El estilo de Jill Biden, la antítesis de Melania: mira el precio de la ropa y repite vestidos

Nadie vota por la primera dama pero su imagen es crucial para acercar a un presidente al electorado. Tras cuatro años de despliegue de marcas europeas de lujo, polémicos atuendos y un espectacular glamour personalizados en la figura de Melania Trump, Jill Biden podría ser la próxima si su marido, el demócrata Joe Biden, consigue hacer reales las prometedoras encuestas que le auguran una victoria electoral sobre el actual presidente Donald Trump. Aunque es posible que a la señora Biden el apelativo de First Lady no le resulte demasiado cómodo: ya fue “Segunda Dama” en la administración Obama, pero ella prefería que le llamaran “Capitana del escuadrón del vicepresidente”, como bromeó en el programa de televisión Late Night with Seth Meyers. Lo cierto es que ni su perfil ni su estilo tienen nada que ver con los de Melania, algo que, de llegar a la Casa Blanca, augura un papel oficial en las antípodas.

Jill Biden (Nueva Jersey, 1951) fue la primera SLOTUS (su acrónimo durante los ocho años de la administración Obama) en mantener un trabajo remunerado e independiente mientras su marido ocupaba la vicepresidencia del país. Profesora de inglés durante cuatro décadas (algo que pretende seguir haciendo si llega a la Casa Blanca), se doctoró en 2007 con una tesis sobre el abandono escolar, ha escrito un libro infantil y es la fundadora de la Biden Breast Health Initiative, que trabaja para concienciar a chicas que cursan secundaria sobre la importancia del diagnóstico precoz en el cáncer de mama. Así, la imagen de Biden está mucho más cerca de la verdadera mujer trabajadora estadounidense que de la típica esposa del establishment. Con todo, ha sabido aprovechar la plataforma de su posición pública para defender sus ideas a través de la ropa.

El vestido “sostenible”

El miércoles 30 de septiembre se celebró el primer debate presidencial de la carrera electoral de EE.UU entre Donald Trump y Joe Biden. Junto a ellos estuvieron sus esposas, que sin micrófono, establecieron sus propias posiciones. Melania optó por un traje negro a rayas de estilo diplomático (1750 euros la chaqueta, 595 euros el pantalón) de unos de sus diseñadores favoritos, los italianos Dolce & Gabbana, que combinó con unos zapatos de tacón del francés Christian Louboutin en azul marino de 695 dólares y una mascarilla blanca. Mientras tanto, Jill recicló uno de sus vestidos favoritos, en un tono verde sofisticado y con detalle de flecos, que había usado anteriormente en varias ocasiones, incluida la quinta gala anual de iluminación de Save The Children en el Museo Americano de Historia Natural en 2017. Lo combinó con unos zapatos de Valentino (el modelo Rockstud, de 720 euros) y una mascarilla de protección de Athleta (con un precio de unos 25 dólares el pack de tres).

Lo interesante de esta elección es, primero, que volvió a usar una prenda en lugar de comprar algo nuevo, una práctica sostenible que encaja muy bien tanto en el discurso actual por un consumo de moda más responsable como en el contexto de la grave crisis económica derivada de la pandemia. Pero además, este vestido diseñado por Gabriela Hearst (diseñadora de origen uruguayo, un guiño quizás a la comunidad latina estadounidense) está fabricado con telas recicladas, ya que la marca tiene un fuerte compromiso con la moda ecológica: "Qué sorpresa y honor ver que en el debate de anoche que la Dra. Jill Biden reutilizó un vestido de GH que había usado hace tres años. El cambio climático es la mayor amenaza que enfrentamos como especie. Lamentablemente, lo que perdimos no lo podemos recuperar (un 60% de vida silvestre en 50 años) pero sí podemos preservar y restaurar. Necesitamos la política para hacerlo y, lamentablemente, solo hay una parte en este momento que está dispuesta a admitir lo que es real con toda prueba científica. Vota este noviembre", escribió la diseñadora en Instagram bajo una foto de los Biden en el escenario.

Las botas cívicas


Uno de los principales esfuerzos del equipo Biden en la campaña se centra en conseguir la movilización del voto: cuantos más votantes, mejor. Nada tenía de particular ver al matrimonio demócrata depositando su voto el pasado septiembre en el estado de Delaware, hasta que los fotógrafos captaron un llamativo detalle en Jill Biden. Ataviada con un vestido púrpura y una chaqueta negra (nada estilísticamente reseñable), la doctora llamó la atención con unas botas altas, por encima de la rodilla y planas, con una enorme inscripción lateral: “Vote”, en mayúsculas. Las botas son una edición limitada de 100 pares diseñada por la marca estadounidense Stuart Weitzman con un precio de 695 dólares y un importante compromiso. Se trata de una asociación entre la firma y la organización sin fines de lucro I Am a Voter, "un movimiento no partidista que tiene como objetivo crear un cambio cultural en torno a la votación y el compromiso cívico", según su sitio web, a quien iba destinado el 100% de las ganancias netas de las ventas de este modelo, de nombre 5050 Vote Boot.

Estas botas no solo dejaban claro que Biden está dispuesta a asumir ciertos riesgos estéticos en función de un mensaje sino que además evidenciaron un fenómeno al alza: según datos de Lyst, en las 24 horas siguientes a la aparición de la fotografía con las botas las búsquedas de este modelo aumentaron un 488%. Biden evidencia así un fuerte poder de prescripción.

