Construir Castamar en diferentes lugares pero que parecieran un todo ha sido el mayor reto”, asegura Paco Úbeda, jefe de localizaciones de La cocinerade Castamar, la serie de época de Atresplayer ambientada en 1720, durante el reinado de Felipe V. Su primera misión era encontrar el entorno de referencia de la casa de don Diego de Castamar, interpretado por Roberto Enríquez, y lo halló en la fachada neoclásica del Palacio del Infante Don Luis (1765), en Boadilla del Monte, Madrid, de propiedad municipal, cuya escalera interior también sirvió para algunas escenas. Los planos aéreos responden al Palacio Real de Riofrío (1762), Segovia, de Patrimonio Nacional, y también sus bosques.
Solo había un problema: no tenía una cocina real que diera a ese patio de servicio al que Clara (Michelle Jenner) tanto mira por la ventana debido a su agorafobia.
Está inspirada en la del Palacio Real de Madrid y se recreó en un plató de 1.500 metros cuadrados y cuatro de altura, al igual que el interior de la zona noble. La decoración corrió a cargo de Mercedes Canales.
Sin embargo, las secuencias de los sirvientes en el patio se rodaron en la Cartuja de Talamanca de Jarama, Madrid. “El puzle funciona ya que parecen entornos contiguos”, asegura Úbeda.
Otro de los escenarios es La Granjilla, en El Escorial, coto histórico de Felipe II, con lagunas artificiales, donde se recreaban batallas navales. En la actualidad, pertenece a un hermano de Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid. También es privada la finca El Campillo, en el mismo municipio, que acoge la iglesia. “En ella, Fernando J. Múñez presentó en 2019 su novela, en la que se basa, y sus dueños nos recibieron encantados”, afirma.
El convento donde vivía Clara es el monasterio de Uclés, Cuenca, y el de fray Juan, el de Lupiana, Guadalajara. Los jardines del desaparecido Alcázar pertenecen a la Quinta del Duque del Arco y las estancias de Felipe V, al palacio de Fernán Núñez, sede de Fundación de los Ferrocarriles Españoles, en Madrid.
Los doce capítulos se rodaron en agosto de 2020, aunque la búsqueda empezó en febrero. “Visité los lugares con los directores artísticos y de escena, y, en fechas más cercanas al rodaje, con los técnicos. Se toman las decisiones concretas; como por qué puerta salen los actores para un plano o dónde ubicar figurantes”, explica. Las grabaciones acabaron en diciembre. “Lo peor, aparte de la covid, fueron los cambios de fechas, al tener que encajarlas con Patrimonio o los dueños de las fincas”, añade Úbeda, presente todo el rodaje como enlace entre unos y otros
“Cada exterior mueve de ochenta a cien personas; si hay caballos, veinte más. Pero siempre he preferido hacer época. Meter treinta caballos en un recinto es más sencillo que veinte camiones en el centro de Madrid”, concluye el jefe de localizaciones.
Detrás de las cámaras, se respiraba el mejor ambiente y los actores olvidaban su condición de señores o criados. Paula Usero (Elisa) revisa el móvil, Jaime Zatarain (Alfredo), Marina Gatell (Sol), Carlos Serrano-Clark (Ignacio) y Maxi Iglesias (Francisco) posan mientras esperan a que los llamen para grabar, al igual que Mónica López (Úrsula) y Jean Cruz. Raquel Quintana (Jacinta) hace caras y Óscar Rabadán (Melquiades) se relaja. Silvia Abascal (la reina) junto a Roberto Enríquez (Diego), a quien admira “desde hace veinte años”
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