Cuenta la fábula que el origen del archipiélago de Raja Ampat está en el descubrimiento de seis huevos de dragón, de los cuales surgieron cuatro niños y una niña (uno de ellos nunca se abrió) y estos se convirtieron en los reyes de las principales islas de este paraíso natural: Misool, Salawati, Batanta y Waigeo. Estos islotes albergan más de 1.500 cayos y bancos de arena entre los que se encuentra el parque nacional marino más grande de Indonesia, la bahía de Cenderawasih.
Se considera uno de los mejores lugares del mundo para hacer submarinismo. Cuenta con más de 450 especies diferentes de coral (mientras que el Caribe alberga 70). Con la mayor diversidad marina del planeta, el archipielago de Raja Ampat se encuentra en Indonesia y pertenece a la provincia de Papúa Occidental. Es el lugar ideal para los amantes del estudio marino, de los atardeceres que quitan el aliento y de las playas desiertas. Por ello no es de extrañar que este haya sido el destino escogido por Francesca Thyssen-Bornemisza y su madre, Fiona Campbell-Walter.
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Madre e hija disfrutan de los últimos días del año y aprovechan para celebrar la Navidad navegando entre islas diminutas (y muy perdidas) localizadas en los cuatro reyes. Incluso Francesca asegura no poder encontrar en el mapa la ubicación específica de los islotes, los cuales les proporcionan unas vistas maravillosas. Además, la coleccionista de arte es una gran aficionada al esnórquel y no ha desaprovechado esta escapada con su madre para realizar numerosas actividades bajo el agua.
De hecho ya se ha dejado ver buceando entre un jardín de corales en la isla Pélé, que se encuentra en la República de Vanuatu (Óceano Pacífico) y donde se ubica una zona marina protegida con más de 29 mil kilómetros cuadrados.
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Francesca, protagonista de nuestra portada de junio, declaró para **Vanity Fair que su gran devoción no es solo el arte, sino también los océanos: “Son la pasión de mi vida.” Esta vocación viene desde su juventud cuando sus padres alimentaban a los peces con sus propias manos. Gracias a sus hijos – Eleanore, Ferdinand y Gloria**-, quienes dejaron de hacer submarinismo con ella, se convirtió en activista y decidió poner todos sus esfuerzos en intentar salvar los océanos: “La pesca había arrasado los arrecifes”, dijo.
Desde entonces, Francesca Thyssen no ha parado de aportar su granito de arena: desde la creación de la Alligator Head Foundation –que se dedica a conservar un total de seis kilómetros en la costa de Jamaica– y de TBA21-Academy, hasta la serie de performances Sounds Too Many que denuncia la contaminación acústica en los óceanos. Entre todas sus actividades reivindicativas, Thyssen Bornemisza llevó hasta hasta la costa del Coco (Costa Rica) obras donadas por 41 artistas con el fin de proteger a los tiburones.
Sin duda, es uno de los miembros de la aristocracia internacional más concienciada sobre la conservación de los bosques y los océanos; sus viajes al Amazonas o a las Islas Salomón le han servido para saber de primera mano lo importante que es la biodiversidad y su cuidado para la vida en la Tierra. Sabemos que este último viaje con su madre al mayor paraíso del planeta también le servirá para futuras acciones sostenibles.
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