“Me gustan las señoras, puede ser un defecto o una cualidad, según se mire. Pero he trabajado toda mi vida”. Con estas palabras se quejaba en 1997 Fernando Falcó de que su fama de mujeriego había ocultado su actividad como empresario y presidente de la Real Automóvil Club. Fallecido hoy a los 81 años, al marqués de Cubas también terminarían eclipsándole su hermano mayor, el difunto marqués de Griñón, o su popularísima sobrina, Tamara Falcó, pero hay que reconocer que antes de que Isabel Preysler irrumpiera en esta familia de aristócratas era su nombre el que con más frecuencia solía deslizarse en las crónicas de sociedad.
En los años sesenta y setenta, el marqués de Cubas estaba considerado “el rey de la noche madrileña”, como le etiqueta el periodista Antonio Pérez Henares en el libro Nobles y plebeyos, y era uno de los puntos cardinales de la vida social española junto a Dominguín, Ava Gardner o el príncipe Alfonso de Hohenlohe. Fernando Falcó, le describía en 2007 un reportaje de El País sobre la jet set de los sesenta, era un “playboy” que “bajó desde las alturas de la aristocracia a pescar a las primeras artistas extranjeras que venían a rodar películas de Samuel Bronston”. Una referencia a la propia Ava Gardner, con quien Fernando Falcó se dejaba ver por Madrid y de quien años después el marqués de Griñón recordaría que le enseñó a bailar el twist.
Al excuñado de Isabel Preysler también se le atribuyeron romances con Odile Rodin, viuda del playboy dominicado Porfirio Rubirosa, con la actriz Claudia Rivelli, hermana de Ornella Mutti, con la bailaora “La Contrahecha”, o con Nadiuska, con quien en 1975 Falcó acudió a la cena de gala que el diseñador y peletero Miguel Marinero dio en el Casino de Madrid para presentar su primer desfile.
También con la emperatriz Soraya, quien tras ser rechazada por el sha de Persia por su incapacidad de tener hijos se había refugiado en España. Cómo no, los pasos en la capital de “la princesa de los ojos tristes” acabaron cruzándose con los de Fernando Falcó. “Salimos durante dos años. Era una señora bellísima, muy profunda y muy sensible. Para ella había sido terrible que el sha la repudiara. Yo le di un poco de vida y de alegría y lo hice encantado porque era alguien que merecía la pena”, la recordaba el marqués de Cubas en una entrevista concedida a El Mundo en 2015.
Tampoco era nada raro verle acompañado de Christina Onassis, aunque a quien perseguía por Madrid la hija pequeña del magnate griego Aristóteles Onassis era al marqués de Griñón, Carlos Falcó. “Cristina era muy amiga mía, aunque de quien estaba enamorada era de mi hermano. Pero Carlos no estaba por la labor y no quiso casarse con ella”, confesaba el marqués de Cubas en la misma entrevista.
No fue hasta los 43 años cuando Fernando Falcó decidió llevar hasta el altar una de sus relaciones. En 1982, se casó con Marta Chávarri, bisnieta del conde de Romanones, sobrina política del cantante Raphael y madre de su hijo Álvaro.
El matrimonio se rompió en 1989, cuando el empresario Alberto Cortina, por entonces casado con Alicia Koplowitz, empezó una relación con Chávarri. Un sonado romance que volvió a colocar al marqués de Cubas bajo el foco mediático y que tendría un curioso desenlace: el divorcio entre Koplowitz y Cortina en 1990 se llevó a su vez por delante el matrimonio de Alberto Alcocer, primo y socio de Cortina, con la hermana de Alicia, Esther Koplowitz, quien en 2003 se casaría, miren por dónde, con Fernando Falcó. El matrimonio duró hasta 2009, siendo Esther Koplowitz su última relación conocida del mujeriego.
Él siempre decía que esa fama suya de Don Juan no era para tanto, al menos si se le comparaba con su amigo, Juan Carlos I. Fernando Falcó fue uno de los nobles elegidos para estudiar con el entonces príncipe de España en Las Jarillas y de mayores salían a ligar juntos. “Cuando fuimos un poco mayores, sí que salíamos con chicas y hasta hicimos un viaje a la Costa Azul, pero él ligaba más que yo. Un rubio, alto y de ojos azules lo tiene más fácil”, declaraba el marqués de Cubas en 2015.
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