), si Melania Trump no quisiera liderar su propia armada, no se habría puesto una chaqueta militar de 2.500 dólares para dirigirse al mundo desde la Convención Nacional del Partido Republicano, celebrada en la Casa Blanca, que ha proclamado a su marido candidato para las elecciones presidenciales del próximo noviembre en EE.UU.
La puesta en escena es la siguiente: caminando por el porche exterior de la residencia presidencial, ataviada de verde militar y sobre unos altísimos tacones, la primera dama andaba firme y decidida ante una hilera de patrióticas banderas y frente a un buen número de fotógrafos momentos antes de dar uno de los poquísimos discursos que ha concedido en los últimos cuatro años (más que su voz se le conoce habitualmente por fotografías de sus iniciativas, como la reciente remodelación de la rosaleda de la Casa Blanca, o su campaña Be Best con la educación infantil). Una vez en el atril, citó palabras como “batallar” (contra la pandemia de la Covid-19) y “enemigos invisibles” (la enfermedad) en un enérgico apoyo a su marido, el presidente Donald Trump. Hace cuatro años su discurso quedó ensombrecido al desvelarse que había plagiado frases del que había dado Michelle Obama ocho años antes. Esta vez, Melania quiso sacar toda su artillería.
La foto y el mensaje, ambos desbordantes de épica, han confrontado a dos ejércitos digitales en las redes sociales: el que intenta defender a su heroína de aquellos que presencian con estupefacción su fotogénico show.
La chaqueta en cuestión, inspirada en el clásico patrón militar de trabillas en los hombros y bolsillos de plastrón en el pecho, pertenece a la colección Resort 2020 de la firma británica Alexander McQueen. Ceñida con un ajustado cinturón ancho, y acompañada por una falda lápiz con un plisado posterior y unos stilettos de piel de cocodrilo de la parisina Christian Louboutin, todo en el mismo tono verde castrense, la imagen de Melania era poderosa, impactante y fotogénica. En redes sociales ya la han bautizado, muchos con sorna, otros con admiración, como “commander in chic”, en un juego de palabras entre “comandante en jefe” y “elegancia”. A estas horas, la chaqueta (que en el momento de la aparición de Melania estaba rebajada en la tienda online de la marca casi a mitad de precio, a 1.469 dólares) ha agotado existencias.
La primera lectura del atuendo de Melania (quien posiblemente es el referente más evidente de que las decisiones de moda sí son políticas) habla de fuerza y voluntad de liderazgo, pero lo cierto es que esta imagen admite mucha más profundidad. Analizando la imagen de la primera dama, no es casualidad ni que vista prendas muy caras (solo una millonaria llevaría una blusa de Balmain de 1.000 euros para plantar vegetales en su jardín, como ya apuntaba Twitter hace tres años) ni que lleve firmas europeas. Si bien su marido hizo del “America, First” el lema de la campaña que le valió la presidencia (y en numerosas ocasiones ha tomado decisiones proteccionistas con las empresas estadounidenses), en la imagen pública de Melania Trump América es, más bien, “second”. La firma de zapatos que más calza es Christian Louboutin (como los tacones de anoche tiene una extensísima colección de suelas rojas) y sus marcas de cabecera para ocasiones importantes han sido Givenchy, Dior, Chanel, Dolce&Gabbana o Gucci, además de McQueen, entre las que ha seleccionado llamativas prendas que se hicieron virales. Todas ellas pertenecen a empresas europeas.
Para ser justos, Melania también viste algunas marcas estadounidenses, como Ralph Lauren (la firma que diseña la ropa del sueño americano), como aquel conjunto azul celeste que escogió para la investidura de su marido como presidente en 2017. Sin embargo, las alusiones a Jackie Kennedy no se hicieron esperar y desde entonces apenas ha vestido del diseñador estadounidense para ocasiones mínimamente relevantes. También se le ha visto con prendas de Michael Kors o Carolina Herrera (de origen venezolano pero afincada en Nueva York), pero llama la atención la poca representación patriótica en un personaje que ha decidido hacer, deliberadamente, de la moda su sayo.
Ya está agotada
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