Cosas fáciles que puedes hacer para tener un armario sostenible todo el año

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. La frase no es nueva pero ninguna otra sintetiza mejor el momento preciso del descomunal desafío que tiene el sector para salvar el planeta: a la moda –la segunda industria más contaminante del mundo aún no ha frenado su destrozo– se le han acabado las excusas, a todos nosotros también. En 2021 las grandes marcas no pueden permitirse simplemente “hacerlo mejor” sino replantear por completo el sistema, advierten los expertos, pero también es cierto que en cada uno de nosotros está realizar un primer paso con impacto que cambie las cosas de verdad y para siempre. Comprar mejor, reducir la huella de carbono, desperdicio y agua, dar un nuevo valor a lo que compramos, a lo que nos ponemos y a lo que tiramos. He aquí seis pequeñas grandes cosas que puedes hacer en favor de la sostenibilidad sin dejar la moda de lado:

Hazte las preguntas correctas y consumirás mejor.

Cambiar nuestros hábitos de consumo es clave si queremos adoptar una vida sostenible. Es evidente que todos lo que compramos tiene un impacto medioambiental, de ahí que sea capital romper con la rueda de las compras de ropa impulsivas. ¿Cómo hacerlo? Según Natalie Kay Costello, fundadora de Sustainably Chic (un blog sobre consejos prácticos para llevar una vida más sostenible, con más de 100.000 lectores mensuales, y casi otros tantos en Instagram), tomar mejores decisiones de compra es fácil si te formulas seis preguntas clave:

· ¿Realmente lo necesito?· ¿Me encanta?· ¿Es mi estilo?· ¿Me veo usándolo en 6 meses o un año?· ¿Tengo ya algo similar que pueda usar en su lugar?· ¿Cómo desecharé este artículo al final de su vida útil?

Al final se trata de una nueva actitud ante la ropa que exige cortar de raíz con las compras emocionales: nunca vayas de tiendas cuando atravieses enfado, soledad, tristeza ni cansancio porque todas ellas llevan al impulso.

Descubre lo que ocurre cuando te pones una prenda durante nueve meses.

El objetivo debería ser llevaelas durante mucho más tiempo (de hecho lo es para la nueva generación de marcas con conciencia, que eliminan el esquema de las temporadas y venden ropa que no caduca) pero si remarcamos este plazo es porque sirve de manera muy visual para ejemplificar el verdadero propósito: extender la vida útil de una prenda en solo nueve meses puede reducir su huella de carbono, desperdicio y agua entre un 20% y un 30%. Según esa lógica, un vaquero vintage de los años 90 podría tener hoy una huella cercana a cero.

Aprende a comprar vintage.

Se dice que la prenda más sostenible que te puedas poner es precisamente la que no te compras: ahí reside la clave de la moda circular. El modelo de negocio de la reventa está en auge gracias a plataformas especializadas como Vestiaire Collective (donde aseguran que el impacto de la segunda mano es enorme: comprando un jersey en su sitio puedes reducir el impacto en el medio ambiente un 81% en comparación con la compra de ese mismo artículo de primera mano) o The Real Real, que han involucrado en la circularidad a relevantes firmas de lujo, ayudando no solo a cambiar el sistema sino creando una nueva cultura de pasión por el vintage. Hace cuatro años, la segunda cerró una alianza con la británica Stella McCartney (diseñadora y activista medioambiental) para revender prendas y en 2020 Gucci se aliaba con esta web para afianzar su mercado vintage. Todas ellas han roto, además, la frontera social de la compra de segunda mano.

