El caos antes de la gran desgracia: la boda de Romina y Albano

El 26 de julio de 1970 se celebró en un pequeño pueblo del tacón de la bota que es Italia una boda tan regada de fervor popular que se convirtió en una estampa de Fellini. “Caos en la boda de Romina Power”, titulaba ¡Hola! en su reportaje de portada sobre la noticia, añadiendo “45 grados de calor y el templo abarrotado”.El pueblo de Cellino San Marco, en Puglia, salió a la calle para celebrar a su vecino más ilustre, el cantante melódico Al Bano Carrisi, el día de su boda con la joven Romina Power, hija nada menos que del ya fallecido astro del cine Tyrone Power. Había tal multitud que aquello fue un avance de lo que ocurriría años después con la boda de nuestra Lolita patria, con el templo tomado por los curiosos sin casi sitio para invitados y contrayentes. Poniendo un toque de color, una tienda de discos había sacado los altavoces para radiar los grandes éxitos del novio, con lo que la estampa era desde luego, llamativa. Romina llegó impecable con su vestido blanco y una “caperuza sobre los cabellos, estirados hacia abajo”, escoltada por los carabinieri para que no peligrase su seguridad. Ya con ambos contrayentes en la iglesia, ¡Hola! contaba que Al Bano se acercó al micrófono para rogar a la gente que se calmase con un “Por favor, voy a casarme, he de casarme: sed gentiles”, pese a lo que no se escuchó nada de la ceremonia debido al barullo de la rugiente muchedumbre. Como sería de densa la atmósfera que la madre de la novia, Linda Christian, y su hermana Taryn acabaron subidas al tejado de la iglesia “echando de vez en cuando una ojeada desde cierta ventana de la cúpula, como si estuvieran en un palco de la ópera, pero sin gemelos. De la ventana salía una columna de aire caliente que estropeó el maquillaje de la Christian, pero esta sonreía, con un rictus entre desdeñoso e irónico”.

La inefable futura suegra había dejado clara ya su posición al aterrizar en Italia para el evento, declarando ante los medios: “Mi hija ha querido que también yo estuviese presente en la boda, y una vez más, ahogando mi orgullo de madre, he querido darle esta satisfacción. Al Bano no me ha pedido nunca su mano: tal vez en Italia esto no se estile ya. Mi hija hubiera tenido que esperar para casarse. Es todavía una niña”. En efecto, igual que Linda, algunos pensaban que aquel matrimonio era un tanto precipitado no solo por la juventud de la novia –tenía 18 años y el novio 27–, sino por la diferencia entre los mundos de los contrayentes. Se veía bien claro en la foto nupcial, con la humilde, sencilla y clásica familia italiana de Al Bano y la mucho más sofisticada y escueta familia de Romina: una madre actriz de cine con la que se llevaba regular y una hermana de destino incierto. Linda despreciaba los orígenes humildes de su yerno y demostró su oposición a la relación desde el principio. La idea de que la viajada Romina, acostumbrada a ambientes frívolos, artísticos y millonarios encajase en la muy rural Cellino San Marco parecía complicada. Pero para sorpresa de muchos, aquello funcionó, al menos durante mucho tiempo en el que fueron la imagen viva de la “felicitá”. Pero al final, la desgracia se cebó con Al Bano y Romina de un modo tan cruel que 30 años después todavía les persigue.

Con aquella boda se unieron dos mundos en apariencia opuestos que acabaron encajando a la perfección. Al Bano representaba la tradición, lo humilde, una historia de superación personal en la que muchos italianos de su generación (y también de otros países) podían reconocerse: nació como hijo de campesinos, un muchacho más del sur de Italia que desde niño había conocido el trabajo duro de sol a sol. Como contaría en el programa de RTVE Lazos de sangre, para él, el campo era una vida “de esclavitud”, sin vacaciones, ni domingos, ni días festivos. Deseando huir del mundo rural y como tenía una bien modulada voz de tenor y vocación artística, dejó su pueblecito de 6.000 habitantes para hacer carrera en la industriosa Milán. Cuando se marchó, su madre lloró amargamente y su padre vaticinó: “en tres meses estarás de vuelta”.

Pero no fue así. A mediados de los 60 en Italia, la canción melódica, romántica, al ritmo de festivales como el de San Remo, estaba en su plenitud y dispuesta a conquistar el planeta. Y Al Bano, con sus gafas, su buena presencia y su torrente de voz, encontró un camino allí. Tras participar él también en los ubicuos festivales y pasar por televisión, obtuvo su primer gran éxito con el tema Nel sole, una canción tan popular que le valió un contrato cinematográfico para rodar su primera película, aprovechando el tirón de su hit. Y en esa película compartiría pantalla con Romina Power, una adolescente que pertenecía a la realeza de Hollywood; tal vez no de primera magnitud pero realeza al fin y al cabo.

