Sobredosis, engaños y varias bodas: Los Niarchos, una saga familiar salpicada por la tragedia amorosa

La segunda boda que se celebra este fin de semana en St. Moritz entre Stavros Niarchos III y Dasha Zukova -la pareja ya se casó en secreto el pasado otoño- tiene a los historiadores rosas en vilo. Porque una boda en la que esté presente o que protagonice un Stavros Niarchos siempre remite a algunos de los episodios más turbios de la historia reciente griega. El descendiente del exuberante millonario griego, amante de las fiestas y coleccionista de miembros de la jet set, había seguido parcialmente los pasos de su abuelo. Aunque donde el abuelo se rodeaba en según qué etapa de su vida de bellas princesas e hijas de las más altas estirpes griegas, su nieto se conformaba con noviazgos escandalosos. Donde el gran patriarca Stavros protagonizó una historia de celos y rivalidad a lo largo de las décadas con las hijas de uno de sus mayores rivales y el matrimonio de su mayor enemigo, en una historia teñida de muertes y barbitúriscos, su nieto a lo más que llegó fue a liarse con Lindsay Lohan (después de un noviazgo con una nietísima que fuera mejor amiga de la entonces actriz: Paris Hilton). Pero es comprensible la aprensión si miramos los antecedentes.

El día de los Santos Inocentes de 1946, Athina Livanos y Aristoteles Onassis contraían matrimonio en Grecia. Athina era la hija menor de Stavros Livanos, hijo y nieto de marineros, tacaño legendario… Y uno de los tres armadores griegos más poderosos, en la época en la que la fortuna en Grecia volvió a sus puertos y astilleros. Los otros dos eran su nuevo yerno, Onassis, y uno de los invitados, Stavros Niarchos, el enemigo eterno de Onassis. Niarchos, casado por entonces en segundas nupcias con Melpomene Capparis, la viuda de un diplomático griego, se dedicó a bailar con Eugenia Livanos, hermana de Athina y segundo plato eterno en una de las relaciones más tóxicas de todos los tiempos. Porque, esa noche, donde una boda dio paso a otra -la de Eugenia con Stavros, un año después, con un fulminante divorcio de por medio entre Niarchos y -, se estaba gestando una de las mayores tragedias helénicas modernas. Esa noche, Stavros Niarchos y Athina Livanos se prometieron a sí mismos que algún día estarían juntos.

Entre medias, y tras el divorcio de Stavros y Melpomene (si alguien quiere ver un presagio en que esa viuda repudiada comparta nombre con la musa de la tragedia griega, adelante), las dos hermanas disfrutaron de longevos matrimonios: 10 años en el caso de Athina, que llevó muy mal los cuernos con Maria Callas,y que se casaría con un noble inglés. 18 en el caso de Eugenia y Stavros. Niarchos se divorció de Eugenia en México en 1965 para iniciar una relación con Charlotte Ford, descendiente de Henry Ford. Un año y una hija después, arrepentido y harto, volvió con Eugenia. El divorcio nunca fue reconocido en Grecia, así que nunca necesitaron -ni él ofreció el gesto- volver a casarse. A cambio, ni Charlotte ni su hija Elena aparecerían nunca en el testamento de Niarchos.

Durante todo ese tiempo, Onassis y Niarchos, concuñados, vivían una guerra pública: unidos por las dos hermanas -su suegro murió en 1963 haciéndoles aún más ricos y eliminando un rival del tableto-, enfrentados por plataformas petrolíferas, por grandes cargueros, por cada contrato multimillonario que los dos armadores se disputaban y restregaban por la cara del contrario. ¿Un ejemplo? En 1969, Onassis alquiló uno de los mayores hoteles de lujo de Atenas para disfrutar de una fiesta increíble. La que celebraba el contrato gubernamental de 400 millones de dólares de la época (2.500 millones de euros de hoy) que le acababa de ganar a Niarchos en su propio país, Grecia. Onassis se aseguró de tener a todo el mundo que era alguien en esa fiesta. Igual que hacía Niarchos en sus propias fiestas. Para ellos, los famosos eran cromos, y se trataba de tener más que el contrario.

Un año más tarde, Niarchos llegaba a las portadas internacionales por otro motivo: Eugenia Livanos había aparecido muerta en la isla privada Spetsopoulas, propiedad de Niarchos (que la compró en 1962, un año antes de que Onassis comprase Skorpios, en un patrón evidente). La causa de la muerte: una sobredosis de barbitúricos un tanto sospechosa que llevó a la policía a investigar -y después a exonerar, calificando la muerte de accidental- a Stavros.

Eso fue en 1970. En 1971, Athina Livanos se divorciaba de su segundo esposo y se casaba con Stavros. El viudo de su hermana. El padre de sus cuatro sobrinos. Un matrimonio considerado maldito y tabú por la conservadora sociedad griega. Dos años después, como si los dioses quisieran castigar el hybrys de los tres apellidos, Alexander Onassis, el hijo de Athina y heredero natural de Aristóteles, moría en accidente de aviación. Una muerte que iniciaría una cadena de desgracias.

Meses después de esa tragedia que no pudo superar, entregada por completo a los barbitúricos, Athina Livanos moría igual que su hermana Eugenia: de sobredosis. Fue en París, en 1974. Aristóteles tampoco podría superar la depresión por la muerte de su hijo y moriría en 1975.Tras su muerte, la única hija de ambos, Cristina Onassis demandó a su padrastro y tío, Niarchos, por la herencia de su madre, 250 millones de dólares de la época. Niarchos se lo dio todo. Todo lo que pidió: dinero, joyas, arte, pieles, todo lo que jamás hubiese pertenecido a la Livanos. Cristina moriría tambien, milmillonaria y trágica, en 1988.

Stavros Niarchos, que dedicó las siguientes décadas a seducir princesas, moriría en Suiza, en 1996. Sobrevivió a todos sus enemigos. Nunca volvió a casarse. Dejó cinco hijos, y una quincena de nietos. El que lleva su nombre y el que más se acercó a las fiestas y la vida salvaje es quien ahora celebra su boda.

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