Todos tenemos momentos puntuales de debilidad y “pecamos” en forma de magdalena o rosquilla. Pero esos pequeños caprichos, si no nos dejan con una sensación de culpa tras disfrutarlos y son esporádicos, son una demostración de que tenemos una relación saludable con la comida. ¿Pero qué pasa cuando el cuerpo no para de “pedirnos dulce” y si se nos viene a la cabeza una y otra vez la imagen de la caja de galletas que hemos comprado en el súper? Cuando el hambre no es la excusa para comer y nuestra apetencia por el azúcar se dispara, es hora de comprender qué le está pasando a nuestra mente. Aquí tienes una de las razones que explican por qué eres incapaz de ignorar el dulce.
¿Por qué a tu cerebro le apetece comer azúcar justo ahora que no puedes?
Lo prohibido nos atrae e intentar mantener un 100% de restricciones a la hora de enfocar nuestro esfuerzo vital en llevar una dieta más sana (no digamos ya si además estamos intentando perder peso) puede que no sea la opción más inteligente psicológicamente hablando. Como a ese ex novio del que aún no has borrado el número, la prohibición tajante de comer dulce va a hacer que tu cerebro desee más que nunca que lo hagas.
Según un estudio de la Universidad de Columbia, nuestro cerebro atribuye a las cosas que nos prohíben (comida incluida) el mismo nivel de atención que a nuestras posesiones personales por lo que le resulta imposible renunciar a ello y te lo hace saber mandándote mensajes. ¿La solución que ofrecen estos expertos? Que lo mismo que te han prohibido a ti se lo prohíban también a los demás: es más fácil no caer en la tentación si la gente que te rodea también renuncia al placer del dulce.
Como va a ser bastante difícil llegar a un consenso sobre prohibir el azúcar en tu casa, hay otra manera de enfocar este problema de forma que sea menos traumática para tu mente: aprender a incorporar el dulce de una forma moderada en tu vida. Para empezar, elimina los placeres culpables de la despensa porque caer en la tentación es fácil si la tentación está a dos metros de ti.
Tienes que despertar tu sentido del gusto y hacer que redescubra el dulce que existe en la naturaleza. Va a ser largo, pero si aumentas tu consumo de frutas y verduras mientras disminuyes el de alimentos con azúcar, tu cerebro dejará de enviarte imágenes mentales de galletas y podrás disfrutar de esa porción de tarta o ese bollo de forma puntual sin provocar una debacle nutricional (ni ataques de abstinencia por déficit de azúcar).
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