Una de las escenas memorables de la ya de por sí memorable -y extensa- filmografía de Glenn Close (Greenwich, Connecticut, 1947) pertenece al, quizá, mejor de sus filmes: Las amistades peligrosas (Stephen Frears, 1988). Esa en la que la malvada marquesa de Merteuil, interpretada magistralmente por la actriz estadounidense, empieza a desmaquillarse cuidadosamente después de haber sido abucheada en el teatro -preferimos no entrar en detalles por si no ha visto el filme-, y que acaba con ella furiosa, rompiendo todos sus objetos de tocador. Si Close hubiese hecho algo parecido después de cada una de las ceremonias de entrega de los Premios de la Academia de las Ciencias y las Ciencias Cinematográficas en las que ha estado justamente nominada, pero se ha tenido que volver a casa con las manos vacías, habría tenido toda la razón del mundo. Una suerte que quizá cambie en la próxima edición de los Oscar, y gracias a su trabajo en la película Hillbilly: una elegía rural, de Ron Howard. Es su octava nominación.
Pero de donde Close ha salido sin duda ganadora en todas y cada una de las ocasiones en las que se ha visto obligada a acudir a la ceremonia ha sido en una cuestión casi tan relevante como el premio en sí: su estilo en la alfombra roja. Un aspecto en el que la protagonista de Atracción Fatal (Adrian Lyne, 1987) por citar otro de los títulos en los que ha participado, ha experimentado una evolución notable que ha transcurrido en paralelo a los tiempos. Poco tiene que ver el modelo de Carolina Herrera que lució en 2019, para la que fue su séptima nominación -por La buena esposa, de Björn Runge, que la estilista de confianza de la actriz, Chloe Hartstein, describió como "regio, grandioso y teatral" -los mismos términos que usó entonces para referirse a Close en la edición digital de Vogue– con este vestido de estilo victoriano que podría haber adquirido perfectamente en una tienda vintage de Manhattan, y que llevó a la 56ª edición de los Premios.
Cinco años más tarde, Close seguía apostando por la inspiración historicista para la alfombra roja. En aquella ocasión, prefirió un vestido de corte Imperio.
Durante la siguiente década, la de los 90, Close se hizo popular por llevar gafas de sol en la alfombra roja, también porque empezó a confiar en el, probablemente, diseñador favorito de las estrellas de Hollywood: Giorgio Armani. El modista italiano ayudó a la actriz a pulir su estilo simplificándolo. Suyo es este conjunto de casaca con vivos de strass y pantalón recto que solo admite un calificativo: impecable.
Pero la eclosión de Glenn Close como una de las actrices mejor vestidas del mundo llegó con el nuevo milenio, cuando Close descubrió diseñadores jóvenes pero expertos en vestidos de gala como Zac Posen, en quien confió en las ediciones de 2012 y 2014 con resultados notables. Posen creó para ella vestidos de línea sirena que no solo marcaban su silueta: subrayaban su estatus de estrella indiscutible del star system. En ambas ocasiones el, quizá, mayor acierto de Close fuese apostar por un peinado natural que restaba importancia al atuendo.
Sin embargo, nuestro look favorito de Gleen Close no es ninguno de los anteriores, sino el que llevó a los Tony Awards de 1987: un vestido de tirantes de color blanco drapeado en la cintura. Parece perfecto para bailar, cosa que efectivamente hizo. El peinado es digno de la marquesa de Merteuil, pero aquella noche ni siquiera estaba nominada -Close tiene tres premios Tony-. Así que no debió pagarlo con el tocador…
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