Su alter ego tiene apellido de personaje creado por John Fante, entre sus eclécticos fans se encuentran C. Tangana y Mónica Naranjo, y su voz no solo aparece en Spotify, sino también en la serie de dibujos animados Caillou o en las películas Brave y Frozen, por su pasado como dobladora. Los conciertos de Rigoberta Bandini, Paula Ribó para los amigos y los documentos oficiales, tardan minutos en colgar el cartel de vendido y sus canciones (solo ha necesitado cinco para ser la Rosalía del indie) se han convertido en himnos capaces de mover las caderas de la tristeza. “Una canción triste se baila igual que una alegre, porque cuando las emociones son intensas ocurre como con los polos opuestos: se tocan. Eso sí, aunque la intensidad siempre genera lo mismo, es mejor estar extasiado de felicidad que de tristeza”, aclara Paula durante el úlitmo evento de Sephora en el que ha participado.
«La gente ha absorbido mi música con cariño porque salió en el confinamiento».
La catalana forma parte de aquellos que, mientras el resto del mundo hacía sentadillas ante el sofá del salón, encontraron en el aislamiento el trampolín perfecto para su creatividad. “Quiero pensar que mi música habría funcionado igual si no hubiéramos estado confinados, pero sin duda la gente la ha absorbido de forma tan rápida y con tanto cariño porque salió en pleno confinamiento”, reconoce. Entre papillas (se acaba de estrenar como fenómeno musical, pero también como madre) y canciones de Mocedades y Daft Punk, digerir un éxito tan repentino (su canción Too many drugs, que aparece en la serie Veneno, está cerca de los dos millones de reproducciones) es posible gracias a un privilegio que se esfuerza por señalar: “Ser madre ha cambiado inevitablemente el contenido de mis canciones, pero hay algunas cosas que jamás cambiarán. He compuesto muchísimas canciones para mi hijo, pero no las sacaré todas. Es una historia de amor muy intensa. Por eso cuando me siento a componer, hablo de él”, explica sobre sus nanas 3.0.
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Creo que si las parejas pueden dividirse la crianza al 50 %, todo es posible, aunque soy muy consciente de que hay muchos padres y madres solteros que viven una situación diferente. Al necesitar ayuda externa, necesitas recursos económicos, y entras en una espiral”, señala al referirse a lo que, a su juicio, jamás va a cambiar. Pero reconoce que habla desde el privilegio: “Sé que hay quien no podría soñar con tener mi vida. Jamás pensé que pudiera ser madre y, a la vez, levantar un proyecto artístico de este calibre, por lo que me estoy dando una lección a mí misma. Me parece guay que las siguientes generaciones puedan tener el referente de una madre creadora que, a los dos meses de dar a luz, esté dando un concierto”, señala Ribó, aunque ella misma creyó que, tras ser madre, tendría que dejar la vida artística relegada a segundo plano.
La realidad ha sido bien diferente. Tener ayuda externa facilita las cosas, pero también la música, que le sirva como terapia, y haber encontrado en su alter ego a alguien más con quien poder hablar. “Paula y Rigoberta están en constante diálogo, porque al final son siamesas –asegura la cantante–. Creo que Paula está aprendiendo mucho de Rigoberta, que a su vez le pide consejos a Paula, porque al final, es quien lleva más años en la Tierra. Bandini tiene menos de un año de vida y una libertad y abundancia que le están enseñando mucho a Paula. En el ámbito de la belleza, por ejemplo, me limito a ponerme máscara de pestañas y a maquillarme las cejas. Pero gracias a Rigoberta me atrevo a llevar looks que siempre había querido probar. Cuando salgo a cenar o me voy de fiesta, me gustan las sombras de colores y el brilli brilli. Con Rigoberta me he enamorado de las sombras coloridas y brillantes de Sephora Collection”.
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Sus canciones, como la vida, evolucionan y toman giros inesperados. Una de las más aplaudidas, In Spain we call it soledad, comenzó siendo un compungido tema en inglés fruto de una ruptura. Paula le fue echando a su guiso en clave mayor ingredientes en castellano para rebajar el sabor de las lágrimas. Y consiguió un plato fusión capaz de hacer temblar al spanglish de Bad Bunny.
“Hacemos electrónica libre, que nos sale del corazón. Cada mensaje tiene unos ingredientes que favorecen cada canción”, asegura antes de regresar a las metáforas culinarias, que emplea para explicar cómo es capaz de que mezclar el clasicismo musical con la tralla de Gigi D’Agostino o de terminar una canción marcándose un Mónica Naranjo, que ya le ha dado su aplauso virtual en las redes. “Toda creación es una cocina, y creo mucho en los agridulces y en los contrastes. Ese sabor es como la vida, y ese sentimiento es el que busco con la música. Si llega un mensaje más existencialista, le meto una base de Gigi, y ahí nace un oxímoron. Es muy intenso crear de esta forma, pero no sé hacerlo de otra manera, porque yo entiendo el arte desde ahí. Me sale de forma intuitiva”.
Si, como dice su canción, In Spain we call it soledad… ¿cómo llamaríamos a lo que está viviendo? “In Spain we say esto es un sueño”, responde. Lo bueno de este sueño es que, al menos para Rigoberta, no hay despertador que lo pare.
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