El pedigrí de Romina hablaba por sí mismo: su padre había sido Tyrone Power, uno de los galanes más célebres del cine. Su madre era Linda Christian, actriz mexicana nacida como Blanca Rosa en Tampico, hija de un adinerado empresario holandés, dueña de su propia historia de película. Linda iba para médico cuando a mediados de los 40 el conocido seductor y estrella Errol Flynn la convenció de que debía ir a Hollywood y empezar una carrera como actriz. Su inapelable argumento fue “¿Qué? ¿Malgastar una belleza semejante con la medicina cuando el mundo está hambriento de estrellas?”. Linda luego describiría a Errol, “el primer hombre de mi vida”, como “una víbora que habló fatal de mí en sus memorias, diciendo que le costé una fortuna en el dentista. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que fui la menor de edad que menos le costó”. Pero en aquel momento la joven le hizo caso, y según ella presume en el libro de entrevistas Screen Sirens Scream!, “no tenía experiencia más allá de en funciones escolares, pero siempre me daban papeles protagonistas”. Sí es verdad que Linda consiguió uno de los famosos contratos de siete años que se estilaban en la época, en su caso con la Metro, pero su nombre no llegó a ser una gran luminaria de la pantalla.Hizo papeles de chica guapa en películas junto a Xavier Cugat o Lana Turner antes de “debutar” a lo grande en Tarzán y las sirenas, protagonizada por Johnny Weissmuller. Ya trabajaba de manera regular cuando conoció al que ella de forma inmediata identificaría como “elpadre de mis hijos”. Fue en Roma, en la Italia que tanto marcaría su destino, cuando su hermana Ariadne, también actriz, y ella se hospedaron en el mismo hotel que Tyrone Power. Su hermana insistió en esperar a que apareciera para pedirle un autógrafo y sucedió lo que suele pasar en estos casos: la acompañante se llevó el gato al agua. “Fue amor a primera vista”, contaría Linda. “Tyrone se declaró casi inmediatamente. Decidí casarme con él”.

Lo hicieron en 1949 en Roma, pese a que el momento de conocerse Tyrone tenía un romance con Lana Turner, que le consideraba el amor de su vida y entró en shock cuando se enteró de que él la dejaba por la “bomba anatómica”, como había definido la revista Life a Linda. La boda fue no tan lejana a la que luego tendría su hija Romina como a Linda le gustaría recordar: las fans gritando “Ty il Magnífico” y “Viva Linda” provocaron altercados y desmayos cuidadosamente publicitados por el estudio. Power ya había estado casadocon la actriz Annabella y se le ligaba sentimental y sexualmente a una miríada de famosas, como Judy Garland, Janet Gaynor, Loretta Young, Gene Tierney, Jane Wyman o Claudette Colbert (y también a algunos romances con famosos y anónimos, según rumores sin confirmar). La luna de miel la pasaron recorriendo España en coche y acercándose a Roma a visitar al Papa. Linda sufrió varios abortos, pero al final Romina Francesca nació en el 51 y su hermana Taryn Stephanie en el 53. Dos años después, el matrimonio se separaba. Linda contaría que cuando se enfrentó a Tyrone por sus infidelidades, él le sugirió que ella se echase también un amante.

Linda y sus hijas se establecieron en Roma, mientras que Tyrone continuaba con su carrera cinematográfica, a la que en realidad le quedaba muy poco ya. El actor se encontraba en Madrid, rondando Salomón y la reina de Saba, cuando el 15 de noviembre del 58 sufrió un infarto. Jamás se recuperó. Su fallecimiento sorpresivo con tan solo 44 años produjo gran conmoción, con el pueblo español hablando con reverencia de cómo su cadáver vestía todavía la armadura de atrezzo en el tanatorio y con algo más de retranca de cómo había fallecido “sobre el pecho de Gina Lollobrigida”. Pero el espectáculo debe continuar, y la película siguió filmándose con Yul Brynner como sustituto de Tyrone. Poco después de su muerte, nacería su hijo póstumo, Tyrone Power Junior, fruto de su reciente matrimonio con Deborah Minardos. Romina y Taryn se quedaron huérfanas de un padre al que adoraban pero apenas conocían. Debido a que su madre se había quedado con la custodia y a los numerosos desplazamientos por trabajo que tenía que hacer, Tyrone era para ellos más un símbolo que una presencia real. Esto se acrecentó con el hecho de que fuese un actor tan famoso cuya fama sobrevivió a su muerte y al paso del tiempo. Muchos años después, Romina publicaría un libro en el que entrevistaba a las amistades y conocidos de su padre para intentar conocer a la persona real tras el mito.

Claro que para mitos, su madre. Linda viajaba de forma incansable y pronto se convirtió, según las lenguas maledicentes, en “una estrella del escenario, la pantalla y los funerales”. Esto último probablemente tenía que ver con su relación con el piloto de carreras español Alfonso de Portago. En mayo del 57, Linda acompañó a Portago a la Mille Miglia, donde la prensa les fotografió besándose (él estaba entonces casado). Minutos después de aquel beso, Alfonso se estrellaba con su Ferrari matándose a sí mismo y a otras 10 personas en el accidente. No tardaron en etiquetar el gesto de Linda como “el beso de la muerte”. Linda siguió trabajando en papeles secundarios o en cine de medio presupuesto, de terror antes de que fuera cool y en Europa, con oportunidades ocasionales de rodar junto a Elizabeth Taylor y Richard Burton en una de las películas que hicieron juntos. Llegó incluso a ser la primera chica Bond, aunque fuera en una que no pertenece a la saga oficial, al aparecer en Casino Royale, pero sobre todo se convirtió en una presencia habitual en los escenarios de la jet set internacional gracias a sus sonados romances. Con su belleza, su finado ex marido, su pedigrí multilingüe y sus gustos exóticos, Linda encajaba de maravilla en ese mundo que en los años 60 empezaba a hacerse pequeño gracias a los aviones a reacción. Se la veía con playboys como “Baby” Pignatari o Aly Khan,y, en 1962, se casó con el actor Edmund Purdom (la ex esposa de él había citado su nombre en la demanda de divorcio), pero aquello “no tuvo mucho de matrimonio”, según confesaría ella. “Edmund estaba tan frustrado de que hubiera esperado tanto para casarme con él que me pegaba. Así que el tiempo real que pasamos juntos no llegó ni a 24 horas”. Ese mismo año 62 Linda publicaría su autobiografía, cuya portada estaba ilustrada por un colorido y erótico retrato –los pechos estaban cubiertos apenas por una blusa transparente– que le había pintado Diego Rivera en 1947, con el que se supone que había tenido un affaire. El libro se lo dedicaba “a las hipócritas, a mis colegas, que las han hecho en mayor cantidad que yo y que quisieran pasar por santas”.

