Reyes Monforte es especialista en encontrar aquellos sucesos y personajes a los que la Historia ha dado la espalda para novelarlos y convertirlos en narraciones fuera de lo común que enganchan a millones de lectores. Tras hacer de su primer libro, Un burka por amor, un bestseller y alzarse con el Premio Novela Histórica Alfonso X por Una pasión rusa, Reyes publica La violinista roja (Plaza & Janés).
Este título recorre la historia del siglo XX y sus principales sucesos de la mano de África de las Heras, la española que se convirtió en la espía soviética más importante del siglo XX y que estuvo en todos los escenarios posibles.
¿Cómo llegó a África de las Heras?
Llegué a ella durante el proceso de documentación de otra novela, y me llamó mucho la atención que una española acabara convirtiéndose en la espía política más importante del siglo XX dicho por sus propios superiores. La descubrí en un reportaje periodístico y lo dejé ahí hasta que terminase la novela. Luego quise saber un poquito más sobre ella y cuanto más sabía, más ganas tenía de novelar su historia. Llegué a ella casi por casualidad, como llegan las grandes cosas en la vida. Y me encontré un pedazo de personaje.
Tras convivir con ella durante mucho tiempo, ¿qué es lo que más le fascina de su figura?
Que nadie supiera quién era. A día de hoy muy poca gente sabe que fue la española más condecorada y una de las primeras mujeres en ser coronel del KGB. Estuvo en todos los acontecimientos más importantes del siglo XX: en la Guerra Civil española, en la checa de San Elías, que era una de las más crueles, en el operativo que mató a Trotski, en la Segunda Guerra Mundial, en la Guerra Fría… Es difícil encontrar un gran escenario donde no esté su sombra, pero su sombra porque nadie sabía ni que existía. Lo logró incluso después de muerta, porque su historia no empezó a conocerse hasta diez años después, y murió unos meses antes de la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética, justo todo aquello por lo que había luchado, por lo que había renunciado al amor y a formar una familia… todo desapareció unos meses después de su muerte.
¿Cree que ese olvido histórico se debe a que fue una mujer o no cree que eso sea relevante?
No, de hecho yo creo que el que no la conozcamos como podemos conocer a otros espías como William Fisher o Rudolf Abel es porque era realmente buena, sabía que tenía que pasar inadvertida y en aquella época ser mujer lo utilizó como una especie de disfraz o de armadura, porque nadie iba a sospechar de una mujer. En París se hizo pasar por una modista de Alta Costura para casarse con un escritor y poder trasladarse a Uruguay para formar la mayor red de espías soviéticos que operó en todo el mundo. Cómo ibas a sospechar de una modista… o en Uruguay se hizo pasar por la propietaria de una tienda de antigüedades. Para ella ser mujer era una manera de pasar inadvertida, nadie sospechaba que una anciana que hacía tartas era una espía. Ser mujer le ayudó y lo utilizó para llevar a cabo sus planes de conseguir un nuevo orden mundial en el que reinara el comunismo. En aquella época era una mujer empoderada que hacía lo que le daba la gana y tenía el poder que le concedía el Kremlin para poder hacerlo.
Por la novela desfilan algunos de los personajes más relevantes del siglo XX, desde Trotski al Che Guevara. Como escritora, ¿le impone o condiciona de alguna manera dotar de alma a nombres tan conocidos de la historia?
No, qué va, me apasiona. De hecho, de las cosas que más he disfrutado de la novela y del proceso de documentación es la posibilidad de dialogar los encuentros entre África y Trotski, Ramón Mercader (su asesino) o Frida Kahlo. De ella conocemos poco pero de los personajes históricos con los que se codeó hay mucha documentación, y esas fuentes te ayudan a saber cómo novelar esos diálogos y encuentros.
La novela recorre hechos cruciales del siglo XX. Impresionan los capítulos en los que se habla de la devastación de Ucrania al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, parecen crónicas de un periódico de estos días. ¿Pensó mientras lo que escribía en la posibilidad de que pudiéramos volver a ver algo así de nuevo? Esas ciudades fantasma con la gente aterrorizada…
Cuando estaba escribiendo no me imaginé que iba a haber una guerra entre Rusia y Ucrania, pero en el anterior libro, Postales del Este, que está ambientado en Auschwitz, abría lo novela con una frase de Primo Levi: «Ocurrió, por consecuencia puede volver a ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar». Y es verdad. Él se refería al nazismo pero el periodo que vivimos de Stalin claro que puede volver a ocurrir, y las guerras y los ataques nucleares. Que no lo esperemos no quiere decir que no vuelva a suceder, y lo estamos viendo ahora. En cualquier informativo o periódico se ven esas crónicas y muchas cosas recuerdan a lo que vivió África de las Heras en esos bosques de Ucrania. Ella era maestra en desinformación. El poder de la información y la comunicación y cómo se usa para informar de manera interesada no es algo nuevo, la inteligencia soviética es maestra en eso, a través del engaño y la mentira esa información se convierte en desinformación para formar su propio relato de los hechos.