El traje de maestra

El cónyuge de un candidato político juega un papel crucial al destacar aspectos de la vida de un candidato que resuenan con los votantes a nivel personal: de ahí que las esposas de demócratas y republicanos abran las convenciones de sus partidos pronunciando un discurso. La doctora Biden grabó el suyo (no lo dio en directo por la situación actual de la pandemia) desde una escuela secundaria, la Brandywine High School, en Delaware, donde trabajó años atrás. Con un abrigo-vestido en color verde pizarra, abotonado a un lado, y sin apenas joyas, la suya era la imagen de una maestra que hablaba sobre temas tan cercanos a todos como la familia, la pérdida, la pandemia, los padres, el amor y cómo su marido puede arreglar las cosas. Al día siguiente aún no había trascendido la marca de su diseñador. Tal y como destacó la periodista del New York Times Vanessa Friedman, “puede que eso no parezca digno de mención, pero lo es en un mundo donde se ha vuelto usual que las figuras públicas nombren a sus diseñadores (…) El vestuario de la doctora Biden reforzó la informalidad que se ha convertido en parte de la tradición Biden y lo fácil que es identificarse con la pareja. Y ofreció un claro contraste con Melania Trump (…) En su vestido-abrigo, Biden parecía cómoda y en su sitio.” Friedmann arrancaba su crónica advirtiendo de este abismo: “No usará la moda como escudo contra el mundo. Ella no se ceñirá al glamour ni se armará con marcas europeas de lujo. Ciertamente no es un trofeo colocado en un estante”.

Sí se supo, algo después, que aquel vestido era una pieza de la colección primavera-verano 2020 del estadounidense Brandon Maxwell, quien entrevistado por Vogue USA, dijo: “Nos emocionó ver a la doctora Biden vistiendo una pieza de nuestra colección en un día tan importante. Los profesores han sido muy formativos en mi vida y, a lo largo de mi carrera, he hablado de la importancia de la educación. El hecho de que lo hiciera en su antigua aula ha sido especialmente reconfortante".

El vestido rojo del triunfo

Lo llevó en el baile inaugural de la administración Obama, en 2009, en la que su marido fue elegido vicepresidente del país. Creado por la diseñadora libanesa afincada en Nueva York Reem Accra, con escote palabra corazón, sin tirantes y con unas joyas muy discretas, protagonizó ante el público una romántica escena con su esposo poniendo de manifiesto la naturalidad y el magnetismo de la pareja Biden.

La minifalda pasados los 60

Jill Biden no sería la primera FLOTUS en llevar minifalda (de hecho, ya en sus primeros años en el cargo, a finales de los 60, Pat Nixon ya utilizó algunos vestidos muy cortos, que dejaban ver sus piernas más arriba de las rodillas) pero su enfoque recuerda más al de la francesa Brigitte Macron, que ha probado en incontables ocasiones desde su posición en el Elíseo que la falda corta no es territorio exclusivo de ninguna edad.

Si bien el vestido prototipo que lleva Biden (de patrón limpio, puede que sin mangas, ceñido en el cuerpo y por encima de la rodilla) no es ningún escándalo -nada más lejos de la realidad-, hay que reconocer que aún existen prejuicios de decoro sobre cuál es el largo apropiado de una falda. La prueba es que, a pesar de lo avanzado en la libertad de la mujer y de que no existe un código de vestimenta femenino equiparable al traje masculino, cuando Biden se sienta hay quien sigue llamando la atención sobre sus piernas. A ella no parece importarle demasiado: al fin y al cabo, también lanza un mensaje. Dejad de decirnos cómo tenemos que vestir según nuestra edad o posición.

El tacón bajo y los pies en la tierra

Entre las marcas más reconocibles que utiliza están clásicos americanos como Ralph Lauren, y también marcas muy extendidas en el país como Vince (de quien le gustan sus blusas) o Veronica Beard (de quien lleva chaquetas). Aunque la doctora Biden lleva una vida más que acomodada, y de vez en cuando se permite pequeños guiños al lujo (como los zapatos destalonados de Dior de 790 euros que ha llevado este mismo año en hasta tres ocasiones) aseguran quienes le conocen que siempre mira el precio de los accesorios y prendas que elige, lo que le sitúa más cerca de la realidad. Además, habitualmente prefiere llevar botas planas, no es extraño verle incluso en zapatillas deportivas si la ocasión es más informal y lo exige, y cuando lleva tacones nunca suelen superar los 8 centímetros de alto.

“Ella es fiel a sí misma y no se deja influenciar por los diseñadores, sino por cada momento y por lo que necesita en cada uno de ellos. Es muy consciente de su propio estilo. Siempre apuesta por looks apropiados", explicaba hace un tiempo su amiga y dueña de la tienda Peter Kate, Sissy Dent Aerenson, a WWD.

Sus momentos de glamour

En los Oscar de 2016 el entonces vicepresidente Biden presentó en el escenario a Lady Gaga, que actuaba aquella noche cantando Til It Happens to You, un tema que abordaba el problema de las agresiones sexuales en los campus universitarios. Le acompañaron aquella velada su mujer Jill y su hija Ashley. Era una ocasión para derrochar elegancia, y SLOTUS decidió jugar sobre seguro con un elegante vestido negro de escote asimétrico que resultaba brillante y correcto al mismo tiempo.

En imágenes

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