Las tiaras más bonitas de Lady Di

Diana Spencer lució a lo largo de su vida una gran cantidad de joyas, desde collares de zafiros o chokers de terciopelo hasta prendedores de diamantes. Sin embargo, la tiara es, probablemente, el tipo de joya con el que más se la recuerda.

La más famosa de todas las que llevó es la tiara Spencer. Era la que lució el día de su boda con el príncipe Carlos, en 1981. El protocolo dicta que no puede llevarse tiara hasta el propio día del enlace. Para la ocasión, Diana eligió una tiara cargada de significado y que resultó toda una declaración de intenciones: no procedía de la colección de joyas de la reina, sino de la de su propia familia. Es el tipo de mensaje que a Diana le gustaba transmitir mediante esos detalles.

La tiara Spencer pertenece a su familia desde 1919, cuando Lady Sarah Spencer (prima soltera del vizconde de Althorp) se la obsequió como regalo de bodas a Lady Cynthia Hamilton, la abuela de Diana. Fue elaborada por Garrard en 1919 a partir de las joyas que ya poseía Lady Sarah y que fue adquiriendo a lo largo de varias décadas a finales del siglo XIX.

Antes que por Diana el día de su boda, la tiara Spencer fue lucida por sus hermanas mayores, Sarah Spencer (ahora Sarah McCorquadale) y Lady Jane Spencer (ahora Jane Fellowes), en sus respectivos enlaces. Años después, en 1989, la llevó Victoria Lockwood cuando se casó con Charles Spencer, hermano de la princesa. Es él quien custodia la joya en la colección familiar desde la muerte de su hermana en 1997. La última vez que se ha visto la tiara Spencer fue en 2018, cuando Celia McCorquodale (sobrina de Diana) se casó con George Woodhouse. Es, por tanto, una reliquia familiar muy querida y con una historia ligada a las bodas de la dinastía.

Pero Diana no sólo llevó la tiara Spencer el día de su boda. Fue una de sus opciones favoritas para las ocasiones de gala, como durante una cena en Australia en 1985 o un banquete en Baréin en 1986.

La tiara Spencer es la más especial, pero Diana llevó otras que merecen ser recordadas y que ayudaron no sólo a consolidar su perfil como princesa de Gales, sino a grabarse a fuego en la retina colectiva, en una imagen que ha sobrevivido al paso del tiempo y que llega prácticamente intacta hasta nuestros días.




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