Dos años después, en el 64, llegó a España para rodar durante unos meses y acabó quedándose durante siete años, en parte propiciada esa estancia porque se lio con otro famoso rompecorazones local, Luis Miguel Dominguín. En Marbella, Linda disfrutó de la dolce vita local y ayudó a afianzar su categoría al lado de otros lugares de holgar de los ricos y famosos como Porto Cervo o Palm Springs. Entre sus flirts atribuidos, destacan nombres como Phillippe Junot o el conocido pollo pera Tony Arribas, famoso ex amante también de Carmina Ordóñez y de Lolita (su amigo Yeyo Llagostera, otro famoso miembro de “los choris”, saldría al mismo tiempo con Taryn Power,hija de Linda, de tal modo que, como recuerda Manuel Román, “con madre e hija, los Choris se fueron de safari a África”).

Claro que para anécdotas bizarras, la que contaría muchos años después, durante una entrevista, Al Bano, recordando que Linda Christian había echado LSD “en la tableta de sugar” del té del rey Hussein de Jordania. Aunque el dato pudiese ser chocante, es una historia corroborada por los biógrafos del monarca. Había ocurrido en agosto del 67, durante un fin de semana que el rey pasó en su casa de recreo en Aqaba acompañado por un grupo de amigos y conocidos entre los que estaba Linda. Nigel Ashton, en su libro sobre el personaje, cuenta que el embajador norteamericano describió a la mujer como “una actriz de cine menor de capa caída con pasaporte mexicano y una desagradable reputación en los círculos de Hollywood, que estuvo casada con el fallecido Tyrone Power”.Al parecer durante aquella noche, el monarca se sintió tan enfermo que creyeron que estaba próximo a la muerte. ¿La causa? Una dosis alta de LSD que Christian, como admitió después, había puesto en su bebida y también en su comida –aunque esta última no llegó a ingerirla–. Hussein quedó en estado catatónico hasta que unos médicos estadounidenses expertos en sobredosis de drogas –y probablemente también la eliminación natural de la sustancia con el tiempo–, pudieron tratarle. La policía jordana acusó a la actriz de intentar asesinar al monarca, lo que como explica Ashton, no parece muy plausible porque el LSD no es un veneno que la gente use para matar y porque no solo había drogado el té del rey, sino el de todos los presentes en la fiesta. Como escribe el biógrafo, “sus motivos para hacerlo no se han aclarado”, por lo que puede que simplemente Linda hubiese drogado a todos los presentes contra su voluntad para animar el ambiente y, utilizando expresiones propias de 1967, “abrir su mente”, “liberar su espíritu” y demás. La anécdota quedaría en eso, una historia presuntamente graciosa que contaría la misma Christian y sus herederos dándole la categoría de leyenda familiar.

Tampoco el LSD era ajeno a la vida de su hija, Romina Power. En ese mismo año 1967, la joven era una adolescente que buscaba su lugar en el mundo. Criada por el trabajo de su madre en selectos internados en Italia, México y el Reino Unido, fue descubierta por un cazatalentos cuando bailaba en una discoteca de Roma a los 13 años. Romina ya no volvería al colegio; comenzaría una trayectoria como actriz (debutó a los 14 años), cantante yproto-icono. Con su larguísima melena, su bello rostro, su aura hollywoodiense y sus prendas puro hippy chic, parecía la destilación perfecta de su época: una hija del cine criada entre la jet set europea. Y, con apenas 15 años, contaba a su lado además con una pareja ad-hoc: el príncipe Stanislas Klossowski, conocido por todos como “Stash” de Rola. Stash era hijo del pintor Balthus y a sus 23 años se encontraba en una posición perfecta: no era tan famoso como para no poder llevar una vida anónima, pero estaba rodeado de ellos y gozaba de los privilegios de la fama sin sufrir la parte negativa. En su época, era lo que hubiesen definido como una persona “en la onda”: guapo, aristócrata, bien vestido y con inquietudes: el aristócrata hippie, el dandy bohemio. Descubierto por Visconti, había llegado a acudir al festival de Cannes con Fellini antes de decidir cambiar la carrera de actor por la música, su verdadera pasión. Pero no logró pasar de diletante, pese a ser una figura secundaria constante en aquellos años de la órbita de los Rolling Stones o los Beatles. De Roma a Londres y de ahí a Nueva York, se le consideraba uno más en el “swinging London”, apoyado por su fortuna, su estilazo al vestir y sus intereses en todo lo que le apasionaba a su generación de entonces: la música rock, las drogas, el esoterismo, la rebeldía sin renunciar a la buena vida. Estaba con su amigo Brian Jones cuando ambos fueron detenidos juntos por posesión de drogas, y se decía que había tenido relaciones con Marianne Faithfull, Nico, Anita Pallenberg, la actriz Tuesday Weld

