El vestido que ya tienes es el que la alfombra roja quiere

Joaquin Phoenix no quería ganar el Oscar. O al menos eso se interpretó tras ver su reacción al escuchar su nombre y después de haber analizado un discurso en el que no hubo ni una sola concesión a la autocomplacencia, ni una sola mención a sus seres queridos. Su hermano River –fallecido de manera trágica en el club Viper Room en 1993– fue el único que consiguió colarse en su reflexión a través de una cita: “corre hacia el rescate con amor y la paz te seguirá”. El protagonista de Joker empleó los 45 segundos que concede la Academia a cada premiado –aunque en su caso fueron bastantes más– para “usar su voz para defender a aquellos que no la tienen”, hacer hincapié en nuestra desconexión con el mundo natural, hablar de la lucha contra la injusticia de cualquier tipo –objetivo cuanto menos ambicioso– y convertir a un vaca en la protagonista de un breve relato de terror de marcado tono activista. No se esperaba menos del actor más complejo, atormentado, misterioso, antipático y fascinante de Hollywood, que además ha convertido la batalla contra el cambio climático y el maltrato animal en su principal objetivo vital. Mientras tanto, quizá para pasar el rato, hace alguna película.

Joaquin fue una vez más Joaquin sobre el escenario del Dolby Theater y hay que recordar que son decisiones como la de introducir la historia de esa vaca en plena gala de los Oscars o la de llevar el mismo esmoquin de Stella McCartney a todas a las entregas de premios a las que ha asistido este año –y que han sido muchas– las que le han congraciado con un público que antes le miraba con el ceño fruncido y ahora le aplaude entre fascinado y preocupado.

Joaquin Phoenix en la gala de los Premios Bafta 2020.© GettyImages.

La temporada de galardones cinematográficos acaba de finalizar y aparte del desembarco de la industria surcoreana en las colinas de Los Angeles –o el inesperado triunfo de Parásitos–, la sensación que ha quedado es que la alfombra roja podría haber cambiado para siempre y Yoko Ono no sería la culpable, sino un tipo de metro setenta, mirada verde un tanto turbia, andares extraños y modales no del todo británicos que ha conseguido introducir el debate medioambiental en un lugar donde hace no mucho solo había espacio para joyas, pieles, y vestidos excesivos; donde la sostenibilidad no era posible porque la producción de semejante fantasía solo podía acontecer desafiando los límites planetarios. Joaquin Phoenix le ha dado la vuelta a la cámara y en lugar de hablar de la lucha contra el cambio climático como si sucediera lejos y los culpables fueran otros, ha señalado a sus compañeros de profesión e incluso a sí mismo. Que la alfombra roja nunca será la misma es una realidad porque el Joker así lo ha querido y porque la moda y los miembros de su selecto club han tomado conciencia de la huella de su impacto. Por primera vez, este villano no está solo.

© GettyImages. Ilustración Mar Lorenzo.

La alianza de Joaquin Phoenix y Stella McCartney estaba destinada a producirse. No obstante, la firma que dirige con toneladas de personalidad la hija de Paul McCartney no ha utilizado ningún tipo de piel de origen animal tanto en prendas como en accesorios desde el mismo instante de su fundación, y desde 2008 ha añadido más materiales sostenibles a su cadena de producción (como el algodón orgánico) y ha descartado el uso de otros como el mohair, la angora y el cashmere. Un compromiso lleno de coherencia que además ha conseguido reconciliar dos conceptos que a priori estaban enfrentados (sostenibilidad y diseños de estética impecable) gracias a un nutrido grupo de célebres embajadoras que han lucido modelos de la firma tan ecológicos como bellísimos en muchísimas fiestas.

“Lo que la moda sostenible está trayendo al mundo de la moda en general es una creatividad basada en la innovación y la recuperación del valor del producto”, comenta Gema Gómez de Pablo, directora de Slow Fashion Next y coordinadora nacional de Fashion Revolution. No obstante uno de los principales temores que la irrupción de la moda sostenible en la alfombra roja ha planteado es que parte de esa magia, ese glamour del que se alimenta este escaparate y que mueve millones de dólares desaparezca; y es que son muchos los que todavía piensan que de materiales biodegradables y procesos respetuosos con el medioambiente no surgen prendas bellísimas. “Creo que estamos viviendo un momento apasionante por la cantidad de innovación que se está produciendo. Cuando estos avances empiecen a verse en la pasarela, nadie querrá volver a ponerse un vestido de poliéster, por ejemplo, sabiendo la cantidad de microplásticos que esta materia libera a ríos y océanos”, prosigue Gema. “Es cierto que al principio cuesta integrar estos conceptos, pero cuando una prenda es creada de acuerdo con estos criterios, no tiene nada que ver con lo que hemos conocido hasta ahora. Es un estímulo increíble y nos vincula de nuevo con nuestros orígenes, con esa conexión con la naturaleza que nunca deberíamos haber perdido”. Innovación y divulgación son por lo tanto las claves para que esta filosofía penetre en el adn de la industria de manera natural, sin dogmatismos y sin necesidad de imponer un código de etiqueta que exija a los asistentes a una gala llevar piezas elaboradas a partir de materiales y procesos sostenibles. Cada uno habría de encontrar el camino hacia su propia sostenibilidad.

