El 20 de febrero de 1983, en La Fraternitat de Martorell, Nina se disponía a debutar profesionalmente y todo el mundo le preguntaba si estaba nerviosa. «¡Cómo voy a estar nerviosa si estoy a punto de hacer lo que más me gusta del mundo!», estalló para que la dejaran en paz.
Corazón Acaba de debutar como jurado de ‘Operación Triunfo’, donde no canta, así que imaginamos que algunos nervios habría…
Nina Bueno, sí, pero son otros nervios: por la responsabilidad, el respeto. En cierto modo ahora recae sobre ti la suerte de otras personas que han venido a cumplir un sueño, está en tus manos hacer que se cumpla. Son nervios más por ellos. Por eso me he comprometido a tomarme este papel muy en serio.
C. ¿Se lo pensó mucho antes de aceptar?
N. Solo por una cuestión de tiempo, porque estoy ocupada con mi escuela, con un Máster, con un proyecto teatral. Uf, mucho lío. Sabía que volver implicaba tener que sacar tiempo de donde fuera para ver las clases, la evolución, ir a los ensayos y las galas… Pero Operación Triunfo no es un programa cualquiera, me cambió la vida y me ha marcado. Por eso era como volver al hogar.
C. Noemí Galera ha llegado a decir que «ser jurado es una ‘jodienda».
N. La entiendo perfectamente. He de confesar que me siento más cómoda en el papel de profesora: es más agradecido.
C. ¿Y cómo se enfrenta a este nuevo papel? ¿Cuál será su criterio?
N. Es difícil porque hablamos de una cuestión subjetiva. Aquí no hay un VAR, como en el fútbol, como herramienta que pretende mostrar las claves objetivamente. Aquí entran percepciones, sentimientos, gustos… Y además está el público, finalmente es el soberano. Yo, por mi parte, voy a intentar razonar, explicar mis motivos y, siempre que pueda, dar elementos que les ayuden a entender mi decisión para que puedan aprender y mejorar.
C. Usted siempre ha hecho especial hincapié en la voz.
N. Es verdad, pero también hay que entender que en un talent, las cuestiones que se valoran son muchas más. Lo mismo que con los artistas. Está el carisma, la personalidad, la conexión con el público, tener ángel… Del mismo modo que no puedes hacer una paella solo con arroz, no puedes ser un artista completo solo con la voz.
C. ¿Y cómo nace esa conexión?
N. Es un misterio. Es una cuestión de piel, porque es como se guía el público.
C. ¿Va a valorar más el trabajo a lo largo de la semana o el resultado de la gala para nominar a un concursante?
N. En principio, lo que manda es la gala, que es el examen final. Si hay alguien que ha tenido mala semana, pero llega el domingo y resuelve bien, lo siento, no te salvas de la nominación.
‘OT’ Me cambió la vida y me ha marcado
C. ¿Siente nostalgia cuando ve la Academia?
N. Es inevitable echar de menos todo eso. Yo ahora, cuando la veo, me da mucha envidia los chavales porque tienen unos profesores fantásticos, unas clases estupendas ante las que te quedas pegada a la pantalla. La formación, la convivencia, todo eso es único.
C. ¿Cree que los concursantes son conscientes de cómo les va a cambiar la vida? A usted también se la cambió.
N. En mi caso, dos veces: cuando me veían 23 millones con el ‘Un, Dos, Tres’ (TVE) y cuando me veían 8 millones con OT Pero no es lo mismo enfrentarte a la fama con 23 años que con 33. No hay nada que te prepare para enfrentarte a esa adversidad. La fama distorsiona la percepción que los demás tienen de ti, y si no estás preparado, de la que tú tengas del mundo. Es un espejismo.
C. En sus ediciones como directora no existían las redes sociales como ahora… ¿Las teme como jurado?
N. Soy usuaria de las redes y entiendo que son imprescindibles hoy en día, pero no voy a perder un tiempo que no tengo en entrar en polémicas o responder a las críticas que no sean constructivas.
Más que un jurado
Para las nuevas generaciones, la nueva jurado de ‘Operación Triunfo’ es la primera directora de la Academia, la misma que nos dio a Rosa, Bisbal, Bustamante y Chenoa, entre otros. Pero es mucho más. La pequeña Anna Mari pasó a llamarse Nina cuando Chicho Ibáñez Serrador la fichó para el ‘Un, Dos, Tres’. Hizo la maleta para cuatro meses y al final se quedó en Madrid cinco años. Cada semana, más de 23 millones de espectadores la veían en la noche de los lunes. Tal fue el éxito que la cantante sacó dos discos y fue seleccionada por TVE para ‘Eurovisión’ (Lausana, Suiza). España quedó en sexta posición con ‘Nacida para amar’. Corría el año 1989 y Nina recuerda en su libro, ‘Con voz propia’, cómo esperaba las votaciones sentada junto a Juan Carlos Calderón en una mesa adornada con la bandera del régimen anterior. A falta de dos canciones para salir al escenario, llamó a su madre, que no salía de su asombro ante el atrevimiento de su hija. “Era necesario quitar hierro al asunto, reír un rato, oírnos las voces, sentirnos cerca”.
Desde la distancia que procura la madurez, Nina recuerda esa época no sin cierta precaución: “Una vez terminado el contrato de la tele, el resto no fue tan fácil. Ni personal ni profesionalmente guardo un buen recuerdo de aquella época. Tampoco malo. Digamos que es una mezcla de sentimientos contradictorios, de ilusión infinita y decepción profunda.” Así supo sacar dos lecciones: hay que aprender de los maestros y lo importante no es tanto saber qué quieres sino qué no quieres.
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