Dis Berlin (Soria, 1959) en realidad se llama Mariano Carrera Blázquez. Suele decirse que tomó su nombre artístico de una canción de la banda de rock británico Roxy Music, uno de sus grandes referentes, pero él lo desmiente: “El ‘Berlin’ lo saqué del disco de Lou Reed. Y lo de ‘Dis’ es más inexplicable incluso para mí mismo. Creo que inconscientemente quería asumir las iniciales de David Bowie. Porque en aquella época lo que más me gustaba eran Bowie y Roxy Music”.
Aquella época eran los primeros años 80, cuando un jovencísimo Dis Berlin comenzaba a triunfar como artista plástico para convertirse en uno de los iconos más sui generis de la Movida. Fue entrevistado por Paloma Chamorro en el programa La edad de oro, y después iniciaría una larga colaboración profesional con Pedro Almodóvar: sus obras han aparecido en películas como Átame!, Tacones lejanos, Kika, La mala educación, Julieta o la última, Dolor y Gloria. El cineasta es, de hecho, su principal coleccionista. En 1992 se fue de Madrid para vivir alejado del barullo y centrarse en su trabajo, que realiza cada vez con más cuidado y detallismo.
Estos días Dis Berlin presenta su quinta exposición en la galería madrileña Guillermo de Osma, donde su pintura meticulosa y en cierto sentido clásica (la técnica es siempre el óleo sobre lienzo, excepto la impresión digital de un espectacular mural-trampantojo) homenajea una vez más a la música, con referencias que van desde Schubert y Chopin hasta Marianne Faithfull, Jane Birkin o Nick Drake.
Tenías 23 años cuando hiciste tu primera exposición individual, en una galería entonces muy importante como era Buades. ¿Cómo conseguiste triunfar tan rápido?
Es que entonces no era como ahora, que hay tropecientosmil artistas. En esa época, ¿cuántos querían ser pintores? Éramos cuatro gatos. Había pocas galerías, y el público que podía reconocerte era también muy poco. Yo a todos los conocí en la primera noche de mi inauguración, cuando era todavía un crío. Allí estaba ya la crème. Era mucho más fácil que ahora abrirte camino en Madrid.
En el piso del protagonista de Dolor y gloria, de Almodóvar, pueden verse varias obras tuyas. Esculturas además, que es una parte de tu trabajo menos conocido.
Sí. Pedro ya me había comprado más esculturas antes, hace años.
Y tampoco era la primera vez que utilizaba tu trabajo en sus películas.
Él me ha pedido trabajo con bastante regularidad, sí. Algunas veces más que otras, como en Kika o en Átame! En las últimas películas me ha seguido encargando que si un tatuaje, que si una marina para Julieta. O lo de esta última.
Pero lo interesante es que tus trabajos han tenido una función no decorativa, sino narrativa dentro de las propias películas. Por ejemplo, poca gente sabe que el dibujo que Ricky (Antonio Banderas) hace para Marina (Victoria Abril) en un momento de Átame! en el que él le cuenta a ella su trayectoria vital es en realidad una obra tuya.
Es verdad. Hay obras mías más engarzadas en la historia de esas películas. Es que lo que hace Pedro es darles protagonismo para crear una atmósfera. Así que no es puro atrezzo, tiene un papel. A él además le gusta el arte y la pintura, y en eso es una excepción en el cine español.
¿Sois amigos?
Tengo confianza con él después de tantos años. Mentiría si dijera que somos amigos íntimos. Pero sí es el mayor coleccionista que tengo. Y además tiene material mío de todo tipo: cuadros, collages, esculturas, fotografías…
Aunque al principio de tu carrera también probaste la abstracción, hace mucho que tienes una especie de compromiso con el arte figurativo. En eso vas bastante contracorriente.
Soy consciente de ello, por descontado. La palabra no es militante, pero sí soy consciente de asumir ese riesgo de quedar en los márgenes de las lecturas más contemporáneas. No me importa, casi me gusta ir contracorriente.
Ya en los 80, cuando hablabas de tus influencias no citabas autores contemporáneos o considerados “modernos”, sino a Poussin, Corot, Cézanne o Ingres.
Pero es que en aquella época sí podías decir esas cosas y no pasaba nada. Hoy en día es más delicado, hay una ortodoxia muy fundamentalista respecto a lo que un artista debe hacer y el discurso que debe tener.
¿Los años 80 fueron más permisivos?
