Seguimos amando a Dolly Parton a pesar de los años y las modas, ¿cuál es su secreto?

Hay alguien capaz de enamorar a los asaltantes del Capitolio, a los amantes de RuPaul y a los granjeros de Carolina del Sur. En un momento en el que se castiga la imparcialidad y en el que el buenrollismo es vapuleado, que alguien haga chistes sobre sus pechos para esquivar preguntas sobre política y celebre su 75 cumpleaños con mensajes motivacionales en la redes parece impensable. A no ser, claro, que estemos hablando de Dolly Parton. La cantante, compositora, empresaria y filántropa es la imagen del sueño americano, aunque su estética se acerca más a la de un sueño erótico. “Es la idea que una niña de campo tiene del glamour”, aseguró a Michael Parkinson en una entrevista.

Ha hecho de su exuberante físico y sentido del humor sus aliados para entretener al mundo y de paso hacerse con él.

Esa niña, nacida en una familia de 12 hermanos, grabó su primer single con 13 años y acarició la fama en 1966 con Dumb Blonde. He aquí la primera razón por la que, como acredita Q Score, el índice de aceptación de los famosos, nadie la odia. Como buena rubia aparentemente tonta, ha hecho de su exuberante físico y su sentido del humor sus aliados para entretener al mundo mientras se hacía con él. Lo mejor es que nunca ha ocultado su estrategia. Cuando en 1977 Barbara Walters le pidió que mostrara su figura al público, supo ganárselo con su afilada lengua y un inmenso cerebro que, como ella misma dice, “hay debajo de la peluca”. “Sé que la gente se ríe de mí, pero la que se ríe soy yo. Sé lo que estoy haciendo, por eso me meto conmigo misma más que nadie. No voy a caer tan bajo como para ser chic, es lo más fácil del mundo. Pensé que lo mejor sería llamar la atención”. Lo logró. Cuatro años antes había escrito, en una tarde, Jolene y I will always love you. En su álbum de debut Hello, I’m Dolly (1966) puso voz al dolor de las mujeres invisibles de la clase obrera, aunque se niega a definirse como “feminista”. Nadie la ha criticado por ello, algo que en tiempos de Twitter resulta impensable… A no ser, claro, que estemos hablando de Dolly Parton.

Saber reírse de sí misma, tener series, películas y especiales navideños en Netflix, haber escrito libros (el último, Dolly Parton: songteller), contar con diversas producciones (es co-creadora de Sandollar Entertainment, cuna de Buffy Cazavampiros) y un largo etcétera explican su fortuna de cerca 600 millones de dólares. Sin embargo, ni su cuenta corriente ni su escote son lo más grande que tiene Dolly. La mujer a la que la oveja clonada debe su nombre es la responsable de que forme parte de los libros de medicina e historia, pues ha donado un millón de dólares a la investigación de la vacuna de Moderna contra la Covid. Dolly es el pegamento de América. También la salvadora del planeta. Convencida de que no solo el dinero, sino también la lectura, pueden crear un mundo mejor, desde hace 25 años dona más de un millón de libros al mes a niños, a través de Dolly Parton’s Imaginary Library.

El éxito de Dolly se debe a que parece tan contradictoria e imposible que funciona. Ser feminista sin decirlo, presumir de cirugías, hacerse la tonta sin tener un pelo de ello (el suyo se oculta bajo una infinita colección de pelucas) y tener un corazón tan grande que ni ella puede mofarse de su tamaño parecen atributos irreconciliables… A no ser, claro, que estemos hablando de Dolly Parton. Y lo estamos haciendo.

Dollymanía, legado en vida

La colección primavera/verano 2019 de Gucci incluye prendas con su cara. Barrio Sésamo creó el personaje de Polly Parton en su honor. La cantante también ha pasado por Los Simpsons. Lleva 55 años casada con Carl Thomas Dean. ¿El secreto de su amor? A él no le gusta demasiado su música. Le debe su cinturita a Sylvester Stallone, que le recomendó una dieta. Toca 20 instrumentos y estima haber escrito unas 3.000 canciones. “Son mi legado”, asegura en su libro. Con Jolene dio un giro a las canciones sobre infidelidades: adiós, tono vengativo; hola, desesperación. Metió una canción en una cápsula del tiempo que desenterrarán en 2045. “Tendré 99”, asegura optimista.

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