Con la totalidad del país recién entrada en las fases 1 y 2 de la desescalada, es el momento de empezar a retomar ciertas actividades que forman ya parte de la nueva normalidad: desde acudir a una tienda con el aforo restringido hasta sentarse en una terraza con la familia o salir a hacer deporte con mascarilla. Son muchas las personas que estos días suben fotos a sus redes sociales compartiendo esos momentos llenos de magia que tienen el sabor de la novedad y las primeras veces después de casi dos meses y medio de confinamiento.
El optimismo salpica los feeds de mucha gente pero no todo el mundo encuentra tan fácil caminar hacia esa nueva normalidad. ¿Se puede contagiar el optimismo? ¿Por qué es bueno vivir con positividad esta nueva normalidad? Hablamos con dos psicólogos que analizan la situación y nos dan las claves para enfrentarnos a ella.
Muchas personas tienen que dar el primer paso hacia la desescalada partiendo del miedo que han desarrollado a salir de casa, y que se ha dado a conocer como el síndrome de la cabaña. «Si una persona no tuviera miedo en un momento como este donde hay que protegerse, se convertiría en una persona temeraria, que contribuiría a que hubiera más posibilidad de contagio y por lo tanto más miedo. Pero es importante que vivamos el miedo desde la calma, para que no se convierta en un miedo ansioso. El miedo pide respeto, y esto es lo que necesitamos, respetar ritmos diferentes de las personas en esta desescalada, necesitamos que quienes tienen más seguridad en sí mismos y menos riesgo de contagio nos infundan seguridad y no temeridad», explica Natalia Pedrajas, directora de la plataforma Psicólog@s en Casa.
Lejos del síndrome de la cabaña están quienes viven estas nuevas actividades permitidas con optimismo. «Yo prefiero hablar de optimismo inteligente. Podríamos decir que el optimista puede caer en el error de creerse que todo puede controlarse y hacerse. Sin embargo, el optimista inteligente, piensa a corto plazo, lo que puede controlar y forma parte de su control, es consciente de la realidad que vive, y sabe que hay amenazas que pueden hacer que el día de mañana a largo plazo, sus planes no se cumplan. Desde luego todos en esta desescalada deberíamos practicar el optimismo inteligente y ejercer control sobre aquello que podemos», apunta Natalia Pedrajas.
Amable Cima, profesor adjunto de Psicología de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo y psicólogo clínico de HM Hospitales ofrece otro punto de vista sobre ese positivismo colectivo: «El optimismo de estos primeros días tiene su razón de ser en el deseo de salir de casa como sea, de que abran los bares para tomarnos el aperitivo con los amigos y de pensar que ya pasó todo. Ese optimismo puede volverse contra quienes quieran ver en ello una esperanza de que el virus está siendo vencido si, en unas semanas, hay un repunte de contagios y fallecimientos. Sin embargo, si no se observa ese incremento de contagios, el optimismo sí servirá para sacar de sus cabañas a los últimos miedosos, pues será la confirmación de una de las hipótesis: el virus ya está vencido», argumenta.
En este escenario, casi podíamos hablar de dos equipos en los que se divide la sociedad: los que han abrazado con gusto las nuevas fases y los que aún se siente incapaces de hacerlo. ¿Cómo hay que enfocar la relación entre ambos? ¿Cómo proceder cuando queremos ver a nuestra mejor amiga pero ella prefiere seguir en casa? «Nunca burlarse del miedo del otro, no hacer comentarios despectivos de quienes observan todas las medidas de autoprotección, compartir la preocupación por el contagio, pero también tomar los medios necesarios para evitarlo o minimizarlo. Es decir, no reforzar el miedo, pero tampoco considerarlo absurdo», apunta Amable Cima.
«Debemos ser capaces de poner en marcha nuestra inteligencia emocional y nuestra empatía, y poder elegir desde que lugar y qué emoción nos relacionamos. Por ejemplo, si nos relacionamos desde la curiosidad, transmitiremos una sensación amable de cercanía al problema de la otra persona, a sus resistencias y dificultades, muy distinto es si nos relacionamos desde la exigencia. Si elegimos relacionarnos desde la seguridad y la protección, podremos establecer un espacio seguro de comunicación y diálogo, en cambio si lo hacemos desde la imposición o desde el miedo, transmitiremos un espacio inseguro donde probablemente la relación o la comunicación coja distancia, incluso física», explica Natalia Pedrajas.
Entonces, ¿el optimismo colectivo que vemos estos días puede ser positivo para los más pesimistas y ayudarles? «Desde hace mucho tiempo se estudia el fenómeno del aprendizaje vicario, es decir, aprendemos cuando vemos a los demás enfrentarse a una situación, y eso nos hace en muchas ocasiones adquirir nuevas habilidades en nosotros. La manera en la que aprende el ser humano es muy vicaria, viendo a través de otros. De esta forma, en conjunto como sociedad aprendemos a superar traumas los unos con los otros, porque las herramientas que yo tenía, puede que no sean las mejores, pero otro las tiene y veo como las usa y como las utiliza y el enorme bienestar que le conlleva», explica Natalia Pedrajas.
Aunque en la situación actual, Amable Cima matiza como el pesimista no va a dejar de confrontar ese optimismo con los datos y la información que recibe sobre la evolución de la pandemia: «Todas las personas necesitamos a alguien positivo y optimista a nuestro lado, pero siempre que su actitud sea coherente con la realidad. En cuanto el más negativo vea una incoherencia entre lo que el optimista dice y la realidad de los datos, esa será su justificación para rechazar los argumentos del optimista, y volver a encerrarse en su concha», apunta.
«Hemos de no confundir optimismo con inconsciencia: si en una terraza deben estar 12 personas y estamos apretujados 36, y sin mascarilla, eso no es optimismo, es inconsciencia. La falsa idea de la inmortalidad propia, y de que son los demás los que tienen los accidentes de tráfico o se contagian de coronavirus. Y esas imágenes se graban a fuego en la mente del negativista, y son la justificación perfecta para sus actitudes de rechazo», explica Amable Cima.
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