Cuando Marisol era la mujer más moderna de España

Chiquitina, muchachita y mujer. Estas son las tres edades de la vida de Pepa Flores, Marisol. En las dos primeras mandaba Marisol; en la última, Pepa Flores. El Goya de Honor que la Academia de Cine le ha concedido este año premia todas ellas. Se premia a alguien que hizo el mismo viaje que la sociedad española: uno que iba de la oscuridad a la luz. El premio también reconoce a una estrella magnética que fue al espejo de las mujeres de varias generaciones. Además, con él se celebra una manera de vivir y gestionar el éxito. Se premia tanto su voz como su silencio, su presencia como su ausencia.

Marisol fue siempre una anomalía. Durante su niñez y adolescencia, cuando Goyanes padre la convirtió en un producto, no había niñas como ella, más nórdica que malagueña. De adulta, tampoco. Fue entonces, a partir de su boda con Goyanes hijo, cuando Pepa Flores comenzó a aplastar a Marisol y se convirtió en la mujer más moderna de una España que aún no lo era.

La Marisol chiquitina y muchachita era rubia (la leyenda oscura dice que la teñían con agua oxigenada), tenía ojos azules y, sobre todo, era pizpireta, un adjetivo que parece inventado para ella.. Cantaba en japonés, rodaba anuncios (hasta su madre los hizo)y viajaba por todo el mundo haciendo ganar muchas pesetas siempre a otras personas. Contaba hasta con colecciones de libros con su personaje: Marisol, Azafata, El verano de Marisol. Esa Marisol es la de los trajes de flamenca minifalderos que, cada año, alguien recupera en la Feria de Sevilla; esa es la niña de los vestidos de color claro, de los uniformes de colegio privado. Goyanes y Luis Lucia la vestían como las niñas burguesas que conocían y lo hacían así para que las niñas quisieran parecerse a ella. Marisol representaba su vida en el cine: la niña que escapa de su origen humilde gracias a su encanto y talento; en este perfecto viaje del héroe (de la heroína) se mezclaban vida y obra. En esa época las imágenes que recordamos son las de las películas y las que se distribuían de manera oficial; España estaba en pleno franquismo y la cultura de la celebridad y los paparazzi era aún raquítica.

En las películas de Marisol muchachita querían perpetuar el aspecto de Marisol chiquitina; la misma leyenda dice que le vendaban el pecho para ello. Sin embargo, no podían evitar que Marisol creciera y comenzara a tomar, muy poco a poco, sus propias decisiones artísticas y estilísticas. En Cabriola, dirigida por Mel Ferrer, comienza a perfilarse la mujer moderna que luego sería. Tenía entonces 17 años y se dice que Audrey Hepburn la enseñó durante ese rodaje a maquillarse los ojos. Esos ojos marcados serían uno de los rasgos de su imagen. El vídeo de Corazón Contento, rodado en 1968, muestra a una Marisol cantando y bailando bajo la mirada de Jaime de Mora y Aragón; en él viste con casquete a los Courrèges y un conjunto que difícilmente podría verse en la calle de cualquier ciudad de aquella España.

https://youtube.com/watch?v=qCkm31rT13Y%3Frel%3D0

La boda de Marisol con Carlos Goyanes cuando ella tenía veinte años marca un punto de inflexión en su vida. Las imágenes nos muestran a una mujer de la estirpe de las novias tristes, como también lo fue Isabel Preysler.

La Marisol de primeros de los setenta artista ya había dado un volantazo en su carrera y había rodado con Jaime de Armiñán, Bardem y compartido reparto con Jean Seberg. Arminán sacó de ella en Carola de Día, Carola de Noche las Marisoles que escondía y, sobre todo, la Pepa Flores que luego surgiría. La película fue un fracaso en taquilla y un éxito a la hora de mostrar lo versátil y magnética que podía ser Marisol. Allí cantaba Yo soy una muchacha igual que todas vistiendo una capa burdeos sobre vestido rosa, con los ojos más marcados que nunca, como queriendo convencer al público, que sabía que no lo era.

https://youtube.com/watch?v=Ee4OvanwZVU%3Frel%3D0

De esa época es una de las imágenes más recordadas de Marisol, la de su desnudo para Interviú que, como todo en ella, trae su pequeña leyenda incorporada. Las fotos se publicaron en septiembre del 1976, pero fueron hechas en 1970 por César Lucas, a petición del matrimonio, para enviarlas a Bertolucci. La película nunca salió pero la portada de Marisol vendió medio millón de ejemplares.