Romina Power y Stash de Rola llegaron a prometerse en 1966, aunque ella era tan joven que la idea del matrimonio parecía todavía algo muy remoto. Romina hablaría de esa época en libros y entrevistas. Era una de las chicas del club Piper, el famoso local nocturno, emblema de la Roma ye-yé, con su vespa personalizada. Las drogas, por supuesto, eran algo frecuente, a menudo consumidas en el selecto escenario de Villa Medici, la casa romana de Stash ya que en esa época Balthus era el director de la Academia francesa de Roma, con sede en ese monumento: “Todos estábamos colocados de LSD. Recuerdo que en un momento caminamos en fila por el muro retorcido que separa la casa de Villa Borghese”, contaría ella, añadiendo que tomaba LSD “prácticamente todos los días apenas me levantaba”. En aquel año 67 Stash se mudó durante una temporada a casa de Paul McCartney, su nuevo amigo ilustre.Por allí recaló también la joven Power: “Estaba en la casa de Paul McCartney, quien entonces estaba comprometido con Jane Asher. Fumamos marihuana con mi hermana Taryn, de 13 años, que nunca lo había probado. Todos en círculo comenzamos a tener una sesión de espiritismo”. Cuando una entrevistadora le preguntó si había sido una chica promiscua, Romina respondió. “Supongo que sí. Todo era easy, incluso entre desconocidos. Era bellísimo. Lo peor que te podía pasar era quedarte embarazada. Y pensándolo bien, no es algo tan malo, ¿no?”.

Además de viajes psicodélicos, Romina proseguía su incipiente carrera cinematográfica. En el 67 tendría que haber trabajado en la película Demasiados secretos para un hombre solo, pero el protagonista, James Coburn, se negó a rodar sus escenas amorosas junto a lo que él definió como “una criatura”. Al final Jill Banner la reemplazó. Su prometido Stash también vio truncados sus planes cinematográficos en común después de ser detenido junto a Brian Johns por posesión de cocaína y cannabis: “En lugar de protagonizar una película de John Huston en Hollywood con mi prometida Romina Power, me privaron de mi pasaporte, me prohibieron viajar, y tanto mi carrera como mi reputación fueron hecha jirones”, contaría quejumbroso en una entrevista en la revista Ugly Things. “Fui defendido por Sir David Napley, quien me enfureció preguntándome: "Pero usted, señor, es un caballero, ¿qué diablos está haciendo con esos tipos?”.

Tal vez sin que se cancelase ese proyecto, Romina no podría haber participado en Nel Sole, la película de 1967 en la que conoció al hombre que cambiaría su vida. Ella tenía 16 años, Al Bano 25. En la película también participaba Linda Christian, con un papel menor, y curiosamente Romina interpretaba a una joven de familia acomodada cuyo entorno no veía bien su romance con un joven de clase humilde. Toda una premonición. En Lazos de sangre, Al Bano recordaría “el productor que nos unió como pareja en esta película ya había producido el encuentro entre Adriano Celentano y su mujer y entre Gianni Morandi y la que después, fue su mujer”. Para Al Bano, fue un flechazo: “Nada más verla tuve clarísimo que quería estar junto a ella”. Romina, por su parte, contaría en Sálvame: “Me gustaba este chico sencillo, del campo, que teníaesa voz y componía canciones muy bonitas. Él me enviaba muchísimas flores, rosas rojas todo el tiempo, y me traía de su pueblo aceite, cosas muy ricas, muy naturales, del pueblito. Nadie hacía esa clase de regalos. Y no solo eso, sino las canciones que componía para mí”. Él corroboraba: “Romina para mí me pareció inmediatamente… el amor, no hay otra palabra para definir este encuentro. Fue una fuerte, grande, intensa pasión. Era una mujer de verdad, de otro mundo. Me gustaba cómo hablaba, las cosas que decía, su ternura, su amabilidad…”. Pese a todo lo que vendría después, ambos estaban de acuerdo en una cosa: se enamoraron locamente uno del otro. Al Bano relataría “los últimos tres días de rodaje de esta película fueron mágicos. Besos… era una violenta e intensa pasión que nunca había sentido en mi vida. Duró tres días. Me marché de Roma un día para ir a cantar, volví, y Romina no existía ya más. Me dije “este es el sentimiento americano, que está cuando está, y cuando no existe, no está. Se quemó”.

Pero tras ocho meses sin saber nada el uno del otro, continúa Al Bano, “llegué al hotel y me dicen “Al Bano, ha llegado Romina”. Pensé que era una broma. Una tía suya, que era mexicana y echaba las cartas, viéndome cantar en la tele, le dijo “llámale, porque es el hombre de tu vida”. En ese interín el novio oficial de Romina, Stash de Rola, había protagonizado un pequeño escándalo cuando utilizó Villa Medici como decorado para una sesión de fotos con modelos desnudas que acabaría siendo publicada en el 68 en Playmen. Esto provocó la ira de su padre y quién sabe si la ruptura definitiva con Romina. Muy dolido, Stash se fue a vivir a un ashram en la India, antes de, gracias a su interés en la psicodelia, trabajar con Roger Vadim, marido de Jane Fonda. Stash de Rola acabaría publicando varios libros sobre la obra de su padre y sobre alquimia, saber al que es muy aficionado.

