Donald Trump ha anunciado a través de su propia cuenta de Twitter que tanto él como su esposa Melania se han contagiado de coronavirus. La COVID ha matado en Estados Unidos a más de 200,000 personas (más de 1 millón en todo el mundo) y ha sumido al país en una crisis económica y social sin precedentes. Según informa el New York Times, la persona que ha ‘colado’ el virus en el círculo cercano de los Trump ha sido Hope Hicks, una de sus asesoras más cercanas.
Dos días antes de anunciar su positivo, Trump aseguraba en una cena con otros políticos que «el fin de la pandemia está a la vista». Ahora, a un mes de las elecciones, su contagio pone en jaque la carrera electoral.
A sus 74 años, el presidente forma parte del grupo más vulnerable a la enfermedad. La información sobre cómo está pasando la enfermedad es prácticamente nula, más allá de que se encuentra «bien» y «confinado en la Casa Blanca». Desde allí, seguirá con sus obligaciones, pero no con los actos de campaña. Aunque continúe encontrándose bien, tendrá que permanecer aislado durante un tiempo indeterminado. Si empeora su estado, su capacidad de continuar al frente del gobierno quedaría fuertemente cuestionada.
Donald Trump y las implicaciones de su positivo en COVID
Trump lleva despreciando la gravedad de la COVID y a la comunidad científica desde el comienzo de la pandemia. Apenas se le ha visto con mascarilla en público, incluso se ha reído de Joe Biden, su contrincante en las presidenciales de noviembre, por llevarla. En las últimas semanas no ha dudado en organizar mítines con cientos de personas en lugares cerrados; ni él ni nadie del público llevando mascarilla, por supuesto.
Después de un primer debate en el que se negó a condenar categorícamente a los supremacistas blancos, su enfermedad estropea los esfuerzos de Donald Trump por cambiar el tema de conversación en su campaña. Las encuestas muestran que gran parte de los estadounidenses consideran su gestión de la pandemia deficiente.
Algún analista político se ha atrevido a insinuar, incluso, que si a Trump no le eran favorables los debates electorales, contraer la COVID sería de lo más conveniente: impediría más encuentros y, además, cuando se recuperara de la supuesta enfermedad demostraría que él tenía razón y que el virus, que está matando a 1.000 estadounidenses al día, no es en realidad tan grave.
No obstante, y además del caos institucional que puede generar su enfermedad, tener un presidente convaleciente no ayuda a propiciar esa sensación de normalidad que los empresarios y gobernadores intentan proyectar mientras reabren negocios, parques, escuelas… Los próximos diez días serán claves para el futuro de Estados Unidos.
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