El fotógrafo César Lucas es clave a la hora de construir la imagen de la mujer libre en la que Marisol querían convertirse. Lucas acompañó a la artista desde el 63 hasta mediados de los 70 en su vida privada y pública; la fotografiaba y distribuía sus fotos por todos los mercados en los que era popular. Las imágenes que entre los dos fabricaron estaban más pensadas desde la moda que desde el cine o la canción. Todas las tendencias de la época están en sus fotos: los leotardos de Twiggy, el look Woodstock, las influencias exóticas a lo Talitha Getty, las capas de Antelina con capucha, la melena larga con flequillo, el eye liner extremo, la piel bronceada, la tripa al aire, los estampados a lo Pucci, los vestidos boho, los cinturones de hebilla, los abrigos de pelo largo…

Las fotografías de esta época podrían estar hechas esta semana. Las niñas de los 60 podían imitar fácilmente el estilo de Marisol. El de los 70 no era tan fácil: su vestuario, sin ser de grandes marcas (nunca fue una fashion victim) era caro y su look demasiado internacional. Parecía una actriz de la Nouvelle Vague. No era fácil ser como Marisol.

Si la boda con Goyanes ya apuntaba hacia una dirección, el divorcio situó a Marisol en otro lugar ético y estético, que suelen ir de la mano. En los 70 aparece la mujer activista y libre que ya nunca dejaría de ser. En 1973 Marisol fue entrevistada en Informe Semanal. Aparecía fumando, bandeando las preguntas embarazosas de su entrevistador y vestida con un conjunto tejano. En ese programa lanza toda una declaración de intenciones:“No hay una nueva imagen. Soy así desde que soy mujer y he salido con ropa de mujer. A los 12 años no podía salir enseñando una pierna”. Ella lo tenía claro: había tomado el control.

Ese año conoce a Gades; son los Brangelina del momento, dos mitos patrios. Ambos tienen muchos puntos en común: proceden de familia humilde y logran un éxito descomunal y el lógico ascenso social gracias a su talento; son el símbolo de una nueva España. Ambos, en ese momento de su vida son indómitos y muy sexies, algo que al país le faltaba. Todo lo que ya tenía Marisol florece junto a Gades: el posicionamiento político, las ganas de discreción y la modernidad sin nostalgia. En ese momento las revistas del corazón ganaban lectores y espacio social y la pareja era un caramelo para ellas. Marisol también sucumbió a las modas de finales de los 70 y principios de los 80: el moldeador, la camiseta de deporte ajustada… A veces caía en ellas y muchas las imponía ellas. Esa es la época en la que más sonreía y sonreía Marisol. En paralelo sigue cantando: se alía con compositores como Serrat y Manuel Alejandro. Son los años de Háblame del Mar, Marinero y de Tu nombre me sabe a hierba. Su pelo se oscurece, sus ojos azules siguen bien marcados y en sus actuaciones aparece con vestidos largos monocromos, con el aspecto de una diva europea, como una Dalila. De nuevo, Marisol siempre mirando fuera y lejos; de nuevo, más moderna que ninguna.

En los ochenta comienza a espaciar su trabajo como artista y cantante y en el 85 rueda Caso Cerrado, última interpretación acreditada como Pepa Flores. Ya había demostrado que podía ser una actriz seria. Se retiró a vivir a Altea donde abrió un anticuario y una pizzería. La casa donde vivieron ella y Gades se puede alquilar hoy para pasar unos días de vacaciones. En 1986 ella aparece en la manifestación contra la OTAN con el brazo en alto, como una suerte de Jane Fonda patria. Ese año se divorcia de Gades, se va a vivir a Málaga y se retira para siempre.

Todas las niñas de los 60 querían ser Marisol. Muchas, no todas, las mujeres de los 70 y 80 querían ser Pepa Flores. Se convirtió en una figura exótica (y a veces incómoda) en la España que se desperezaba. Era una rara avis que no temía demostrar, en una España en la que significarse aun tenía peso, lo que pensaba y votaba.

Hoy tiene 71 años ylleva más de tres décadas sin apenas aparecer en público. En otro volantazo de su vida un día decidió algo trasgresor: vivir oculta bajo la luz del Mediterráneo. Pepa Flores reivindica el derecho al olvido en una época en la que tantos buscan el recuerdo, aunque sea el de una foto tomada hace cinco minutos. Ella, en esa reivindicación de la normalidad, el silencio y la libertad sigue siendo la más moderna.

Fuente: Leer Artículo Completo