A la reina madre le gustaba el trago largo. Isabel Bowes-Lyon, según confesó Margart Rhodes (sobrina de su dama de compañía) a Adrian Tinniswood en su libro Behind the Trone: A Domestic History of the Royal Household (2018), bebía ginebra y también Dubonnet –una espirituosa similar al vermú– antes de la comida, vino durante el almuerzo, un Martini antes de cenar y una copa de champán después. Laborables y festivos. Vivió 101 años (Hitchin, 4 de agosto de 1900 – Windsor, 30 de marzo de 2002). Conviene matizar, según revela Craig Brown en Ma’am Darling: 99 Glimpses of Princess Margaret (2018), que madre e hija se bajaban una botella a medias en cada puchero “servido de manera informal sobre la vajilla de plata” a las 13:00 en Clarence House. No sólo una copita.
Colin Burguess, secretario privado de la consorte de Jorge VI, aseguró en sus memorias, Behind Palace Doors: My Years with the Queen Mother (2017), que una de sus funciones era confirmarque siempre hubiese una botella de Dubonnet en los actos oficiales porque, según las palabras de su mano derecha, la reina madre “era una bebedora devota”. Burguess añadió a la rutina etílica antes diseminada un oporto posterior a la ginebra y al Dubonnet previos al ágape, un segundo Martini para abrir boca a la hora de la cena y una copita de champán gabacho Veuve Clicquot, de tanto en cuanto, durante la comida. Un día, es un día y hoy es San Queremos.
Cree la memoria colectiva que la apodada por Hitler como La mujer más peligrosa de Europa, desarrolló esta pasión por el agua con misterio en la madurez, o al menos después de la muerte de su amantísimo Bertie en 1952, pero lo cierto es que en 1925 –embarazada de su graciosa majestad y por lo tanto privada de priva– le confesó a su marido “la sola visión del vino me sube el ánimo. Sería una tragedia si no pudiera beber nunca más". El que no se consuela es porque no quiere.
Fue entonces, mientras era duquesa de York (1923-1936), que la abuela del príncipe Carlos cofundó una sociedad secreta con sus colegas aristócratas a la que bautizaron Windsor Wets (‘Windsor empapados’). Un club en el que atizarse unos copazos con los cofrades de su clase y desquitarse del soporífero ambiente de la corte de sus suegros Jorge V y María de Teck. A ésta escribió en 1927 una misiva en la que le contaba que en mayo, cuando ella y el duque regresaban de un viaje oficial a Australia, se produjo un incendio en la sala de máquinas del crucero HMS Renown que podría haberlo hundido y “el barco más cercano estaba a mil millas de distancia. La cubierta se calentó bastante y no se me ocurrió nada para llevar en el bote, excepto una botella de agua Malvern y mi libro de oraciones. No podía dejarlos atrás». Sorprendente elección. Tal vez ya habían vaciado el minibar durante la travesía… o simplemente hay ciertas verdades que una prefiere maquillar cuando junta cuatro letras para que las lea su mamá política.
O tal vez la pasión de esta mujer soldada por dentro (como la describió el fotógrafo Cecil Beaton) tenía más que ver con los líquidos que con el alcohol. El escritor William Shawcross asegura en la primera biografía oficial de la Bowes-Lyon, Queen Elizabeth, the Queen Mother (2009), que “en realidad nunca se emborrachó pero disfrutó del vino”. Aunque también cuenta que escribió a su hija pequeña para quejarse, durante un viaje a Jamaica en 1965, de que a ella sólo le servían zumos de fruta. Tuvo que rogar que le aliñasen aquello con “una pizca de ginebra”. ¿Quiénes somos para juzgarla?
En 1931 fue nombrada patrona de los Windsor Wets, asociación que, por cierto, tenía como mantra Aqua vitae non aqua pura (mejor que el agua pura el aguardiente), y así se lo agradecía, con cariño, a Richard Molyneux –cuarto hijo del conde de Seton, escudero adicional de la reina María y amigo íntimo del matrimonio York– en la siguiente carta:
19 de junio de 1931. Castillo de Windsor.
Para los Windsor Wests
¡Compañeros achispados!
He recibido con satisfacción la invitación para convertirme en patrona de vuestro exclusivo club. Con orgullo y placer, acepto este cargo de responsabilidad, y si surge la ocasión, puede estar seguro de que su patrona aguantará con usted hasta la última copa. Y así, de media pinta a Jeroboam, sigamos adelante juntos, recordando siempre nuestra consigna Aqua Vitae NON aqua pura.
Un cordial saludo y algún hipo.
Vuestra sedienta, Elizabeth
No debían pasarlo mal. Sobre el club dijo después, palabras que recoge también Shawcross en Counting One’s Blessings: The Selected Letters of Queen Elizabeth the Queen Mother (2012), que como “era una sociedad secreta teníamos que tener una clave, la nuestra era levantar la copa a otros miembros sin ser vistos por los que no la conocían. Fue una tontería, un movimiento clandestino de lo más agradable; nos reímos mucho. Las únicas damas que pertenecimos al club fuimos yo (fundadora), Magdalen Eldon, que no sólo era hermosa sino ingeniosa y amada por todos, y Mary Beaufort”.
Cabe señalar que el duque de York no es el heredero al trono, lo es el príncipe de Gales, y por lo tanto sus funciones en las cortes de la primera mitad del siglo XX eran las de acompañar. No sorprende que la dicharachera Isabel quisiese entretenerse. El papel del segundón lo definió muy acertadamente la duquesa Consuelo de Marlborough con la frase “uno es el heredero y el otro el repuesto”. Hablaba de sus hijos pero era extensible a los del matrimonio real.
La reina Isabel II ha heredado de su madre este gusto por los licores. En agosto de 2017 el que fue 11 años cocinero del palacio de Buckingham, Darren McGradi, reveló a Vanity Fair que la decana europea se bebía una copa de ginebra Dubonnet con mucho hielo y una rodaja antes de comer, un Dry Martini durante el almuerzo y como postre una copa de vino que acompaña con una onza de chocolate. Honra merece quien a los suyos se parece.
Fuente: Leer Artículo Completo