La respuesta ha sido abrumadamente positiva: según cálculos de Levi’s publicados por Vogue USA, casi el 60% de los consumidores de la Generación Z ya compran ropa de segunda mano. Esto empujó a la marca a lanzar su propia plataforma de reventa online, que de hecho atrae a numerosos “buscatesoros” que han convertido en culto la búsqueda de su vaquero (usado) perfecto. En esta línea transitan ya otras cadenas como la sueca COS, en cuya web se pueden revender prendas usadas, o la británica Asos, que ya en 2016 abrió un marketplace donde puedes vender prendas que no usas siguiendo unas condiciones marcadas por la empresa y, eso sí, pagando una comisión. Es evidente que la reventa no es ninguna novedad en internet ni está exenta de dilemas (eBay inició un camino que acabó muchas veces en especulación) pero sí marca un punto de inflexión significativo en el que son las marcas quienes empiezan a asumir la responsabilidad del ciclo de vida completo de las prendas que venden. Hay más ejemplos: en la edición española de Zalando, por citar otro, sus usuarios pueden comprar e intercambiar ropa de segunda mano.

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Lo cierto es que las cifras que rodean al desperdicio de la moda son siempre hiperbólicas y cuando hablamos de sistema circular merece la pena recordar que a nivel mundial los consumidores “pierden” 460.000 millones de dólares al año al tirar ropa que podría ser usada por otra persona (según publicó Vogue USA). Hay más: según el último informe de ThredUp y GlobalData el negocio de la ropa usada se multiplicará hasta superar los 52.600 millones de euros en el 2024. Algunas voces alertan, y con razón, de que el boom por la ropa de segunda mano se ha acelerado con la pandemia y podría conducir a una peligrosa práctica para el planeta: la de seguir comprando compulsivamente a sabiendas de que después podrás revender las prendas. De ahí que las marcas que abanderan la moda circular hablen de un cambio cultural.

Compra por tejido (orgánico), no por marca

De la seda de pétalo de rosa al cáñamo, las hojas de piña, los posos de café o el cuero de cactus, la inversión en tecnología está probando infinidad de tejidos naturales. Hasta que estas soluciones sean capaces de sustituir a los más dañinos a gran escala, lo que sí se puede encontrar con facilidad es el algodón orgánico certificado. El algodón ecológico se cultiva en tierras libres de sustancias tóxicas, sin pesticidas ni insecticidas. Además, procede de una agricultura basada en la rotación de cultivos en lugar de utilizar fertilizantes artificiales, que además hace rotación de cultivo para hacer más productiva la tierra, que como contiene mayor materia orgánica permite gestionar mejor el uso y la retención del agua.

Si has comprado una prenda elaborada con este tejido es posible que hayas visto las siglas GOTS (Global Organic Textile Standard) impresas en su etiqueta. Se trata de la certificación más estricta en este tejido, que no solo controla las técnicas y el impacto de los cultivos sino también garantiza que los trabajadores implicados en la cosecha tengan unas condiciones laborales dignas.

https://www.instagram.com/p/CL4udTjn_Qg/

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Evita los sintéticos vírgenes

Esto resulta especialmente complicado cuando buscamos prendas deportivas. La elasticidad que requieren acaba haciendo que se fabriquen con nylon y poliéster virgen, ambos procedentes del petróleo y transformados químicamente. Sin embargo, hay cada vez más firmas comprometidas con marcar la diferencia. La española Ecoalf, por ejemplo, fabrica sus leggings con tejidos respetuosos como la poliamida reciclada o el PET reciclado. Más casos: la estadounidense Girlfriend Collective confecciona cada par de sus famosas mallas a partir de 25 botellas de plástico recicladas. Indigo Luna elabora su modelo Batik con econyl, un material sostenible que viene del nailon y una forma de convertir estas redes de pesca usadas y otros materiales de desecho en tela para trajes de baño de alto rendimiento. Por su parte, la firma Vyayama utiliza el Tencel, un material renovable de base botánica para sus elegantes sujetadores deportivos de tirantes finos y camisetas de entrenamiento. Otro buen ejemplo es el de Ref Active: la colección de ropa deportiva de la marca neoyorquina Reformation está hecha con Repreve, un material que utiliza botellas de plástico recicladas 100% postconsumo y está certificado por GRS y Oeko-Tex. Las fibras son 100% trazables desde el plástico hasta el poliéster. Además, en esta marca hacen partícipe a sus clientas de su sostenibilidad desvelando la cantidad de botellas recicladas y el ahorro en las emisiones de gases de efecto invernadero, el agua y la energía de cada prenda. En una gama de colores neutros, el tejido de Reformation utiliza un 45% menos de energía, un 20% menos de agua y un 30% menos de emisiones de gases de efecto invernadero que el poliéster virgen. La lista continúa con marcas como Everlane (conocida por su seda sostenible, su lana reciclada y su cachemira eco), que se ha comprometido a eliminar todos los plásticos vírgenes de su cadena de suministro y que ya comercializa leggings, sujetadores, pantalones cortos de ciclista y bodies de diseño minimalista a partir de nailon y poliésteres reciclados.