Romina también protagonizó su propio velado escándalo sexual cuando en 1969 se estrenó Justine, de Jesús Franco, en la que aparecía junto a Klaus Kinski haciendo de Marqués de Sade y se la veía desnuda aún siendo menor de edad, protagonizando escenas de alto voltaje erótico. Jess Franco se quejaría del ensimismamiento de la joven, incapaz de parecer viva y espabilada ante la pantalla, según los rumores maledicentes, por su consumo de marihuana.

Pero mientras, su relación con Al Bano iba viento en popa. Con tanta pasión, sucedió lo que suele suceder en estos casos: ella se quedó embarazada y eso les decidió a casarse. Romina relata: “Estábamos en un barco con un amigo en Grecia. Yo tenía el resultado de la prueba que me decía que sí, que estaba embarazada, y el amigo de los dos al ver esto dijo “eh, ¿por qué no se casan?”.

No todos eran de la misma opinión. Al Bano sabía que la madre de su amada no le aceptaba y tenía claro el sencillo motivo: “No me quiere porque pertenezco a una familia de campesinos”, contaba sin ambages a Manuel Román. Pero la familia de él tampoco veía a la joven con buenos ojos por su condición de extranjera, y le advertían “No te puedes casar con una americana que no le da ninguna trascendencia al matrimonio”.

Lo que ni los Carrisi ni Linda Christian sabían era que, en un gesto muy de amor libre muy propio de dos jóvenes enamorados, la pareja se había casado ya de forma secreta y simbólica. A Lecturas, Al Bano contaría que sucedió “un año antes del matrimonio famoso. Fue algo bellísimo. Nos casamos en la isla de Capri. Fueron testigos su mirada y mi mirada, el mar y el sol. Sí, puede que este sea el momento que recuerdo con mayor emoción”.Con un embarazo de por medio, ese tipo de uniones juntando sangre con sangre no parecían lo suficientemente válidas, así que se organizó la bullanguera boda en Cellino San Marco, sin que nadie supiese que la novia estaba entonces embarazada. Romina contaría después entre risas que a la familia le dijo que la niña había nacido muy rápido. Y tanto, teniendo en cuenta que la ceremonia se celebró en julio e Ylenia nació en noviembre de 1970.

Mediante esta boda y la maternidad, Romina dejó de ser la presencia del underground para vivir una existencia apartada de los clubs, la vida nocturna y (en apariencia) de las drogas en Cellino San Marco, el pueblo de su marido. Y fue por elección propia. Ella lo contaba así: “Yo estaba harta de la ciudad, de la curiosidad de los paparazzi… tenía ganas de vivir en un sitio más tranquilo, donde pudiera estar en contacto con la naturaleza, con gente verdadera, de campo, y no solamente con la gente del cine o de la canción. Por fin tenía una casa con una familia, y eso me gustó mucho”.Vivían además con la familia de él muy presente, en la gran finca que Al Bano iba ampliando y arreglando. Mientras, Linda Christian, criticaba de forma velada o no tan velada. En prensa, se quejaba de que Romina no le dejaba ver a su nieta y ponía verde a su yerno. Romina diría mucho después que era su marido el que no quería que su suegra, que no le soportaba, fuese por allí. Al Bano, tajante, declararía después: “Romina no quería estar con su mamá por muchas razones. Una, estar fuera de la droga. Linda fue la maestra de todo esto”. También contaría que al poco de haber iniciado su romance, Linda Christian fue ingresada en el 68 en un hospital psiquiátrico por su adicción a las drogas.

Con una de las suegras en la lejanía y la otra bien presente, el matrimonio inició una próspera carrera musical al ponerse a cantar juntos. La voz de tenor de Al Bano y el susurrante murmullo de Romina empastaban bien, y por supuesto estaba el morbo de ver a una pareja de la vida real cantándose letras de amor sobre el escenario. Como se estilaba entonces, no dudaban en mostrar su intimidad como herramienta de promoción, algo a lo que además Romina estaba acostumbrada desde siempre.En el 71 posaban para ¡Hola! con su hija Ylenia en su casa de Celline San Marco. Trasmitían la imagen de ser una familia feliz, un matrimonio unido con una conexión perfecta, profesional y personal. Los críticos les tildaban de cursis y demasiado almibarados, con la canción Felicità como himno. “La imagen que siempre dieron Romina y Al Bano fue la de una pareja enamoradísima que parecía extraída, viéndoles en imágenes, de una postal centenaria”, escribía Manuel Román, “Almibarados, un pelín cursis, así comparecían en sus actuaciones, popularizando canciones como Felicità. Doy fe, cuantas veces estuve con ellos, que no pasaban unos minutos sin mirarse, embobados, entrecruzar unas sonrisas, hacerse arrumacos y besarse”.

