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Después de que pasen varias semanas, Müjgan y Züleyha se ponen de parto el mismo día. Tras varias horas de sufrimiento, la esposa de Yaman da a luz a una dulce niña a la que ponen de nombre Leyla. La noticia del nacimiento llega a los empleados de la hacienda gracias a Saniye, quien, además, comunica a los jornaleros que, muy pronto, el señor Demir se personará en la finca para darles a cada uno una moneda de oro: “Pretende así celebrar el nacimiento del nuevo miembro de la familia. Vosotros debéis felicitarle como corresponde”.
Dicho y hecho, horas más tarde Demir regresa a casa. El hombre comunica a sus empleados que cuando su esposa y Leyla salgan del hospital, darán una gran fiesta y presentará a su “pequeña princesa” en sociedad. “Es muy hermosa y tranquila”, dice el orgulloso padre.
La situaciónde Müjgan es muy diferente. Su alumbramiento se ha adelantado y su bebé ha nacido de forma prematura. Sabahttin, con todo el dolor de su corazón, debe ser claro con ella: “Es muy complicado que tu hijo sobreviva. De momento está en la incubadora”. Yilmaz no se separa de su pequeño ni un solo instante y reza a Dios para que el pequeño se ponga bien.
Sabahattin le dice a Sermin que se casará con Jülide
Cuando tiene fuerzas suficientes para levantarse, Müjgan llega hasta la sala de neonatos para ver a su hijo. Allí se encuentra con Züleyha, quien le muestra su apoyo ante la difícil situación que está viviendo. La doctora, llena de rabia, le exige que se aleje de ella: “Solo quieres disfrutar con mi dolor y no te lo voy a permitir”.
Por su parte, Sermin quiere reconquistar a Sabahttin y le prepara una deliciosa cena en el piso que le compró su amante. Este acude a la cita, pero con la intención de dejarle las cosas claras: “Lo nuestro terminó para siempre”. Acto seguido, le comunica que ha rehecho su vida y muy pronto se casará con Jülide. Sermin echa a su exesposo de la vivienda y llora amargamente al darse cuenta que por su ambición ha terminado perdiéndolo todo.
Una semana después, Züleyha llega a su casa acompañada de su niña, mientras que Müjgan lo hace con los brazos vacíos, pues su recién nacido se ha tenido que quedar en la clínica. La doctora parece una sombra de lo que fue, ha entrado en una profunda depresión y no hace otra cosa que escribir en su diario bonitas palabras para su hijo. Unas líneas que no sabe si llegará a leer algún día.
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