Me hice de letras porque no soporto los números. Para mí el infierno era verme en una oficina viviendo haciendo números. Considero los excel una de las mayores aberraciones que hemos cometido como especie. Sé que el mundo está en los datos. Pero también sé que el mundo no está en los datos. Lo veo con los recuentos de la pandemia. Qué bien, ya hemos bajado de 400. Por fin, ya son 200. Algunos días me he sorprendido jodido no porque hubiese subido otra vez de 300 muertos, sino porque eso significaba que iba a tardar más en salir de casa. Al darme cuenta me he dado vergüenza. Menos de la que debería, lo confieso. De tanto verlos, esos números, que son el mundo, se han quedado tan vacíos de significado, convertidos tan solo en signos y en estadística, que han dejado de ser el mundo.
Los datos tienen dos caras. Son fríos pero son duros. El problema es cuando te acostumbras a ellos, como ahora, solo les ves la primera y les pierdes el miedo. Son como el qué viene el lobo, que por mucho que te lo digan no asusta de verdad. Para echarte a temblar hay que verle los colmillos, que te salpique su saliva o que te lance una dentellada. Aquí, hoy, con esta crisis, creo que, salvo a aquellos a los que les ha alcanzado el mordisco letal del virus, no hemos visto la muerte. Pese a las saturaciones, no había caos de trauma y urgencias en los hospitales ni en las calles. No estábamos ahí, además, para verlo, sino en la irrealidad real del televisor o al otro lado del móvil, los memes y los memos viendo los números y el mundo con filtros de sorpresa, primero, y después de hastío pero no de miedo.
Lo malo de no ver la muerte, me temo, como de no ver los números, es no ver la realidad. La de hoy y la de mañana. Para asustarse de verdad hay que mirarla a los ojos. Y lo digo yo, que desde que era pequeño algunas noches rompo la madrugada a chillidos angustiado porque no quiero morirme. Hoy, que soy un poco menos pequeño, solo un poco, sigo haciéndolo. Me da pánico la muerte. Como esos números cuando los ves de verdad, cuando les miras a los ojos. 185 ayer. 185 personas que ya no existen.
David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘El traficante’. Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.
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