Sambuca no es un nombre de tango ni de merengue, es el cóctel que Christy Turlington y Naomi Campbell tomaban (por litros) en Indochine, un club que estuvo de moda en Manhatan durante parte de los años ochenta. Todo indica que se lo pasaban bien, pero Christy se dio cuenta de que en su caso no había espacio para plumas, mangas abullonadas, brillantina y maxipendientes. Había llevado todo eso y más e incluso había bailado fingiéndose sexy mientras trataba de seguir los pasos de Naomi, porque ella sí que se sabía y sentía sexy. El caso es que la revelación llegó y la supermodelo que, según Grace Coddington, tenía el rostro más naturalmente perfecto de todas dejó de llevar vestidos muy cortos y muy ceñidos, y pendientes gigantes; abandonó sus Malboro Light, el maquillaje, y el flirteo absurdo con fulanito y menganito, y se dio de baja de las noches de Indochine. Christy Turlington se encontró a sí misma en la nada (o en el yoga, tal y como ella ha relatado). Prescindió de todos aquellos excesos que antes habían vertebrado su existencia y abrazó el minimalismo estético y vital sin mirar atrás.
© Ilustración: Mar Lorenzo/ Fotografías: Getty Images.
Esa transformación se percibe todavía en su rostro: el de una mujer que se acepta absolutamente, con lo bueno y lo malo, pero que un día (o varias noches) se lo pasó muy bien. Sin embargo, esta Christy Turlington tan espiritual poco o nada tiene que decir en lo que a estilismos de fiesta inspiradores se trata, más que nada porque sería muy capaz de personarse en la pista de baile con la cara lavada, unos jeans y una camiseta blanca, y aquí no ha pasado nada. Es la Christy que bebía Sambuca como si fuera agua Evián la que sin duda ha inspirado las últimas creaciones festivas de Zara y de muchas otras firmas: nunca antes vimos tantos vestidos cortos, tanto tafetán, tantas mangas abullondas, tantas medias de cristal, tantos escotes de mesonera y tantos pendientes gigantes. La moda se ha rendido a la sostenibilidad pero también a la estética de unos tiempos más frívolos en los que una tal Linda Evangelista podía decir "no me levanto de la cama por menos de 500.000 dólares" y no era viral.
Linda Evangelista, Naomi Campbell y Christy Turlington.© GettyImages.
Llegados a este punto, se podría decir que Kate Moss fue la modelo que unió ambos mundos: el minimalismo y el fiestón loco. Pero su nacimiento como top supuso la extinción de la raza de las supermodelos, así que ni ella ni su historia cuentan. Claudia, Cindy, Naomi, Linda, Christy y otras tantas llevaron el poderío y la belleza excesiva, casi obscena, a otro nivel allá por los locos años ochenta. Una década que promete resurgir estas navidades de la mano de vestidos, pantalones, faldas, tops y blusas directamente sacados del armario de las chicas que vivían en Indochine –Christy llegó a salir con un chico que residía justo encima del local–. Pues eso: ¡que suene Freedom de George Michael y… otro Sambuca, por favor!
Los vestidos, pantalones, faldas y tops de fiesta de Zara que estarían aprobados por las supermodelos de los ochenta, aquí.
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