“Nosotros no queríamos producir nada hasta encontrar la forma de poder hacerlo con la misma calidad y diseño que tienen los productos que están hechos de materiales no reciclados”, afirma Javier Goyeneche, director y fundador de la firma Ecoalf, pionera en España a la hora de elaborar prendas con materiales reciclados, de bajo impacto ambiental y respetuosos con los animales. “Hemos desarrollado más de 400 tejidos utilizando basura: redes de pesca, botellas de plástico, neumáticos usados, algodón post-industrial e incluso posos de café”, afirma Javier. Ecoalf y Stella McCartney son claros ejemplos de cómo a través del compromiso, la investigación y la paciencia a la hora de obtener resultados se pueden crear prendas que no solo cumplan los requisitos que se demandan a los procesos de producción para que no sobrepasen los límites planetarios, sino que puedan competir en estética con diseños de alta moda e incluso ganarles la partida. “La moda sostenible es atemporal. Nosotros no creamos colecciones siguiendo las tendencias. Creamos productos atemporales de la mayor calidad posible para que no tengan una fecha de caducidad y así promover que no necesites una nueva prenda cada temporada”, concluye el director y fundador de Ecoalf. En esta batalla también vencerá el más fuerte, el que sea capaz de aguantar los envites de las tendencias efímeras, la colecciones cápsula, el “lo ves, lo quieres”, la compra compulsiva. “El modelo de compro-tiro es insostenible y tiene que cambiar. La moda sostenible es compatible con nuestra forma de vivir y cada vez lo será más porque habrá más opciones en el mercado”.

© GettyImages. Ilustración Mar Lorenzo.

El reto es difícil. Un vestido de alfombra roja es la prenda más efímera que existe y por lo tanto, la menos atemporal. De manera que la introducción total del concepto de sostenibilidad en este territorio tan hostil requerirá un esfuerzo mayor que el empleado para introducir jerséis de algodón orgánico en nuestros armarios, y el fracaso de la cruzada sostenible de la última edición de los Premios Bafta así lo ha confirmado. Se pidió a los asistentes que no estrenaran vestido y en caso de hacerlo, fuera un modelo elaborado a partir de materiales respetuosos con el medioambiente. Kate Middleton fue una de las pocas que cumplió con esta petición gracias a un vestido de McQueen que ya había lucido durante un viaje oficial a Malasia en 2012, así como Daisy Ridley con su modelo vintage de Oscar de la Renta y Olivia Colman con sus joyas sostenibles de Swarovski; pero aparte de estas invitadas, poco más. Quizá el miedo a no resultar novedosa y no acaparar el tipo de atención mediática que cierra contratos publicitarios y consigue grandes papeles cinematográficos sean los motivos que llevaron a estas actrices a desoír las normas de etiqueta aconsejadas. Aunque lo que quizá no tuvieron en cuenta ni ellas ni sus estilistas es que zambullirse en los archivos de las grandes firmas es una de las claves para reutilizar modelos que llevan años acumulando polvo en algún rincón pero conservan su belleza intacta, y para que la moda sostenible pise por fin la alfombra roja.

El espectacular vestido vintage de Givenchy que Vanesa Lorenzo lució en la última gala de los Premios Goya es un claro ejemplo de cómo la correcta aplicación del sistema de reutilización unida a un gusto exquisito pueden desembocar en un éxito rotundo –fue sin duda uno de lo estilismos más bellos de la gala–. “Desde que me confirmaron la asistencia a los Goya pensé en repetir vestido con alguno de los modelos que ya tengo en casa, pero hablé con un amigo estilista y me recomendó acudir a YOOX y seguir apoyando esta línea de moda más sostenible que tanto encaja con mi filosofía de vida”, comenta Vanesa. “Me decanté por el Givenchy porque me fascinó el color y era más antiguo, y me gustó la idea de rescatar una pieza que es una reedición de 2010”. Cuando una de las modelos más importantes de la industria abraza este sistema para pisar el escaparate de moda y tendencias más influyente y además ingresa en la lista de las mejor vestidas se confirma que el cambio de dirección es posible, aunque de nuevo son las mujeres las que tendrán que afrontar más dificultades y derribar más prejuicios: ¿podría una estrella del cine femenina llevar el mismo vestido a más de 5 entregas de premios consecutivas tal y como ha hecho Joaquin Phoenix con su esmoquin de McCartney?

