Todas las películas son contingentes, pero ‘Amanece, que no es poco’ es necesaria

Cuando Amanece, que no es poco se estrenó hace ya casi 30 años, nadie esperaba mucho de ella, al contrario de lo que sucedió en 2018 con el estreno de su heredera Tiempo después. El bosque animado, la anterior película de su director José Luis Cuerda, fue un éxito, pero no había dejado al público con la urgencia de un nuevo título suyo. Y menos de uno tan peculiar. Ni la estética ni el reparto de Amanece, que no es poco dejaban claro qué íbamos a ver. Los nombres populares como Fedra Lorente –La Bombi había sido todo un fenómeno en el Un, dos, tres –, Chus Lampreave, que tras haber sido testiga en Mujeres al borde de un ataque de nervios ya era patrimonio nacional y los nuevos rostros televisivos como Pastora Vega, Ferrán Rañé y Gabino Diego se mezclaban con lo más granado del cine patrio, desde Sazatornil a Aurora Bautista. Granado, sí, pero con un tufillo ligeramente rancio, que situaba la propuesta a medio camino entre Cifesa y el destape.

Un casting difícil de clasificar con una promoción ad hoc. No había carteles, en las marquesinas de los cines sólo había recortes de un periódico ficticio en los que se leían titulares como: “A una mujer le ha nacido un hombre en un bancal” o “Detenido por plagiar a Faulkner”. "Pero, ¿qué invento es este?”, habríamos exclamado si Saritísima nos hubiese dado ya las herramientas necesarias.

Era enero de 1989, los ochenta nos habían modernizado a velocidad de turmix y aquellas imágenes de paisanos con boina, sidecares y calabazas no invitaban al optimismo. Y las críticas tampoco: en El País, Ángel Fernández-Santos había dicho de ella: “El espectador ríe durante los primeros minutos del despliegue de anécdotas, pero poco a poco la fuente de la risa se va debilitando y a media película se agota y desaparece. El desequilibrio del guion es grande y candoroso”, mientras Fotogramas la había tachado de “desigual comedia coral”.Aquel día de enero no había muchas expectativas ni demasiado público en el cine, pero en cuanto el proyector empezó a trabajar, se hizo la magia.

“¡Aquí no hay ni Dios! O es que todos son aquí unos hijos de puta, ¿eh, Teodoro?”. Luis Ciges y Antonio Resines –Jimmy y Teodoro– acababan de descubrir Cicely un año antes de que el doctor Fleischman se bajase de la avioneta de Maggie.

Al salir del cine era difícil definir lo que se había visto, –pero fácil ser consciente de que era algo excepcional–,y más todavía encontrar a alguien con quien compartirlo, hasta que por azar un día escuchabas un “Señor alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario” y sin poder reprimirte te acercabas a la mesa a susurrar:“Que venía yo a hablarles de Dostoyevski”. Al fin y al cabo en los 80 los bares eran nuestro único timeline. Una vez abierta la espita tocaba aprovechar el hermanamiento para tirar de memoria y rellenar así lagunas consiguiendo hitos como recordar todas las rogativas: "Dadnos, santos del cielo, la capacidad de relativizar" o todas las preguntas del examen sobre las ingles (y el clavel).

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Así de penosa era la vida antes de Internet, se llora tanto por las cintas rebobinadas con un Bic que las lágrimas no nos dejan ver los diálogos cinematográficos recuperados a través de la tradición oral.

Tenía cierto sentido que los adoradores de AQNEP pareciésemos un club secreto: en su paso por taquilla fue vista por poco más de 300.000 personas. Apenas un 0,0075 de la población sabía que Ngé Ndomo había heredado de su padre el nombre, la raza y el acento y de su madre los dos apellidos, el lugar de nacimiento y el buen fondo. O que a Garcinuño da igual que se le riegue o que se le abone porque le da por no brotar y no brota. O que los exiliados “de la política” unos días van en bici y otros huelen a lomo de ángel.

Aquel vacío existencial tardó en subsanarse porque la edición en VHS se hizo de rogar tanto como la de DVD, –una edición que cuando salió no nos gustó a nadie, que lo tengo yo hablado con todo el pueblo– porque no incluía ningún tipo de extras. Pero al menos sirvió para que por fin pudiésemos compartir con el mundo el objeto de nuestra devoción. Amanece, que no es poco ya era comunal, porque turgente lo había sido siempre.

