32 años de la boda de Rosario Nadal y Kyril de Bulgaria: recordamos el vestido de novia, la tiara de su suegro y los ‘looks’ de la reina Sofía e infantas

Septiembre es uno de los meses favoritos por los mallorquines para contraer matrimonio, ya que el calor del estío comienza a perder fuerza, especialmente con la caída de la tarde. Rosario Nadal, nacida en Palma, y el príncipe Kyril de Bulgaria se juraron amor eterno la tarde del 15 de septiembre de 1989 en la capilla de Santa Ana del Palacio Real de la Almudaina, propiedad de Patrimonio Nacional. Los príncipes de Preslav, Kyril y Rosario, anunciaron su separación amistosa en octubre de 2009, apenas unas semanas después de ser elegidos por Vanity Fair como la pareja mejor vestida del año. En su boda, celebrada dos décadas antes, posaron espectaculares. La imagen de los recién casados ocupó dos tercios de la portada de la revista ¡HOLA! que tuvieron que compartir, dada la cantidad de casorios celebrados ese fin de semana, con la boda de David, hijo de Johnny Hallyday y Sylvie Vartan, y la de Charles Spencer, hermano de Lady Di.

El segundo hijo de Simeón de Bulgaria, último rey del país y primer ministro entre 2001 y 2005, apareció en la fortaleza del siglo XIV muy bronceado yacompañado de su madre y madrina, la madrileña Margarita Gómez-Acebo, que vestía un conjunto de chaqueta verde y falda morada con pamela bicolor. El joven Kyril, de 25 años, optó por un nada arriesgado chaqué negro con camisa blanca y chaleco, corbata y pantalones en gris, y por peinarse, a la colonia, con la raya a un lado.

Minutos después, al son de la marcha nupcial de Mendelssohn, la novia de 20 años entró en la capillas del brazo de su padre, el empresario Miguel Nadal, y ataviada con un diseño nupcial exclusivo de Gustavo Puente. Rosario todavía no conocía a su gran amigo, el diseñador italiano Valentino Garavani, de quien llegó a ser imagen y musa en los años noventa. El modelo blanco creado por el catalán estaba formado por un cuerpo con cuello chimenea y mangas abullonadas hasta los antebrazos y una falda recta que nacía desde la cadera tras una ajustada cintura y moría en una escueta cola, sobre los laterales de la saya, que aportaba volumen a la parte delantera del conjunto. Un efecto visual muy de moda entonces. Destacaba de la romántica elección el escote en uve de la espalda y los bordados vegetales repartidos por toda la pieza a juego con la diadema de hojas de parra elaboradas con diamantes. De la tiara, propiedad de su suegro, prendía un velo de tul que se fundía por la espalda con la cola y escondía el moño bajo de la princesa de Preslav. La joya, estilo Belle Époque, se cree que perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo y que fue subastada en 1996. De ser cierta esta teoría, la diadema actualmente formaría parte de la colección de la joyería Zebrak de Londres.

Entre los 400 invitados que llegaron en autobús destacaba la presencia de los duques de Soria y los de Badajoz, grandes amigos de los padres del novio, la princesa Irene de Grecia, los barones Thyssen, Juana de Saboya y Bulgaria (madre de Simeón), Víctor Manuel de Saboya, Pitita Ridruejo yel heredero al trono de Marruecos, Sidi Mohamed, que acudió acompañado del, entonces, príncipe de Asturias. El actual Felipe VI ejerció como uno de los tres testigos del novio, del cual es muy amigo, y de parte de la novia firmaron la princesa Alexia de Grecia y Simoneta Gómez Acebo, hija de la infanta Pilar.

El rey Juan Carlos acudió conduciendo su propio vehículo en compañía de la reina Sofía y precedidos por el coche en el que viajaban las infantas Elena y Cristina. Rosario Nadal es hoy uno de los grandes apoyos de la benjamina de los Borbón y Grecia.Doña Sofía destacó aquella jornada con un conjunto en fucsia compuesto por una chaqueta de manga corta con hombreras y bordada con lentejuelas y falda de raso por la rodilla. La consorte completó su atuendo con un bolso también de fantasía a rayas y unas sandalias negras. La emérita, poco amiga de los sombreros, se presentó con su melenita al aire peinada con su característico ahuecado. Sus discretas joyas, apenas un par de pendientes de oro amarillo con un collar y pulseras a juego, no consiguieron hacer sombra a los grandes pendientes ochenteros de bisutería en forma de corazón que decoraban las orejas de las infanta Cristina ni a las opulentas esmeraldas de Carmen Thyssen.

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