Tres son multitud; ‘Mi corazón insiste’

QUÉ HA PASADO

• Andrés ingresa en prisión.

• Lola da a luz a una niña, a quien llama Isabel.

• Adela es obligada a prostituirse.

La inocencia de Andrés en la muerte de Marcelo queda probada y es inmediatamente puesto en libertad. Sin embargo, su felicidad es efímera ya que su padre ha sufrido un atentado y está grave. Las noticias se hacen eco del suceso y Tiberio obliga a Sofía a prestar atención. “Tu adorado policía salió volando a la luna sin nave… Si sucumbieras a mis deseos esto no hubiera pasado”, se burla.

El plan de venganza de Tibero es un fracaso

Daniel accede voluntariamente a entrar en una clínica de desintoxicación. “La bebida está matándome. He tocado fondo”, admite ante su hermano. Casi al mismo tiempo, Adela escapa del prostíbulo y deambula sin rumbo por las calles hasta que puede llamar a Lola.“Gracias a Dios que estás viva. Temí perderte para siempre. Te quiero”, la abraza en cuanto la localiza. Tiberio está cada vez más nervioso, ya que su venganza va por mal camino: sus hombres han fracasado, Correa no ha podido matar a Rodrigo, ni Félix a Adeilita. “¡Sois unos inútiles!”, se enfada. En ese momento, Débora le propone un plan: “Ven a mi casa. Estoy pensando que funcionaríamos mejor en equipo. Tenemos las mismas enemigas: Lola Volcán y su madre”. El hombre acepta y aprovecha para besarla. El encuentro no va a más pues Andrés llega pronto. “¡Métete en el armario!”, pide la chica. “¿Yo? No soy de esos”, responde.

Hundido por el rechazo de Sofía, Camilo pasa la noche bebiendo. “Es una mala idea enamorarse de una psiquiatra. ¿Crees que puede existir alguien más complicado?”, plantea a una camarera, que le sigue el juego y terminan en su apartamento. A la mañana siguiente, alguien llama al timbre. “¡Sofía! ¿Qué haces aquí?”, pregunta el chico desconcertado. “Me he dado cuenta de mi error. Sé que a tu lado podría recuperar la esperanza en que existe el amor”, se sincera la médico. Como era de esperar, la otra ‘invitada’ aparece en al salón en ropa interior. “¿Quién es esta? Veo que has tardado poco en sustituirme”, asegura ella antes de marcharse sin escuchar explicaciones. “Ahora sí que la he perdido para siempre”, se lamenta él.

Pasados los primeros momentos de rabia, Lola deja a Andrés entrar a su casa para estar con Isabel y se emociona al verlo acunarla con delicadeza. Aun así, Débora se encarga de sembrar las dudas en su marido: “Deja de hacer el ridículo. Ni siquiera tienes la certeza de que esa niña sea tuya”. Mientras, Rodrigo continúa en el hospital y, por desgracia, su recuperación no va bien. “Debería empezar a distinguir colores, pero sus córneas están demasiado dañadas”, informa el doctor a su familia delante de enfermo. Cuando este se queda a solas con su hijo, le entrega su pistola: “Ojalá no tengas que utilizarla, pero hazlo si sientes peligro”.


Entre tanto, Adela habla seriamente con Lola: “Tu madre está viva. Tienes que creedme y debemos descubrir su paradero pronto. Está en peligro”. Esa tarde, Correa consigue adentrarse en la oficina de Mario, el jefe de policía local, y sacar una foto al cartel de la Interpol en el que se busca a Tiberio. “Me tendieron una trampa. ¿No serás tú?”, desconfía de su segundo y, por si acaso, lo asesina. De nuevo intenta que Soledad se acueste con él, pero se queda dormido y la mujer coge un sable de la pared. “Ha llegado tu hora”, dice poniéndoselo al cuello pero es incapaz de clavárselo.

La pequeña Isabel sufre de gastroenteritis y tiene que ser ingresada en el hospital. Su madre no se separa de ella, pero sale un instante a comer y, al regresar a la habitación, la enfermera le comenta que una chica rubia ha estado delante del capacho mirando a la niña y murmurando algo. “Que no vuelva a acercarse”, ruega Lola, convencida de que se trata de Débora.

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