Tom Hanks, el actor que nos devuelve la fe en la humanidad

En 1998 el periodista Tom Junod atravesaba su peor momento personal cuando se propuso “desenmascarar” a Fred Rogers. Mr. Rogers había sido una figura clave en la educación emocional de millones de niños durante toda la segunda mitad del siglo XX a través de su programa de televisión, en el que enseñaba a sus espectadores a gestionar la tristeza, la rabia y el miedo. A aceptar la pérdida. A atreverse a contar cómo se sentían. A aprender a quererse a sí mismos. Así que Junod estaba convencido de que este icono nacional debía tener un lado oscuro, pero fracasó en su misión y acabó enumerando todas las buenas acciones que presenció durante los días que lo acompañó. Junod concluyó que no había un hombre detrás de esas buenas acciones porque esas buenas acciones eran lo que construía, definía y explicaba al hombre. Y no existe mejor actor para interpretar a Mr. Rogers en Un amigo extraordinario , una película que narra la amistad entre el periodista y el presentador, que Tom Hanks. El último hombre decente de Hollywood.

Tras una ristra de comedias en las que siempre interpretaba a un “imbécil listillo”, tal y como él definió su arquetipo de los ochenta, Hanks decidió esforzarse por representar la heroicidad del hombre corriente. “Quiero contar historias como la del Apolo 13. No la de los tíos que llegaron a la Luna, sino la historia de los que no lo consiguieron”, le explicó a su agente. Desde entonces, no ha dejado de interpretar a hombres cuya épica radica en mantenerse íntegros en circunstancias adversas, cumplir con su deber y hacer su trabajo lo mejor posible.

Ha hecho de astronauta, agente de la CIA, piloto, periodista, político y marinero. “Tom Hanks nos muestra el camino. Nos muestra la mejor versión de nosotros mismos, repleta de imperfecciones. Nos hace comprender lo que los hombres una vez fueron y todavía pueden conseguir ser”, admiraba Bill Zehme en 2001. Hanks representa tanto la mejor versión del hombre corriente —o, mejor dicho, la imagen que al hombre corriente le gustaría tener de sí mismo— que hasta Bill Clinton, cuando se enteró de que iban a hacer una película inspirada en él —Primary Colors—, aseguró que solo quedaría satisfecho si lo interpretaba Tom Hanks. Pero su rol como brújula moral no se queda en la pantalla: el actor ha decidido que, como concluyó Tom Junod acerca de Mr. Rogers, las acciones son lo que conforman al hombre.

La actriz Sally Field aseguró que Hanks es tan buena persona que la hace sentirse mal. Días después de la victoria de Donald Trump, Hanks dio un discurso en el MoMA en el que consoló a la nación prometiéndole que todo iba a salir bien. “América ha estado en lugares peores que el de ahora y su viaje nunca se detiene. A veces, como en una canción de Bruce Springsteen, damos un paso adelante y dos hacia atrás. Pero aun así, en conjunto, caminamos hacia adelante”. Cuando Steven Spielberg envió al reparto de Salvar al soldado Ryan a un campamento militar, los actores votaron abandonar el entrenamiento por resultarles demasiado duro, pero él los convenció de continuar. Cuando unas girl scouts le vendieron una caja de galletas, se quedó con ellas ofreciéndoles selfies a los viandantes a cambio de que comprasen galletas.

“Cuentan que cuando hablabas con Fred, sentías que eras la única persona en el mundo que le importaba”, explica Hanks. El efecto de Mr. Rogers era tan balsámico que salió de su retiro en 2001 para compartir el duelo de la nación tras los atentados del 11 de septiembre. Y ahora Un amigo extraordinario lo homenajea sin el cinismo de desenmascararlo, sino atesorando el efecto que su compasión tuvo en el público y en el propio Junod, quien superó su crisis personal con la ayuda de Rogers. Junod señala que Hanks comparte con Rogers una presencia “gentil, calmada y poderosa”. Él es el único actor que podría conseguir que la bondad implacable de Rogers no parezca paródica, perturbadora o inverosímil: su trabajo no cae en la imitación, sino que evoca el estado de ánimo que Mr. Rogers creaba en sus espectadores.

En una entrevista reciente, una periodista de The New York Times se propuso encontrar el lado oscuro de Hanks. Era imposible que no lo tuviera, por recóndito que fuese. Una de sus estrategias fue inquirir sobre la relación del actor con sus hijos, tanto los dos del primer matrimonio —Colin y Elizabeth— como los del segundo —Truman y Chet—. “He descubierto, con el paso del tiempo, que lo único que puede hacer un padre es decirles: ‘Te quiero, no puedes herir mis sentimientos, espero que me perdones ocasionalmente, ¿qué necesitas de mí?’. Les ofreces hacer todo lo que esté en tu mano para protegerlos. Y ya está. Ofréceles eso y después solo quiérelos”, recomendó Hanks. La periodista se echó a llorar.

Después escribió un artículo sobre el fracaso de su misión de desenmascarar al actor y sobre lo bien que se sentía por ese fracaso. Al fin y al cabo, ya hay suficientes hombres oscuros en el mundo. Creer en Tom Hanks resulta mucho más fácil que desconfiar de él y, de paso, si crees en su bondad también estarás creyendo en la tuya.


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