La mañana se ha levantado fría en Murcia, pero soleada. Manuel Clavel y su equipo llegan expectantes. Es un día importante. Toca probar la piscina. En voladizo. La más grande construida en Europa. 22 metros de voladizo a cada lado de un total de 44, a 30 metros de altura. Manuel se despoja de su ropa. Se sumerge en el agua. Fría. No estaba previsto, habría traído su traje de neopreno. Se desplaza firme, marcando cada paso: un, dos, un, dos… Abajo todo el equipo observa atento entre las obras interminables de las calles adyacentes. Manuel se aísla del exterior. Inhala. Exhala. Sensación de vértigo. Como flotar en el aire. En el filo es como estar asomado a un balcón de piedra alcanzando las vistas que se unen con el paisaje urbano bajo un cielo limpio. Desafiando a la gravedad. La adecuada relación entre el peso, la altura máxima, el ancho… hasta alcanzar un ángulo de emoción difícil de igualar con otro lugar. Rompiendo la imagen de la clásica piscina, en total simbiosis con el entorno. El lujo contemporáneo era esto.
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Su nueva obra no deja indiferente. El centro de ocio Odiseo, en Murcia, que acoge la piscina en voladizo más grande de Europa, tiene un aforo para 2.000 personas y se han invertido en construirlo 30 millones de euros. Clavel lo define así: “Es un oasis urbano, un edificio que renaturaliza la ciudad. Un tótem natural, desprejuiciado y salvaje, en el que el material que predomina, casi en un 70%, es el aire. Se trata de, como decía Chillida, trabajar con el vacío”. Estamos pues ante una reinvención del concepto del lujo. Sin ir más lejos, el estudio Clavel Arquitectos es el autor de la remodelación parcial del hotel de cinco estrellas NH Gran Casino de Extremadura, en Badajoz, que fue seleccionado en la 62ª edición de los Premios FAD de Arquitectura e Interiorismo.
A lo largo de su historia, a los FAD les ha costado mucho lidiar con diseños que tengan que ver únicamente con la idea del lujo y han destacado trabajos a favor de la austeridad y la correcta utilización de recursos y conciencia ecológica. Que los FAD hayan reconocido el hotel NH Gran Casino de Extremadura es algo inédito. Manuel Clavel ha entrado en esta carrera entre los cinco finalistas precisamente por su atrevimiento y esa reinvención de lo que hoy llaman lujo y que no sólo tiene que ver con el dinero.
Actualmente, Clavel trabaja para el grupo Louis Vuitton para el que ha diseñado el Design District, propiedad de Vuitton y del famoso promotor americano Craig Robins, coordinado por el antiguo responsable de arquitectura del MOMA de Nueva York, Terence Riley. Una propuesta hasta ahora inédita, “a mitad de camino entre el arte y la arquitectura”. Un edificio comercial y de aparcamiento cuya fachada está compuesta por 50 vehículos, a tamaño real, colgados y pintados en oro y plata. ¿Qué motivó al grupo Vuitton elegir a Clavel? Básicamente, lo que acordaron fue contratar a una persona con ideas frescas, sin prejuicios, que dotara de personalidad al barrio Design District, más que construir una infraestructura.
“Ahora ese edificio está incluido en los circuitos turísticos. Se trataba de lograr que alguien esté dispuesto a desplazarse y tener la ilusión de compartir que ha llegado a un sitio que le gusta”. Hasta ahora ya le ha valido los dos premios más importantes en EEUU: mejor edificio del año 2018 en Miami, otorgado por la Asociación Americana de Arquitectos, y el premio Edificio Innovador del año 2018 en USA por la Asociación Americana de Movilidad y Aparcamiento. Trabajar con Vuitton significa algo que va más allá del lujo “Las grandes marcas se están aliando más con artistas, con creadores, porque ya nadie quiere consumir objetos caros, sino pensar que lo que tú estás comprando tiene un valor por encima de lo puramente material. Es algo más intelectual y que al final es más sutil. Y el mundo tiene que ver actualmente con esto, conectar con las cosas que nos seducen a través de la imagen, la sensación puramente experiencial”.
¿Quién es Clavel?
Manuel Clavel suele citar “gatos tumbados al sol”, una frase de Souto de Moura, cuando le preguntan cómo entiende la arquitectura. Se refiere a la manera que tiene un gato de conectarse con el suelo, esa es la forma con la que un edificio debe relacionarse con el lugar. Pero, ¿quién es Manuel Clavel Rojo (Murcia, 1976) del que se habla con tanto entusiasmo fuera de nuestras fronteras? Se trata de uno de nuestros arquitectos jóvenes con mayor proyección internacional. Tras estudiar en Madrid en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura, una beca de la Caja de Arquitectos le llevó un año a Londres “me fui a FOA con Farshid Moussavi y Alejandro Zaera-Polo. Una experiencia vital, más que profesional, que me enseñó a ver con naturalidad proyectos complejos y a desmitificar problemas y situaciones”.
Posee oficinas en España, Miami y Dubái. Vive con el jet-lag pegado a la espalda. Director y cabeza visible del estudio Clavel Arquitectos, habla desde su estudio en Murcia rodeado de un equipo de 25 personas formado por arquitectos, biólogos, ingenieros e interioristas donde se realizan íntegramente todos los proyectos. Este joven arquitecto ha logrado que muchos giren su mirada hacia esa pequeña ciudad en el sur de España. De su mano han surgido restaurantes en Dubái; el proyecto Lio, de Grupo Pacha en Miami, mano a mano con Ricardo Urgell, el arquitecto de la noche; un garaje en Miami, colegios y viviendas, clubes náuticos, naves industriales, mobiliario para calles y hasta puertas para el parque del Retiro.