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La obra maestra de Cuerda no había nacido espontáneamente de un bancal, había estado precedida por un mediometraje, Totalcuyo argumento, un mundo al borde del apocalípsis en el que los hijos son mayores que los padres, los muertos resucitan y la mujer del alcalde se aparece atravesando paredes, entronca tanto con AQNEP como con su sucesora Así en el cielo como en la tierra. Las tres comparten coordenadas geográficas, personajes y un humor que fue definido por el poeta italiano Gianni Goti como "obra maestra del subruralismo". Cómo define el jodío.

En 2018 poco más se puede añadir sobre AQNEP,lo más cercano a un The Rocky Horror Picture Show patrio. Internet y las redes sociales crearon un (merecidísimo) culto en torno a ella que desembocó en rutas turísticas, homenajes, charlas, merchandising, e incluso unas Quedadas Amanecistas que desde hace ocho años se celebran en Aýna, Liétor y Molinicos, los pueblos de la Sierra del Segura en los que se rodó y de los que su idiosincrasia es indisoluble. Aquellos son los paisajes en los que se crió Cuerda y jamás se planteó trasladar la historia a otro lugar.

Hoy sabemos también, porque lo ha contado el propio director, que antes de ser una largometraje estuvo a punto de ser una serie de televisión titulada Ab urbe conditia y conocemos detalles que deleitan a los fans como que los sudamericanos iban a levitar, pero como salía muy caro se olvidaron del tema, que el señor que grita “¡Viva el señor Alcade!” era el candidato del PP que había perdido las últimas elecciones, que el "niño deprimío" sigue viviendo en el pueblo y se involucra en los eventos dedicados a la película o que el ganadero que le canta un fandango a los ahorcados era el gobernador civil de Albacete, porque el rodaje de Amanece se vivió como un gran acontecimiento local y en él participaron tanto los vecinos como todos los grupos de teatro de la zona: fueron los rusos, los americanos, los belgas y los exiliados. Y hasta sabemos que la primera secuencia rodada fue la del hombre que quiere hablar como un intelectual, para decir palabras como glande, víscera o paradigmático y cantar madrigales de Giovanni Gastoldi, y la última la de las madres exageradas.

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Lo que no sabemos es cómo serían recibidos sus gags si se estrenase hoy, en un tiempo en el que la corrección política gana metros cada día. ¿Alguien consideraría que lo que hace Susan, hablar con acento andaluz a pesar de ser de Santander, es apropiación cultural? ¿Podría contar Jimmy que mató a su mujer "porque era muy mala"? ¿Se entendería que la Guardia Civil fuese dando guantazos aunque fuese en plan poético o que el sacristán se metiese entre las sábanas de su sobrina adolescente? ¿Y qué hay de las elecciones a puta, marimacho, homosexual o tonto del pueblo?

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Lo que seguro que sí se valoraría positivamente es su apuesta por el ahorro electoral, "cárteles, no quiero ver ni uno, que ya nos conocemos todos la jeta", su defensa del libre albedrío, "que nos viene aquí pintiparado", la integración de las minorías, ese Ngé que es "minoría étnica y negro como un tizón", las asambleas de mujeres, –Amanece, que no es poco, es una película curiosamente feminista– y la apuesta de ese profesor, "rural, rural nada más", por enseñar a los niños de forma divertida (aunque al final del día terminen destrozados).

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Pero Amanece, que no es pocofue (y es) incomprendida por muchos, los actores protagonistas no entendían nada mientras la rodaban y a muchos todavía les sorprende su trascendencia, y entre los vecinos que participaron como extras algunos se enfurruñaron y otros lamentan que Cuerda no hubiese rodado en western. Como todas las obras de culto también tiene detractores que son incapaces de penetrar en ese universo mágico; en 1989, de aquel cine semivacio salió mucha gente cagándose en el misterio, y es que como su director afirma en el prólogo a la edición del guion que en 2013 editó Pepitas de Calabaza (te llevo en el corazón): “Unos piensan que estas películas (Total y Amanece, que no es poco) son fruto de una inteligencia que vale la pena y otros que son el desecho de una mente estupidizada"·. Nosotros tenemos claro que formamos parte del primer grupo, porque en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por José Luis Cuerda.

Artículo publicado originalmente el 29 de diciembre de 2018 y actualizado.

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