En España, después de traducir sus canciones al castellano, tuvieron un éxito notable, lo mismo que en destinos inesperados como la Unión Soviética. Sus varias participaciones en Eurovisión les garantizaban un escaparate frecuente. Tan bien parecían armonizar que cuando Taryn, la hermana de Romina, se enamoró de Franco Carrisi, el hermano de Al Bano (que había elegido el curioso nombre artístico de Kocsis) incluso llegaron a montar un grupo los cuatro en lo que supuso una versión italo-yankee de Abba. Su canción de 1972 Taca taca banda les permitió ir de gira por toda Europa, pero el éxito –sentimental y profesional– no tuvo largo recorrido. Años después, Franco contaría a Oggi: “La idea del cuarteto fue idea de Romina, quien quizás también esperaba un compromiso entre su hermana y yo. Pero Taryn y yo nunca nos comprometimos, a nivel de personalidad no funcionó, éramos demasiado diferentes”.

Convertida en una cantante, como su marido, que entonaba las canciones a menudo compuestas por él, Romina aparcó su carrera cinematográfica –excepto por las películas que protagonizaban juntos, claro– por los escenarios y la crianza de sus dos hijos, Ylenia y Yari, a los que en los 80 se sumaron dos niñas más. La única renuncia laboral de la que aseguraría arrepentirse fue de rechazar un papel en la película de Sergio Leone Érase una vez en América, según contaría, porque a Al Bano no le gustó que hubiese una escena de amor (en realidad, la más explícita es una violación) con Robert de Niro. El personaje lo interpretaría Elizabeth McGovern y la película, en su estreno un estrepitoso fracaso, está hoy considerada un clásico del cine.

El relato oficial es el de la pareja perfecta a la que un golpe de la vida destruye y no son capaces de superarlo juntos. Pero después hemos sabido que las grietas en su matrimonio ya venían de antes. En el 89, Romina, según Al Bano, cambió y ya no estaba contenta con su matrimonio; él seguía enamorado, pero ella ya no. “La mirada ya no era la de antes. Seguíamos trabajando pero ya no era como antes. Cuando estábamos en el escenario a mí no me gustaba mirarla y a ella no le gustaba mirarme a mí. Teníamos un contrato pero la felicidad tenía un velo de tristeza increíble. Seguíamos con la misma vida, la misma cama, los mismos hoteles, pero se había perdido la magia de nuestra conexión. Teníamos a los niños pequeños que viajaban con nosotros e intentaba sonreír. Ella quería decir adiós pero no lo decía”. También contó que ella le propuso que siguiesen viviendo juntos pero cada uno haciendo su vida por su lado, pero él no lo aceptó. Ambos contaron que siempre se habían sido fieles, excepto ella al final de la relación. Lo que Romina diría es que se cansó de vivir sojuzgada a las opiniones, decisiones y carácter de su marido, dueño de un carácter despótico y posesivo. Pero en apariencia, el público no sabía nada de esto. Hasta que pasó lo que pasó.

El 6 de enero de 1994 la primogénita del matrimonio, Ylenia Carrisi, desapareció en Nueva Orleans. Se organizó una búsqueda internacional y la presencia de sus famosos padres en medios se volvió una constante. Miles de personas en todo el mundo se conmovieron y empatizaron con la desgracia de que un hijo se evaporase de la faz de la tierra, y en unos años en los que el sensacionalismo y programas de sucesos como ¿Quién sabe dónde? hacían furor, los minutos televisivos dedicados al caso fueron abundantes. También la reconstrucción de los últimos años de la vida de la joven.Se supo que se había ido de casa hacía tiempo, porque según su madre, estaba inmersa en una “búsqueda espiritual”. Había pasado varios meses en Belice, y en Nueva Orleans se la había visto con un músico callejero llamado Alexander Masakela. Hubo muchas pistas falsas pero nada se sacó en claro. El testimonio más fiable parecía el de un guardia del acuario que aseguraba que había visto a una joven que parecía Ylenia arrojándose al río Mississippi tras gritar que “pertenecía al agua”. Y los padres se aferraron a dos explicaciones antitéticas que no podían convivir: para Al Bano, Ylenia estaba muerta, se había suicidado. Para Romina, seguía viva, retenida por algo o por alguien o con lavoluntad anulada. Desde siempre relacionada con lo esotérico, tanto ella como su madre empezaron a consultar a videntes que le aseguraban que su hija seguía viva. Linda echaba sal en la herida con declaraciones como: “Ylenia sabía nadar perfectamente. ¿Cómo se iba a ahogar? Lo que pasa es que mi nieta tenía problemas con su padre. Al Bano es un ser complicado que siempre trató a su hija como a una esclava. Él tiene la culpa de que Ylenia se fuera de casa”.

La vida de la joven, desaparecida a los 23 años, fue objeto de un escrutinio feroz: varios testimonios dijeron que llevaba un tiempo extraña, desconocida, tal vez con depresión o presa de extrañas y malvadas influencias. Se recordó que las ansias de libertad de Ylenia venían ya de antaño. A los 14 años, había sorprendido a sus padres anunciándoles que quería irse a vivir a Estados Unidos: “Fue muy duro para nosotros dejarla marchar”, contaba entonces Romina, “pero creíamos que era más razonable hacerlo que prohibírselo”. En aquella ocasión la peripecia de Ylenia terminó pronto, con ella volviendo a Italia añorando el hogar. Pero a la vista estaba que aquello no había cambiado. Subyacía la idea de que lo que había ocurrido era una desgracia, sí, pero era demasiado sencillo culpabilizar a la víctima, una mujer joven y bonita –¿por qué había tenido que irse de casa? ¿por qué ese ansia por viajar sola? ¿por qué se juntaba con compañías poco recomendables?–, igual que la percepción en mucha gente de que Ylenia no podía estar “bien” si se había liado con un vagabundo afroamericano, con todo lo de transgresión de una norma racial y de clase no escrita que tenía eso. La propia Linda Christian lo expresaba en ¡Hola! al afirmar “Mi nieta tiene un sentido estético que rehúye cualquier relación con ese tal Alexander, aunque ocuparan la misma habitación del mismo hotel”. Familias de todo el mundo podían extraer una moraleja, que vendría a ser algo parecido a “mejor atar corto a los hijos y no ser tan liberal”.

