Una de las reglas de oro de la reina Isabel II es no pronunciarse sobre los temas de salud que la afectan a sí misma o al resto de miembros de la familia real británica. Tampoco es habitual oírla hablar en público. Sin embargo, corren tiempos excepcionales y la monarca ha querido compartir su experiencia con la vacuna contra la Covid-19.
Tal y como informó en su día el palacio de Buckingham, tanto la reina como su marido, Felipe de Edimburgo, recibieron sus correspondientes dosis el pasado enero en el castillo de Windsor. “Fue muy rápido, y he recibido muchas cartas de gente muy sorprendida por lo fácil que les resultó vacunarse. En cuanto al pinchazo, no dolió nada”, aseguró ayer Isabel II durante una videollamada con las autoridades sanitarias encargadas de gestionar la campaña de vacunación en las cuatro naciones de Reino Unido. “Una vez que te han vacunado, sientes que estás protegido, lo cual es muy importante”, añadió.
Y aprovechó para pedir responsabilidad a quienes desconfían de las distintas vacunas disponibles y rechazan recibir las correspondientes dosis. “A las personas que nunca se ha puesto una vacuna, puede resultarles difícil, pero deberían pensar en los demás en lugar de en sí mismos”, apuntó.
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El mensaje de la reina Isabel II se enmarca dentro de una reciente iniciativa de la familia real británica dirigida a apoyar la campaña de vacunación en marcha y el desarrollo de nuevas vacunas en Reino Unido. La semana pasada, el príncipe Carlos y Camilla de Cornualles, vacunados también ya, se reunieron en Birmingham con un grupo de voluntarios en ensayos clínicos de las vacunas, mientras que este lunes el príncipe Guillermo visitó uno de los puntos de vacunación en Norfolk, donde actualmente vive junto a su familia.
No es la primera vez que la monarca, de 94 años, rompe su habitual silencio sobre los asuntos médicos de su familia para apoyar una campaña de vacunación. En enero de 1957, hizo algo parecido durante la epidemia de polio que asolaba a su país. En Estados Unidos, algunos niños habían contraído la enfermedad o habían muerto después de recibir un lote defectuoso de la vacuna que se acababa de empezar a utilizar en los hospitales británicos (el denominado "incidente Cutter" de 1955), por lo que muchos padres se mostraban reticentes a vacunar a sus hijos. Fue entonces cuando la reina Isabel II decidió vacunar a sus hijos, el príncipe Carlos y la princesa Ana, y que se informara a los ciudadanos al respecto para animarlos a hacer lo mismo.
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