La ceremonia de investidura de Joe Biden estuvo marcada por dos actos, los más invisibles ante las cámaras. El definitivo fue silencioso y burocrático: la ceremonia de las firmas. Tres firmas en tres documentos oficiales, ante la atenta mirada de Kamala Harris, sentado al fin en el escritorio del presidente. Documentos en los que Biden dio cuenta de la proclamación de investidura, de las nominaciones de su gabinete y del personal que acompañará a sus secretarios. Un trámite aburrido (antes de la más colorida revista a las tropas vestidas con uniformes de los tiempos revolucionarios), pero que marca mejor que ningún otro la tan deseada normalidad democrática: ya hay un presidente al volante.
El otro fue igual de significativo. Horas antes de la ceremonia de investidura, de Lady Gaga cantando el himno y de la emoción contenida entre Sonia Sotomayor y Kamala Harris al hacer historia, Biden y Harris supervisaron el homenaje a las 400.000 víctimas que ha dejado tras de sí la pandemia, fuera de control en Estados Unidos, y el primer quebradero de cabeza que tiene que afrontar el veterano presidente, de 78 años. 400.000 personas ausentes que, de alguna manera, estuvieron presentes en su inauguración.
Una en la que el primer objetivo era dejar atrás la pesadilla de las últimas semanas, con extraños hombres blancos deambulando disfrazados y agresivos por los pasillos del Capitolio. El espectro de la turba insurrecta azuzada por el ya expresidente (que estaba desembarcando en Florida cuando Biden firmaba sus primeras órdenes) marcó el leit motiv de la ceremonia. La senadora Amy Klobuchar, que presentó a los jueces del Supremo que tomaron juramento a Biden y Harris, fue la primera en referirse a Abraham Lincoln. A las críticas que recibió Lincoln cuando, en plena Guerra Civil, destinó fondos federales a terminar la cúpula del Capitolio. El presidente respondió a sus críticos que esa cúpula era un símbolo: “si el Capitolio aguanta, será un símbolo de que la nación aguanta”.
Biden también hizo referencias a Lincoln en su discurso, en el que habló de la "guerra incívica" que subyace en el país tras los mensajes de ilegitimidad democrática que el expresidente Trump lleva agitando desde mucho antes de que se celebrasen las elecciones. La primera misión es restañar esa división, cerrar esas heridas, y recuperar esa idea estadounidense y democrática que resumió mejor el expresidente Bush: "el país es mucho más grande que la persona que ostenta la presidencia".
Así, la ceremonia ha querido marcar varias metas: el retorno a la normalidad democrática, "mucho más importante que cualquier candidato", como dijo Biden; el mensaje de unidad con una advertencia a los exaltados ("derrotaremos al supremacismo blanco y al terrorismo doméstico"); y un hilo conductor sobre la necesidad de unir a todos, a través de los derechos civiles. El mensaje quedó subrayado en la ceremonia de los regalos, donde el presidente o la primera dama eligen entre el Patrimonio Nacional las obras u objetos que presidirán su mandato. Jill Biden escogió un cuadro de Robert Duncanson, un paisaje con arcoíris poco llamativo en lo artístico, pero con una gran historia detrás: Duncanson fue uno de los primeros pintores afroamericanos que pudo vivir y prosperar con su arte. En tiempos de la guerra civil estadounidense, Duncanson se convirtió en un símbolo de la emancipación, protegido por mecenas abolicionistas que compraban y exhibían sus paisajes con orgullo. Otra referencia a los tiempos de Lincoln para subrayar con fineza lo que un invasor con una bandera confederada dejó claro en el Capitolio el día de Reyes: que la fractura de Estados Unidos es casi tan grave hoy como lo fue cuando el Sur se levantó en armas.
La paloma de la paz que adornaba el pecho de Lady Gaga, la explosión poética de Amanda Gorman, o los pequeños detalles –ya fueran cuadros o Biblias con relevancia en la historia de los derechos civiles– definieron perfectamente lo que Biden pretende: que Estados Unidos recupere la brújula moral que toda democracia necesita para subsistir. Una que, en este caso, tiene que englobar a todas las minorías. Las mismas que han aupado al actual presidente a la Casa Blanca.
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