Como escribe la profesora Giovanna P. Del Negro, “el seguimiento de la desaparición de Ylenia en la prensa italiana representa la construcción más tradicional de los roles de género italianos”. Los titulares morbosos y sensacionalistas vinculados a la construcción mental de la cultura afroamericana estaban a la orden del día, con referencias del estilo de “El círculo del vodoo”, “Días de mezcal”, o “La atracción del mundo negro”. En esta lectura de la historia, según Giovanna, Romina pasó a ser la madre “hippy”, demasiado liberal –frente a una supuesta madre ideal italiana que por supuesto hubiese sido mucho más autoritaria y menos permisiva con su prole–. Se recordó su juventud como una chica muy “swinging London” “vestida con diseños de Mary Quant”. Pero según los artículos analizados por Giovanna, esta joven de vida errática, con una madre ausente, sexualmente precoz y sin raíces, había encontrado un sentido a su vida y una pertenencia gracias a Al Bano, el hombre mayor que la salvó. Celline San Marco sería el ejemplo de la italianidad clásica, representaría lo auténtico, lo real, frente a la superficialidad del mundo de los ricos y famosos. El mismo Al Bano contaría en Lazos de sangre que Linda Christian no había tenido apenas relación con su hija, y que fue su madre (el arquetipo de la mamma), donna Iolanda, la que ejerció de protectora,consejera y cuidadora mucho más que su auténtica progenitora. “En ambos casos, los pecados de las madres –Linda Christian y Romina Power– recaen en sus hijas –Romina Power e Ylenia Carrisi”, escribe P. Del Negro. “Mientras la joven Romina es salvada de su vida hedonista, su hija Ylenia es víctima de los mismos deseos de aventura que había tenido su madre décadas atrás”.

Lecturas y relecturas aparte, Al Bano y Romina se separaron en el 99. Fue ella la que le dejó a él, que en el imaginario colectivo seguía siendo el hombre muy enamorado de su mujer; a ojos del público, aquella felicidad perfecta que cantaban en una oda a las cosas simples de la vida, no había podido sobrevivir a esa especie de maldición. No se sabía que la pareja ya llevaba tiempo antes desmoronándose, por motivos menos románticos y trágicos.Romina se quedó con las dos hijas de la pareja, antes de regresar a vivir en Estados Unidos. Por su parte, Al Bano inició en 2001 un romance con la presentadora Loredana Lecciso, joven, rubia y con carrera televisiva al estilo bombástico de cierta televisión italiana. Pese a tener dos hijos con ella y ser Loredana una mujer explosiva y sexy que parecía un consuelo más que reciente, nadie cree que le haya servido para olvidar a su primera mujer, y de sus propias palabras se desprende la idea de un hombre que no ha conseguido pasar del todo página.

En España, los nombres de Al Bano y Romina, y sobre todo el de Ylenia, están de forma inseparable unidos a un escándalo televisivo entre lo bufo y lo vergonzoso, entre la comedia y la tragedia. En 2005 la famosa periodista del corazón Lydia Lozano afirmó en televisión que Ylenia Carrisi seguía viva, que ella había investigado el caso y poseía información que lo probaba. La historia siguió durante semanas, con Lydia asegurando que Ylenia vivía en Santo Domingo, hasta que Al Bano amenazó con demandarla y Lydia tuvo que admitir que no tenía pruebas y se había equivocado o tal vez la habían engañado. Ha sido por esta compleja historia todavía no del todo aclarada por lo que el tema reaparece de forma periódica en nuestras vidas, no solo como un ejercicio de nostalgia sino como una trama periodística-corazonesca aún sin cerrar.

Así sucedió en noviembre de 2011, cuando hicieron, por separado, un tour televisivo por España hablando de sus distintas formas de afrontar la desaparición de su hija, todo pasado por el filtro Sálvame, ya que al fin y al cabo lo que había propiciado su viaje era el conocido afán del programa de someter a sus colaboradores a torturas de diversa intensidad. En esta ocasión, qué mejor “contenido” para la ya proclive a la lágrima Lydia, que sacar de nuevo su piedra de toque, haciéndola pagar por su ingenuidad, su falta de prudencia, de escrúpulos o de todo a la vez.

