Cuando entras en contacto con el agua, el mundo que te rodea cambia. Las cosas parece que van a otro ritmo, te sientes ligera e incluso la vida suena de una forma distinta cuando estás nadando (por cierto, ¿has probado la natación estática?). Por eso no es casual que sea una de las disciplinas deportivas preferidas de personas que sufren mucho estrés y es que la natación, además de moldear todo tu cuerpo, es capaz de trabajar tu mente.
Pero como esa sensación estamos seguras de que la has experimentado y ya sabes lo que es sumergirse en una piscina o en el mar y desconectar del mundo, vamos a ver qué pasa en tu cuerpo cuando decides incluir en tus rutinas de entrenamiento unas buenas sesiones de piscina (o mar abierto, en el caso de que puedas y te apetezca).
Si eres de las que nada desde pequeña, lo más probable es que hayas desarrollado no solo una cabeza de hombro bien dibujada y una espalda en forma triangular, sino que además casi con total seguridad tu postura corporal será muy buena, lo que te ayudará a prevenir dolencias óseas en el futuro.
Si estás rondando la veintena y quieres iniciarte ahora, una de las primeras cosas que notarás es cómo la natación tonifica todo tu cuerpo. Sentirás que ganas masa muscular y que tus piernas se estilizan, al tiempo que es un fantástico ejercicio cardiovascular para quemar esas calorías extra.
Si estás más cerca de los 30, edad a partir de la cual el tono muscular empieza a perderse si no realizas ninguna actividad, este ejercicio es perfecto para mantenerlo. Nadar te ayudará a sentirte ágil y en forma pero también a que tu organismo permanezca joven y activo por más tiempo.
Y cuando empieces a rondar la edad de la menopausia, momento en el que los deportes suaves pero que te mantenga activa se vuelven prácticamente imprescindibles, la natación puede ser tu mejor aliada porque no solo trabajará tu masa muscular sino que, además, mantendrá tus articulaciones en perfecto estado.
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