Los hechos reales se han convertido en su mejor inspiración para escribir. ¿Qué es lo que más disfruta a la hora de documentarse para cada proyecto?
El propio proceso, es como un puzle que tiene muchas piezas y las vas encajando unas con otras… o el tarro de cerezas, que dicen que es lo más parecido al proceso de escritura de una novela, porque cuando coges una, siempre salen más enganchadas en los rabitos. Y eso me pasa cuando me documento. Empecé leyendo un reportaje periodístico de África de las Heras que me llevó a un libro, ese libro me llevó a otros diez, y al final ha quedado La violinista roja con más de 100 libros de referencia bibliográfica y bastantes fuentes más, audiovisuales, informes… por mi faceta de periodista la investigación es lo que más disfruto, que un suceso case con otro, y por supuesto a la hora de escribirlo.
¿Hay algún momento o hecho histórico que le gustaría abordar?
Muchísimos, porque el siglo XX es un cajón donde se guardan los mejores guiones de cualquier historia, pasó de todo, dos guerras mundiales, guerras civiles, entreguerras… grandes héroes y villanos… está repleto de historias que todavía tienen que ser descubiertas. Me gusta mucho basarme en hechos reales porque desde que escribí Un burka con amor si algo tengo claro es que la realidad supera la ficción. Cuando dices que una novela está basada en hechos reales te llama más.
Se ha convertido en uno de los nombres más representativos de la novela histórica, ¿le gusta o le molesta que le encasillen?
No, la Historia me encanta… pero yo escribo novelas, que sean históricas o no me da lo mismo. No me molesto por nada, yo lo que quiero es que la gente lea novelas independientemente de cómo estén catalogadas. Me gusta la Historia porque es nuestra mochila, tanto emocional como sentimental y biográfica. Lo que pasó hace 50 años de alguna manera afecta a nuestra vida actual.
¿Cuáles son sus gustos lectores?
Me lo leo todo, menos ciencia ficción, es algo en lo que aún no he logrado entrar. Leo ensayo, novela histórica… disfruto con un buen libro, te gustan o no te gustan independientemente de la etiqueta que le pongamos.
Su primer libro fue un verdadero bestseller. ¿De qué manera marcó su trayectoria como escritora?
Posibilitó que me dedicara íntegramente a la escritura. Cuando estaba escribiendo Un burka por amor trabajaba en la radio de madrugada, y los horarios eran un poco malditos para poder escribir como me hubiese gustado, pero aún así se publicó, funcionó muy bien tanto en España como en el resto de países y sigue funcionando. En junio hace 15 años de su publicación, ahora sacaremos una edición especial revisada y me sigue sorprendiendo que esta historia siga vendiendo tanto.
¿De qué manera le ha servido su experiencia como periodista en su labor como escritora?
Siempre digo que soy una periodista que escribe, el periodismo me encanta como búsqueda de historias, de personajes… Si no hubiera sido periodista no me hubiera hecho escritora, estoy convencida. Igual que si no fuera lectora empedernida tampoco habría escrito. Me condiciona mucho y me gusta que me condicione, me gusta estar pegada a la actualidad, a la gente y a lo que pasa en la calle, y estoy segura de que eso marca.
¿Cuál es su rutina a la hora de escribir?
Cuando estoy escribiendo la novela me puedo tirar diez o doce horas escribiendo al día todos los días, incluidos los fines de semana. Soy muy germánica, mínimo son ocho horas de escritura, porque si no a mí no me funciona. Grandes manías no tengo, pero me gusta escribir en silencio y con mucho café al lado.
¿Qué es lo que más disfruta del proceso de escritura?
Me gusta es cuando todas las piezas van encajando. Cuando me pongo a escribir voy sobre seguro, he elaborado una especia de guion y sé por dónde van a ir los personajes y la trama, cuando parar y cuando continuar, no hay grandes sorpresas. Pero cuando estás escribiendo y la historia va surgiendo e incluso te va sorprendiendo, y se va enlazando un suceso con otro y un personaje con otro, da mucha alegría porque sabes que si tú estás disfrutando de ese momento el lector también lo hará.
Si echa la vista atrás, ¿qué títulos le han marcado como lectora?
Recuerdo leer desde pequeña, Los Cinco, Agatha Christie… pero hubo uno que me marcó mucho, Momo, de Michael Ende. Me encantó la historia de esa niña huérfana que se enfrenta a los señores grises que quieren robar el tiempo a las personas. Me llamó mucho la atención y me abrió las puertas a un reino mágico y especial donde todo era posible. Creo que es el libro que más veces he leído, admite muchas relecturas. Y siempre lo regalo.
¿Qué sueño literario le gustaría cumplir?
La nueva novela, seguir escribiendo. El éxito de cualquier persona es tener trabajo y que te guste, para mí es un privilegio tener la oportunidad de escribir y que los lectores y la editorial respondan. Seguir encontrando historias y personajes, ese es mi sueño y espero no despertar nunca.
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