Adriana Torres Silva, pintora, marquesa de Casa Medaro y pareja de Mario Conde: La popularidad viene en el pack. Es una cosa que se acepta, y ya está. Estamos muy bien

Hace 25 años Adriana Torres Silva, marquesa de Casa Medaro, (Sevilla, 1969) ingresó en un convento de clausura. "Lo hice por mi tesis doctoral, que trataba sobre el silencio, pero estando allí decidí dedicarme a trabajar, pintar y esculpir sobre un tema que, todavía hoy, me sigue interesando una barbaridad", dice la artista desde su finca en la localidad sevillana de Utrera. Allí vive e instaló definitivamente su estudio la pasada Navidad, en una nave desde la que solo se escucha un sonido: "El de los pájaros", me dice la pintora, que acaba de inaugurar su primera exposición en solitario en la Galería JM de Málaga.

En la muestra, que se titula INSIDE-OUT, el silencio juega un rol principal junto a aspectos como "la reflexión sobre el ser humano, sus preocupaciones y sufrimientos; el papel de la mujer en nuestra sociedad; nuestro yo interior, la soledad y la epidermis social", tal y como informan desde la Galería, en la que describen el estilo pictórico de Torres Silva como "Arte Confesional", etiqueta que comparte con uno de sus grandes referentes: Louise Bourgeois. "De hecho, acabo de participar en la colectiva A la manera de en la galería Rafael Ortiz de Sevilla, en la que, como el título indica, cada artista aportaba una obra ‘a la manera de’ otro colega. Yo elegí a Bourgeois porque, en cierta manera, me identifico con su forma de trabajar", reflexiona esta licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla con posgrado en la Central Saint Martins de Londres. Una experiencia que cambió su vida de forma radical. "Después de cinco años estudiando en Sevilla, donde todo es más clásico, llegar allí y ver esa apertura de mente y de creatividad afianzó absolutamente mi intención de crear y exponer. Dejé de dar clases y me dediqué exclusivamente a pintar en mi estudio".

Adriana Torres Silva pintando en su estudio de Utrera (Sevilla).

Así, en los últimos tiempos esta apasionada de Bill Viola …"es mi ídolo, pondría una de sus vídeoinstalaciones en la entrada de mi casa", dice–, de Anish Kapoor o del retratista belga Michaël Borremans ha expuesto en Estados Unidos, Austria, Holanda, Paraguay, Portugal, Reino Unido y Taiwán, donde su obra es muy apreciada por su capacidad para reflejar los problemas del mundo actual y su reivindicación del papel de la mujer en la sociedad. "Sigo mi propia corriente feminista, la de hace siglos, la que ha luchado la mujer por tener igualdad de derechos, de oportunidades, porque no se la juzgue más que al hombre ni se la exija más ni se la trate de otra forma", enumera. "No estoy de acuerdo con ninguna política", responde cuando le doy a elegir entre el feminismo de Irene Montero y el de Carmen Calvo. "Y creo que los hombres y las mujeres somos muy diferentes. No somos iguales, lo que sí debemos es tener los mismos derechos y las mismas oportunidades. En el mundo del arte no me he sentido especialmente discriminada, en mi día a día, sí. Nos queda mucho por luchar", subraya esta madre de tres hijas de su matrimonio con el empresario Felipe del Cuvillo, de quien se separó en 2016. Las niñas viven con ella en Utrera. "Han crecido rodeadas de pinceles, de conversaciones sobre arte, Todavía son pequeñas, pero las tres son artistas. Lo veo", revela.

Otra instantánea de la marquesa de Casa Medaro en su estudio.

Son precisamente sus hijas, y la influencia que ejercen hoy las redes sociales en los jóvenes, quienes han influido de forma más evidente en las obras más impactantes de INSIDE-OUT, las que dedica a "la identidad, al papel de la mujer en las redes y a la posverdad. En Instagram se cuentan verdades a medias, se exhiben imágenes retocadas, poses antinaturales, bocas operadas y, por encima de todo, una vanidad increíble. Un selfie podría ser un Vanitatis contemporáneo, un ‘mira qué maravilloso soy y cómo me gusto", desgrana sobre otra de sus influencias más notorias, la del pintor barroco Juan de Valdés-Leal cuyas Vanitatis están precisamente en Sevilla, "en la Caridad", me recuerda. Una serie para la que ha utilizado "unos espejos muy barrocos, muy antiguos, que al estar rotos hablan también de la decadencia, de la historia que ha pasado por ellos", continúa Torres Silva, que insiste en desarrollar una de las constantes de su obra: la mujer. "Mi mundo ha sido muy de mujeres, y me preocupa nuestro papel en la sociedad. En mi última exposición por ejemplo había una obra, un torso femenino cogido a la pared con unos dardos, que habla de cómo la sociedad exige a la mujer cómo tiene que ser y cómo debe actuar para ser aceptada".

Hija de Esteban Torres González-Camino y de Luisa Fernanda Silva Mendaro, los fallecidos marqueses de Casa Ulloa y Casa Mendaro, título que ella heredó en 2014, Adriana Torres Silva era solo conocida en los círculos artísticos y entre la alta sociedad sevillana hasta que, el pasado mes de octubre, Vanity Fair reveló en exclusiva su relación con el exbanquero Mario Conde. “La popularidad va con el pack, es una cosa que se acepta y ya está. Estamos muy bien. Y claro que va a venir a la inauguración de INSIDE-OUT", dice. La expectación que ha generado la muestra, generada en buena parte por su noviazgo, no la pone en absoluto nerviosa. "Una vez que la obra está hecha, si estás satisfecha con el resultado, no tienes más que mostrarla y compartirla. A mí lo que me pone nerviosa es el momento de creatividad, cuando salen las cosas, ver cómo salen”.

–¿Hay alguna obra que no esté a la venta?
–Sí, la más grande de todas: un espejo en el que hay un selfie mío, un autorretrato. Ese cuadro no lo vendo porque soy yo, y es en el que me he basado para hacer todos los demás. Es un selfie muy curioso, porque es el único en el que, en lugar de un móvil, sostengo un pincel.

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