Entonces la gente no era tan inquisitorial. Podías hacer lo que te diera la gana. No había nada reglado, ni límites impuestos.
En todo caso, se ha hablado de ti como un artista pop, y sin embargo tus referencias están más cercanas a esos autores del Barroco y el siglo XIX, o por supuesto del surrealismo, de Magritte a Maruja Mallo. No tenías nada que ver con lo que podían representar, con todos los respetos, otros artistas de entonces como las Costus.
Cuando la gente ve mis colores piensa en el pop. Y no. Esos colores vienen de una tradición que es la que me gustaba de pequeño, que es la de los fauvistas y el expresionismo alemán de los años 20. El pop me pilla más bien lejos, porque mis cuadros no aluden a la realidad cotidiana, a la calle, a ese mundo que recoge el pop. Y además busco lo contrario del pop, que usa imágenes muy reconocibles. Quiero usar imágenes que no conozca o no haya usado nadie más que yo. Por eso tengo un archivo inmenso de imágenes, casi todas de los años 40 y 50. Me paro en los años 60, no voy más allá.
Has sido muy crítico con tu propio trabajo. ¿Es cierto que has llegado a destruir obra tuya?
De hecho aún lo sigo haciendo. El otro día estaba enseñando una carpeta mía de papeles de los 80, y después de hacerlo le dije a la carpeta: cuando te coja por banda, verás. Y si tuviera dinero me compraría cuadros que salen en subastas solo para destruirlos. O para repintarlos. El motivo de ese revisionismo es un criterio de calidad. Considero que desde que me esfuerzo más y pinto con más cuidado y profundidad el resultado tiene una solidez que antes no tenía. Y ese proceso se va agudizando. Pero es quevivía en una época muy mala para aspirar a la excelencia, que eran los 80. Entonces todo era muy rápido y muy ligero, y nadie te decía que tuvieras que cuidar la factura. Nadie, nadie, nadie. De eso me he ido yo dando cuenta solo.
¿Le faltó a la Movida un poco de autocrítica?
Sí, y yo creo que fue totalmente perjudicial. Si tengo algo que reprochar a esa época, y por tanto a mí mismo ya que participé en ella, es que no había crítica. Todo estaba bien. Nadie te decía que pintabas mal.
¿Eso afecta también a cuestiones más personales que profesionales, como la relación con las drogas, por ejemplo?
¡También! Iba todo unido. Era la dolce vita. No pasa nada, todo está bien.
Hubo una eclosión de artistas, muchos de los cuales consiguieron un enorme éxito, pero que hoy no están tan presentes. Pienso en Ceesepe, o en El Hortelano, y esos aún son algunos de cuyos nombres nos acordamos. Tú mismo hablabas alguna vez de los “triunfadores incomprensibles” de aquel momento. ¿Hubo un exceso de entusiasmo, vinculado a esa escasez crítica?
Es que fue todo muy fugaz. De pronto aparecía alguien que llamaba mucho la atención, y al cabo de tres años ya nadie sabía de él. Eso pasó muchísimo. Y desde la aparición de Barceló llegó otra eclosión de pintores jóvenes, y de ellos tampoco queda casi ninguno. Luego hay otra cosa terrible de esa época y es que cuando te refieres a ella casi siempre hablas de muertos. ¿Dónde están la mayoría de los artistas de entonces? O han dejado de pintar o se ha muerto. O sencillamente ha desaparecido.
El caso es que en 1992 te fuiste de Madrid, primero a Dénia y luego a Aranjuez, donde ahora vives. ¿A modo de huida de ese ambiente peligroso?
Yo me marché a finales del 92, sí. Pero fue por una historia personal: me enamoré de una persona con la que luego tuve tres hijos. Pero también es verdad que yo entonces pensé que toda esa burbuja iba a romperse. Y así fue, todo aquello acabó en el 92. Ya no tenía sentido seguir en esa dinámica que era pura inercia. Y además quería entrar en una fase más reposada. También en cuanto a las ideas. Quería una vida más trascendente y más espiritual que en Madrid no podía encontrar.
¿Estás al día de la escena artística actual en Madrid? ¿Destacarías algún artista joven?
Conozco muy pocos artistas jóvenes, así que sería injusto nombrar alguno. Estoy muy fuera de juego, vivo muy aislado y no sigo prácticamente nada. Aunque intento ir a museos y galerías, porque sigue gustándome el arte. Pero ya Madrid me viene hasta grande, lo noto muy ruidoso y molesto. Me he desacostumbrado completamente.
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