Reconciliación o no con Lydia aparte, en su entrevista en Sálvame Deluxe, Romina describía a Al Bano como un “dictador”, aseguraba que había decidido romper la relación porque no podía más de aquella vida tan represiva e incluso contaba, restándole importancia, que él le había dado una patada y algunas bofetadas. No lo identificaba como malos tratos, le quitaba peso diciendo que habían sido ocasionales y que era un comportamiento típico y normal de los hombres del sur de Italia. También decía que Ylenia no soportaba el yugo paterno y por eso huyó. Una semana después, Al Bano, dolido e indignado, contraatacaba negándolo todo. Subía la apuesta contando además que en 1988 durante unas vacaciones familiares en Sicilia, Romina y el novio de entonces de su hija Ylenia habían tenido algo. Ylenia lo supo, él quedó en shock e intentó disculpar a su mujer explicándole a su hija que Romina había crecido sin familia, y por eso no sabía cómo enfrentarse a ese tipo de situaciones. Entre las explosivas declaraciones de Al Bano, estaban las relacionadas con la droga. Contaba que Romina había consumido drogas con sus hijos, igual que su madre las había consumido con ella. Se daba la circunstancia de que ese mismo año Linda Christian había fallecido por un cáncer del colon. Romina se había trasladado a Palm Springs a cuidar de ella durante sus últimos meses, pasando un tiempo juntas del que apenas habían disfrutado antes.

Al Bano aseguraba que cuando él conoció a Romina, él no sabía nada de las drogas, mientras que ella “frecuentaba este tipo de sociedad y ahí se vivía de esa manera”. Otra cosa fue cuando según él, sus hijos empezaron a aficionarse a las sustancias ilegales. “Mi hija Ylenia cuando estuvo en el King’s College de Londres me dijo: “he hecho un examen excepcional porque he fumado marihuana y me ha dado una energía increíble”. En aquel momento me di cuenta de que no quería quedarse sola en este tipo de “viaje”, Romina. Lo hizo con mi hijo Yari y me paro aquí porque hay mucho, mucho más. Prefiero lavar los trapos sucios en mi cabeza y no en público”. Cuando Jorge Javier le preguntaba si la droga había destruido su matrimonio, Al Bano era rotundo al afirmar que sí. “Yo no quería ser su compañero de viaje en este tipo de cosas. Estaba siempre con gente que fumaba, siempre”. De hecho, en Lazos de sangre, hace poco Jimmy Jiménez Arnau, amigo delcantante, definía el afán de Romina y Linda Christian por consultar videntes por la desaparición de Ylenia con un cortante “qué se puede esperar de una alcohólica y una porrera”. Hasta Yari y Cristel, hijos de la pareja, pasaron por los platós de España para hablar de sus complicadas relaciones familiares. En su día, se estimó que entre unos y otros se habían embolsado 600.000 mil euros gracias a las entrevistas.

Ese mismo año 2011 salió la noticia de que Ylenia había sido encontrada en un monasterio de Phoenix, Estados Unidos. Su tía Taryn acudió allí, para cerciorarse de que no era un monasterio de monjas sino de frailes, y que desde luego allí no había ni rastro de la ya mujer. Frente a Romina, que acude incluso a explicaciones conspiranoicas en las que el gobierno de Estados Unidos habría capturado a su hija, Al Bano solicitó que Ylenia fuese declarada legalmente muerta, y lo consiguió en 2014. Incluso después de esto, el asesino en serie Keith Hunter Jesperson aseguró que la joven italiana había sido una de sus víctimas, pero resultó no ser cierto.

Así de irreconciliables parecían las cosas, con una familia rota despellejándose ante los medios con reproches de culpabilidades mutuos y una mujer legalmente muerta a la que periódicamente se revive para atormentar a una colaboradora según convenga. Pero sucedió lo inesperado, o lo lógico, según se mire. Romina y Al Bano volvieron a cantar en público juntos por una mezcla de nostalgia y amor… por el dinero. En 2013, un millonario ruso les pagó los suficiente como para propiciar el reencuentro, y desde entonces, habida cuenta de que seguían levantando expectación, Romina y Al Bano han vuelto a actuar por escenarios de distintas partes del mundo con bastante frecuencia.Los mitómanos pensaron que podría ser también el regreso de la pareja de oro, pero pronto Romina desveló que llevaba varios años de relación con el productor Brian Sweeney, y Al Bano seguía su relación con Loredana, con la que parecía feliz hasta que dejaron de estarlo.

Al Bano y Loredana rompieron en 2018 tras varios años de relación y dos hijos en común. Se dijo que el problema eran los celos y que el cantante podía intentar acercarse a su exmujer, de la que en la cabeza de muchos seguiría enamorado y lo estaría para siempre, con el pretexto de los nuevos conciertos. Loredana y Al Bano se reconciliaron después y volvieron a romper, y que Romina pasase el confinamiento por el covid de 2020 en su antaño casa del pueblo de Cellino San Marco hizo enarcar las cejas de parte del público. Según el cantante, Romina se hospedaba en una casa aparte y solo estaba allí de paso, porque las circunstancias la habían pillado de viaje en Italia. De Brian Sweeney hace tiempo que no se sabe nada en las redes sociales de la estrella. Ambos dan por totalmente cerrada la idea de volver a ser pareja, pero parecen saber que jugar al equívoco o alimentar las fantasías les conviene a sus carreras y periódicas actuaciones. Al fin y al cabo, nunca han querido romper su matrimonio eclesiástico.A la espera de nuevos acontecimientos, que tal vez no lleguen nunca, Al Bano no duda en afirmar: “Romina es el amor de mi vida”; y Romina por su parte, asegura “Estaremos casados para siempre. Sigo siendo la mujer de Al Bano”.

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