Clavel, que sigue compaginando sus clases de arquitectura en las universidades de Miami y Nueva York, participa como jurado para calificar los proyectos de fin de carrera en la Universidad de Harvard y sigue recibiendo encargos para diseñar obras en mansiones de la jet set de Florida, explica cómo entiende la relación con los clientes a la hora de proyectar sus obras. “Las empresas líderes son las que han sido capaces de seguir manteniendo la innovación. Innovar significa eliminar, liberarse de modos de pensar del pasado para poder avanzar. También les digo que navegar en la mediocridad es un riesgo y cuando las crisis vienen con lo primero que arrasan es con la mediocridad”.
Ducasse, el chef con más estrellas Michelin, eligió a Manuel Clavel para su proyecto gastronómico más ambicioso en la Isla de la Palmera, en Dubái. El reconocido cocinero siempre apuesta por la innovación y en esta ocasión buscaba un nuevo arquitecto. Alain es de los primeros chefs que entendió la experiencia gastronómica no sólo unida a la comida, sino que la experiencia física del espacio es fundamental para completarla. El objetivo era lograr todo un ejercicio del lujo, pero de forma elegante. El resultado: un huevo de 20 metros de altura, inspirado en los Fabergé, que preside cada piso del restaurante integrado arquitectónicamente y guardando sorpresa en su interior. “Es como entrar en un sueño, en una especie de joyero”.
No es la primera experiencia de Clavel diseñando para el sector de la gastronomía. Anteriormente, AllOnda, restaurante creado en Dubái para el chef estadounidense Jeffrey Chodorow, socio en distintos proyectos con Ian Schrager del mítico Studio54, en Nueva York, resultó ganador del Título Continental 2019 de la UNESCO en la categoría de África y Asia Occidental. Clavel encabeza un concepto de arquitectura donde las personas importan, se implican e interactúan, como vemos en la ampliación del mercado de San Miguel, en Miami. Su estudio ha recibido importantes reconocimientos a nivel nacional e internacional como el Award of Merit de los PTI Awards 2019 otorgados por el Post Tensioning Institute, título continental 2019 del prestigioso Prix Versailles en asociación con la UNESCO y la Unión Internacional de Arquitectos, Win 2018 Lighting of the Year en Londres y XIV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo. Asimismo, en China ganó dos concursos internacionales para construir el nuevo edificio administrativo para el ayuntamiento de Changde y el pabellón del Museo de la Arquitectura de Hangzhou, dos obras públicas que le abrieron las puertas en el gigante asiático.
Cada trabajo de Clavel se distingue por la innovación. Y carácter. Un carácter que Manuel ha heredado de su padre, su arquitecto de referencia, Luis Clavel: “Es mi referente moral”. El abuelo paterno fue un reconocido médico murciano, como después lo sería su hijo, Manuel, presidente de la Real Academia de Medicina y Cirugía de la Región de Murcia. Precisamente, el primer trabajo de Manuel, y con una repercusión mediática inesperada, fue un panteón para su abuelo. “Él lo llamaba ‘mi chalecito’. Cuando me preguntaba cómo iba, yo le decía que “de muerte” y él se partía de risa. Fue mi primer proyecto, incluso antes de acabar la carrera”. Un carácter competitivo e intrépido forjado en sus veranos en la Dehesa de Campoamor (Alicante) desde donde casi cruzaba a nado el Mar Menor y fue becado como deportista de alto rendimiento en vela.
Con apenas 15 años formó parte de la tripulación de la nave de un promotor que decidió cedérsela todo el año a cambio de que le ganaran competiciones. “De pequeño me enrolaba como tripulación en veleros para dar la vuelta a España. Era muy competitivo y recuerdo cambiar velas de noche con un oleaje que te sometía a situaciones de riesgo real”. Ahora disfruta del velero familiar de doce metros de eslora, Sincio, “una palabra que en el dialecto santanderino de mi abuela significa ‘algo que deseas mucho’”, que construyeron sus padres clavo a clavo, “de pequeñitos cada uno íbamos atornillando o agregando piezas, en ese barco hemos colaborado todos”.
Su receta a la hora de trabajar: conocer de primera mano el espacio donde va a actuar y su historia, aprovechar todas las posibilidades que le ofrece la ingeniería moderna y, sobre todo, la complicidad. “El patrimonio de una ciudad lo construye la gente. Todos deberíamos tener ese compromiso con la calidad y poner un granito de arena generando edificios que perduren en el tiempo”. Las ciudades requieren arte, diseño y gastronomía y, ahora que la economía no vive su mejor momento, Clavel tiene claro que el reto es construir a un precio sin dispendios, pero logrando que esos edificios sean fascinantes. Clavel confía y cree en el futuro, “amable inclusivo, cálido y sostenible con un derroche de imaginación y lujo”, sin dejar de lado la auténtica sostenibilidad: “Sostenibilidad. Una palabra que se ha pervertido completamente. En el nombre de la sostenibilidad se están haciendo auténticas barbaridades. Hay proyectos que son agresivos con el medio ambiente pero como incluyen un ladrillo reciclado se venden como ‘sostenibles’. Me dan miedo las palabras que son muy fáciles de manipular”.
Las ciudades, dice, tienen que crecer pensando en la gente. “Cuando me muera espero que la gente diga: se estaba muy bien en sus edificios”. Utilidad y confort práctico, que aventuró Le Corbusier.
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