Todas estas acciones no caen precisamente en saco roto, ya que según Lyst el año pasado las búsquedas de “ropa deportiva sostenible” ascendieron nada menos que un 151%.

Lava bien la ropa (para que dure más).

Está muy bien comprar de manera más sostenible, pero todo ese esfuerzo se desperdicia un poco si después no cuidamos la ropa de manera adecuada. En Steamery Stockholm, una marca de planchado a vapor, aseguran que la mayoría de las prendas pierden su forma, se destiñen o se afinan, pero en realidad, nunca se desgastan por completo. Consideran que los lavados innecesarios también provocan un considerable desperdicio de agua y energía, y su consejo para prolongar la vida de una prenda es lavarla lo menos posible.

La vaporización en caliente es una alternativa más amable con las prendas y con el planeta, capaz de eliminar las bacterias, reducir los olores desagradables y devolver la prenda a su estado ideal, sin arrugarla. Y aconsejan tres cuidados más para mantener la ropa limpia más tiempo y que dure más años: el aire libre (el mejor aliado para eliminar eficazmente los malos olores, particularmente indicado para las prendas de lana), el cepillado (el cepillo para prendas es una alternativa mucho más versátil que el rodillo de pelusas y puede eliminar fácilmente la suciedad, el pelo y el polvo de la superficie de los tejidos), la nebulización (los aerosoles de ropa de Steamery contienen cultivos bacterianos activos que neutralizan los olores desagradables de tu ropa) y la eliminación previa de manchas.

Cuando la lavadora es inevitable, dicen, hay seis reglas de oro para hacer una colada ecológica: separar tejidos (la única manera segura de evitar que los blancos se vuelvan grises es separarlos antes de cada lavado), lavar a mano, utilizar la dosis de detergente recomendada en el envase (para evitar destruir las fibras más delicadas, mejor uno sin enzimas), un buen ajuste de la temperatura (30º como programa estándar y 60º para sábanas y toallas), utilizar una bolsa para lavar tejidos delicados y evitar la secadora a toda costa.

Además, es importante conocer las particularidades de cada tela. El lino, por ejemplo, es un repelente natural para la suciedad y las manchas, por lo que un lavado en frío y una centrifugadora ligera suelen ser suficientes. En Steamery recomiendan doblar las prendas de forma diferente después de cada lavado, para evitar que las fibras se desgasten innecesariamente, y advierten que la secadora es el peor enemigo del lino. Las prendas de lana (incluso el merino y el cashmere) son naturalmente antibacterianas, por lo que pueden ser lavadas muy raramente con un detergente suave. Es suficiente airearlas, usar un vaporizador y mantenerlas dobladas en un cajón, ya que al colgarlas se puede perder fácilmente la elasticidad. En cuanto al poliéster, hay que saber que puede desprender microplásticos en cada lavado, con lo que se aconseja lavar estas prendas pocas veces, usando una Guppyfriend (una bolsa de lavado que filtra las partículas para evitar que se viertan en el mar). En cuanto a la seda, la mejor manera de cuidarla es lavarla a mano en agua fría con un detergente suave, no plancharla y leer bien su etiqueta por si requiere limpieza en seco.

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