“Mi pareja lleva utilizando el mismo esmoquin desde hace 6 años. No entiende cómo una pieza que solo se usa unas horas tenga que renovarse en cada evento”, prosigue Vanesa. “El problema es que cuando estás en el foco, especialmente una chica, parece que debes aportar novedad tanto en lo que llevas puesto como en el pelo y el maquillaje para así demostrar que estás a la moda y tener visibilidad, cuando en realidad lo más potente es el estilo, que no tiene nada que ver con la novedad, sino con una actitud y un saber estar”. Sobra decir que la modelo y diseñadora ha recurrido a esta filosofía no solo a la hora de elegir estilismos para fiestas y eventos sino en su vida cotidiana y su trabajo en The Animal Observatory –firma de ropa infantil de la que es socia y que ha apostado por una producción de prendas ética–. “Creo que tenemos que reinventar el glamour, porque la creatividad y la magia, en mi opinión, son perfectamente compatibles con el universo de la sostenibilidad”.

© GettyImages. Ilustración Mar Lorenzo.

Lucir prendas elaboradas a partir de materiales reciclados, reutilizar vestidos que ya se tienen o recurrir a los archivos de las grandes firmas para rescatar joyas vintage. La moda sostenible nunca había ofrecido (ni premiado) tantas posibilidades y las estrellas nunca habían abierto tantos caminos de pensamiento para concienciar a la sociedad y a ellas mismas de que otro modelo de producción de tendencias es posible. No deja de ser curioso que la alfombra roja definitiva, la más relevante e influyente, haya sido de las primeras en abrazar la sostenibilidad, aunque haya sido este año con Joaquin Phoenix cuando el mensaje ha calado. El vestido de Christian Dior que Reese Witherspoon llevó en 2006, el icónico Valentino de Julia Roberts en 2001, el Balmain de Penélope Cruz en 2009, todos diseños imprescindibles para entender la historia contemporánea de los Oscars y todos vintage.

Una lista que ahora tiene más relevancia y que ha añadido el nombre de otra de nuestras actrices más importantes, Marta Nieto. “Mi look de los Oscars del año pasado era de la primera colección de Josep Font para DelPozo”, comenta la protagonista de Madre. Apostar por diseñadores nacionales permite evitar costes de transporte que además son casi tan perjudiciales para el medioambiente como los desechos de plástico y acerca a las estrellas a la cadena de producción. “En mi caso eso me transmite una energía mucho más especial que si recibo un vestido enviado desde la otra parte del mundo y cuyo proceso de creación desconozco”. Sin duda, otra manera muy eficaz de apoyar la sostenibilidad y la artesanía. “De poco sirve llevar modelo sostenibles en una alfombra roja si en nuestro día a día no nos preocupamos de este tema. Para mí es más honesto buscar prendas artesanas que se diseñan y trabajan respetando profesiones que por desgracia están cayendo en el olvido, y que no han sido elaboradas en países donde se explota a menores, por ejemplo. Este tipo de compromiso es más importante y asumible hoy en día”, añade la actriz. “Cuidar nuestro planeta me parece sin duda una causa común y necesaria en los tiempos que vivimos y todo lo que sea contribuir a ello me parece justo y necesario. Sin embargo, en el caso de la moda, creo que hay muchas otras necesidades probablemente más importantes que delimitar el dress code en la alfombra roja”.

Desde que la alfombra roja se erigió como el espacio frívolo y espectacular que es, el debate sobre si ciertos acontecimientos sociales deberían convivir con carísimos diseños de alta moda, galardones, directores, joyas preciosas y larguísimas colas de sirena sigue dividiendo a la opinión y parece lejos de encontrar una solución. En el 2018 el movimiento Me Too hizo tambalear los cimientos de Hollywood y se coló de lleno en los Globos de Oro de ese año –todas las actrices invitadas vistieron de negro–, la guerra de Irak hizo lo propio en los Goya de 2003, la lucha por la igualdad en los de 2019 y la última crisis económica en los de 2009. Aunque las estrellas sean distantes y vivan en un mundo aparte –solo así mantienen su brillo intacto– siempre han elegido no desvincularse del todo de unos espectadores a los que deben mucho y cuyas luchas no les son del todo ajenas. Al fin y al cabo, la lujosa calle Cielo Drive habita el mismo espacio que el barrio más humilde de Los Angeles y Trump es el presidente de todos. La lucha contra el cambio climático es sin duda uno de los movimientos sociales más relevantes y de mayor fuerza; la moda, una de las industrias que más cambios habría de hacer para adaptarse y la alfombra roja, el principal expositor de moda y tendencias. La correlación está más que justificada. Será la estrella de turno la decida cómo y en qué invierte los 45 segundos que habitualmente se conceden a los premiados en cualquier entrega de galardones. Podrá emplear ese tiempo en hablar de ríos y de ciertas injusticias, y podrá hacerlo enfundada en un vestido que ya colgaba de su armario o que ha sido elaborado a partir de materiales reciclados. En cualquier caso será su momento, su decisión, sin códigos de etiqueta que dicten su discurso.

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