Hace unos días, Carles Puigdemont explicaba al diario The Times que creía que nunca más volvería a ver a sus padres con vida. La edad de sus progenitores y su situación legal le hacían pensar que ese encuentro no tendría lugar. Ahora que ha fallecido el padre, Xavier Puigdemont, ese temor se ha hecho realidad y lo más probable es que tampoco pueda volver a Cataluña para acudir al funeral. La euroorden, la tercera, que solicitó el juez Pablo Llarena tras la sentencia del procésle impide salir de Bélgica sin ser detenido hasta que la justicia de ese país decida si lo entrega a España por sedición y malversación tal como pide el magistrado español.
El padre del expresident de la Generalitat, que murió en su casa a los 91 años, trabajó casi hasta el último día de su vida en la pastelería que tenía en Amer. El negocio, que compró su propio padre en 1927 y empezó siendo también una especie de ultramarinos, lleva el apellido familiar. “Mi madre, mis hermanas y mis hermanos lo recordaremos siempre como un hombre de bondad inmensa y fidelidad a los valores del cristianismo de base. Descanse en paz”, anunció el expresident catalán. La noticia suspendió el mitin que Junts per Catalunya, su partido, tenía previsto organizar en Girona donde Puigdemont fue alcalde y donde tenía previsto entrar por videoconferencia.
Los dos detalles del patriarca que más aparecen en los relatos sobre la infancia del político son esa pastelería y el buen oído para la música de Xavier Puigdemont. Escribía música, había estudiado armonía y según le contó el político a su amigo periodista, Carles Porta, los domingos cuando cerraban la pastelería y se iban al campo, él padre aprovechaba para escribir y la madre, Núria Casamajó, cantaba, pues había estudiado en el conservatorio del Liceu y por eso Bach era una de las músicas que más se escuchaban en la casa infantil del expresidente catalán. Su viuda es huérfana de guerra: perdió a su padre en el exilio en Francia y su familia, siempre lo recuerdan en todas las semblanzas de Puigdemont, tenía raíces en el municipio jienense de La Carolina.
Familia numerosa, dulces, música y religión
La figura de su padre está presente en todas las biografías que se escribieron del político cuando Artur Mas lo eligió para sucederlo al frente de la Generalitat después de que la CUP se negara a apoyar un gobierno con el sucesor de Jordi Pujol al frente. Carles Porta, que además es amigo del político catalán, firmó en esa época L’amic Carles, donde recogió detalles de una familia compuesta de ocho hermanos. “Cuando hablas de eso siempre dices ‘parecía una comuna’. No teníais tele y había que espabilarse para buscar entretenimiento. Tu padre y tu abuela hacían turnos para contaros cuentos y vosotros os peleabais por la revista Cavall fort”.
En las páginas ese libro, el periodista recuerda que nunca le oyó un reproche contra sus padres, a pesar de que con nueve años lo internaron en El Collel, en Sant Miquel de Campmajor, un colegio aislado, ubicado en pleno bosque dirigido por sacerdotes. “Para tus padres era una manera de darte la mejor educación porque ese internado, en Girona, era un referente de calidad y además, tú eras un niño diferente, tozudo, difícil de doblegar, siempre entre libros y más de quedarte en casa leyendo que de salir a la calle a jugar”.
En su tuit de despedida, Puigdemont ponía de manifiesto “los valores del cristianismo de base” de su progenitor, que fue quien le puso en contacto durante su juventud con monjes del Monasterio de Poblet, donde hizo varias estancias para reflexionar. “Tanto te gustaba, que repetiste cuatro años y se lo recomendaste a los amigos”, cuenta Porta en ese libro en el que se dirige al presidente y amigo en segunda persona. Los hermanos también aparecen en ese volumen para hablar de la vida de una familia numerosa desarrollada alrededor de esa pastelería en la que el abuelo paterno inventó una especialidad: los ‘Capricis d’Amer’, un dulce seco parecido a los carquinyolis, hecho con harina, azúcar y frutos secos. Ya en la etaba de Xavier eran muy cotizados los xuixos, bollos relleno de crema y cubierto de azúcar.
De esos hermanos, Francesc, el mayor es quien sigue con el negocio familiar de la pastelería junto a su hermana Anna, la que tiene más relación con el político huido a Bélgica. Es la misma que hace unos días emitió en el que negaba haberse reunido con cinco de los detenidos por terrorismo en la Operación Judas para hacer de correo entre su hermano y Quim Torra.
Las otras dos mujeres, Montse y Dolors, llevan vidas discretas. De la primera se sabe que es profesora, de la segunda apenas nada. Los otros hermanos, tres varones más llamados Enric, Joaquim y Josep. De la vida pública del primero solo se sabe que sigue la tradición familiar de ser miembro activo de la Congregació dels Dolors, la que organiza la procesión del Viernes de Dolores, en la que también participó el fallecido. A Joaquim, que ha publicado varios artículos en revistas de Histora sobre su pueblo y la comarca de La Selva, lo nombran en muchos artículos como profesor universitario, pero su nombre no consta en el directorio de ninguna de las universidades catalanas.
Josep vive en Estocolomoy hay constancia de que antes de huir a Bélgica, Puigdemont había viajado en varias ocasiones a visitarlo con su mujer, Marcela Topor y sus hijas Magalí y Maria, de las que le separan “más de mil kilómetros de distancia”, como recordó en otro tuit reciente el expresidente. Ante la imposibilidad de ir al entierro de su padre, que tendrá lugar mañana viernes a las 12 del mediodía en la iglesia de Amer, seguramente sean ellas quienes le den el último adiós a Xavier Puigdemont en nombre de su hijo Carles.
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