Durante al menos dos años, la princesa Haya de Jordania mantuvo un intenso romance con el guardaespaldas y exsoldado Russell Flowers. Una relación que contaba con al menos dos problemas. Haya estaba casada con el emir de Dubái Mohamed al Maktum. Flowers también. Y ambos, como señaló el juez Andrew McFarlane al determinar los hechos, se habían "embarcado en una relación adúltera". McFarlane no identificaba al "guardaespaldas masculino", pero hace ya más de un un año que sabemos que se trataba de Flowers. Lo que no sabíamos es que, cada vez que contestaba a la prensa inglesa "no tengo nada que decir" estaba también obdeciendo al pago de una generosa suma: 1,35 millones de euros, que Haya le habría pagado para comprar su silencio. La misma cantidad que, según afirma el Daily Mail, habrían recibido cada uno de los tres guardasespaldas que vigilaban a la princesa, y que estaban al tanto del romance entre su compañero y su protegida. En total casi cinco millones y medio de euros para garantizar que nadie se enterase del amorío. La milésima parte de la fortuna de su marido, más o menos.
Y durante un par de años, así fue: un amor a espaldas de las parejas de ambos. Pese a que había elementos para la sospecha, como que Flowers era el solicitado en todos los desplazamientos internacionales de la princesa, o que otros guardaespaldas fueron despedidos cuando se negaron a romper la norma que establecía que a Haya había que vigilarla entre dos, y ella insistía que con Flowers bastaba. Fue finalmente la esposa del antiguo tigre –Flowers sirvió durante cinco años en el regimiento más veterano de infantería del Reino Unido, el del Príncipe de Gales, Los Tigres que enseñaron a la mitad de los territorios conquistados por el Imperio Británico, incluyendo Gibraltar, el poder de la infantería de línea– la que descubrió el affaire. El móvil de su marido estaba lleno de selfis provocativos de la princesa.
El descubrimiento aceleró la huida de la princesa, el divorcio de Flowers, la persecución del emir (con amenazas de muerte e intentos de secuestro con helicóptero incluidos)… Y el caso en el que la abogada de Haya, la baronesa Shackleton de Belgravia, consiguió que el juez McFarlane, máxima autoridad en los juzgados de Familia del Reino Unido, fallase a favor de la princesa: ni ella ni sus hijos tendrían que volver a los Emiratos, donde su destino más probable era la prisión de Al-Awir, a las afueras de Dubái.
Mientras, Haya se aseguró de que su amante estuviese a salvo de la prensa –se cree que se refugió en una finca que la princesa le compró cerca de su lugar de residencia, en Suffolk– y, con la fortuna que se llevó de Dubái y la residencia famliar de 95 millones de euros en Kensington, ha seguido con su vida. Además de en su Instagram, donde hace menos de dos semanas recordaba a su padre, el rey Huséin de Jordania, la princesa se desenvuelve como activista y diplomática.
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Dirige la ONG Tkiyet Um Ali (Comida para la Vida), que alimenta a cerca de 30.000 familias desfavorecidas en Jordania (que fundó en 2003 y por la que la ONU la distinguió en 2015, un año antes de que conociese a Flowers), y sigue ostentando el título de Mensajera por la Paz de las Naciones Unidas. También cuenta todavía con el rango de Secretaria de la Embajada de Jordania en Londres, que mantiene desde al menos 2013, y con el que figura en el listado de este mes del personal diplomático autorizado por el Gobierno británico.
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