María Cristina de Reibnitz, princesa Miguel de Kent, la prima racista (y muy problemática) de la reina Isabel II que se puso (a propósito) un broche con cabeza de negro para recibir a Meghan Markle en la corte británica

Su título es el de Princesa Miguel de Kent, por su matrimonio con uno de los primos de la Reina Isabel, y es una de las integrantes de la familia real británica mejor vestidas y más atractiva: espigada, rubia, de ojos claros y tez pálida. Su estilo, sus joyas y sus impecables pamelas la han convertido durante años en una de las “royals” más fotografiadas. Pero María Christine von Reibnitz también ha dado que hablar por otra cuestión: sus salidas de tono y sus comentarios y actitudes racistas.

Fue ella quien fue captada muy sonriente a la entrada del Palacio de Buckingham, hace tres años, luciendo un broche Blackamoor, cuando se dirigía a la primera cena navideña de Buckingham a la que asistía Meghan Markle, entonces prometida de Enrique. El detalle no pasó inadvertido: los broches Blackamoor o Moretti, originales de la Venecia del siglo XVI, se hicieron muy populares en los siglos XVIII y XIX y se llaman así porque representan el busto de un hombre negro, un “moro”, tallado sobre un cuerpo de oro y con un turbante de piedras preciosas. Se convirtieron en el símbolo de Otelo, pero, con el tiempo quedaron como una controvertida representación del colonialismo. El escándalo en las redes sociales fue enorme. Era evidente para la mayoría que había sido un gesto intencionado.

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Es difícil creer que la princesa no se fijara en el detalle. Sin embargo, negó que fuera un signo racista contra Markle, aunque finalmente tuvo que pedir disculpas. Un portavoz dijo que estaba “consternada por esta ofensa”, pero que ya había lucido ese broche, que fue un regalo, en otras ocasiones sin por ello recibir críticas.

Pero no es la primera vez que Christine von Reibnitz crea polémica por actitudes racistas. Se dice que, en 2004, mientras cenaba en un restaurante en Nueva York, espetó a un grupo de comensales afroamericanos que “volvieran a las colonias”. Para arreglarlo, tiempo después contó que años atrás “había fingido ser africana”, mientras escribía un libro, pero que por sus ojos claros no lo había conseguido. Su tono condescendiente le jugó de nuevo una mala pasada. “Viajé en autobuses africanos”, dijo, “quería escribir y tener experiencias. Viví esa experiencia con esas personas absolutamente adorables y especiales y me llamaron racista: es un cuchillo en el corazón porque realmente amo a esta gente”.

Por si fuera poco, trascendió que había bautizado a dos ovejas negras que tenía en el palacio de Kensington como Venus y Serena, al igual que las hermanas Williams. La prensa británica ha puesto también en evidencia, en numerosas ocasiones, su carácter prepotente, indiscreto, sus aires de grandeza y su afición al bótox. Los británicos nunca le han tenido demasiado simpatía. La han considerado siempre muy clasista En 2013, con otra entrevista, provocó un nuevo tumulto al afirmar que había tenido que apretarse el cinturón y por eso “no salía a cenar a restaurantes, para no derrochar”. Y, en 2015, aseguró que “los animales no tienen derechos porque no votan ni pagan impuestos”.

Ni siquiera Lady Diana se libró de sus inconveniencias. “Era una ignorante, no supo hacer frente a la fama porque no tuvo una madre estricta”, aseguró, en una entrevista en Estados Unidos, mientras promocionaba uno de sus libros. Se dice que la propia Isabel II ha llegado a afirmar, en privado, que era “demasiado altiva para nosotros”.

Su pasado tampoco está exento de polémica. Christine nació en la Alemania nazi, en Karlsbad, en 1945, en lo que es actualmente es la República Checa. Siempre ha presumido de tener como ascendente a Catalina de Medicis. Su abuela materna era la princesa Hedwig von Windisch-Graetz, una de las familias europeas de la alta aristocracia. Sin embargo, sus antecedentes han causado polémica por otra razón: una biografía de mediados de los ochenta afirmaba que su padre, el barón Gunther von Reibnitz, se había afiliado en 1930 al partido nazi, un hecho que ella empezó diciendo que desconocía, pero acabo confirmando.

En 1933, con la subida de Hitler al poder, el barón se alistó en las SS. La madre de Christine se separó de su padre y se fue con ella a Sidney. Allí la exbaronesa abrió un salón de belleza y se volvió a casar con un aristócrata polaco. Marie Christine estudió en Viena y en Londres, adonde llegó en 1968 para estudiar interiorismo. Siguió cursos en artes decorativas en el Victoria And Albert Museum, pasó algunos años aprendiendo en estudios y finalmente abrió el suyo propio. Después estudio Historia. En la actualidad es escritora y ha publicado varios libros de ensayo y de ficción sobre familias reales y nobles de Europa y novelas históricas. También da conferencias y ejerce de consultora de arte, además de pertenecer al patronato de más de 40 organizaciones benéficas, centros educativos y hospitales. Tiene su propia página web y mantiene columnas en la revista Orient Express y en el Huffpost.

El príncipe Michael de Kent es el hijo pequeño del príncipe George, Duque de Kent y hermano del padre de la reina Isabel II, por lo que Isabel y Michael son primos carnales. Tiene el tratamiento de Alteza Real y representa a la soberana cuando ésta se lo pide. Su hermano es el actual duque de Kent, Eduardo. En 1978, Michael se casó con Marie Christine von Reibnitz, que ostenta el título de baronesa por vía paterna. El matrimonio causó polémica al ser ella católica, lo que hizo que el Príncipe fuera excluido, durante unos años, de sus derechos sucesorios al trono británico. Hoy ocupa el puesto número 46 en la línea de sucesión.

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Michael y Marie Christine se casaron por lo civil, en Viena, en 1978. También fue problemático el que ella hubiera estado casada anteriormente con el banquero británico Thomas Troubridge, desde 1971, aunque ya estuvieran divorciados. Ella tuvo que solicitar al Papa la anulación eclesiástica. En 1983 celebraron su matrimonio por la iglesia. Marie Christine se convirtió en princesa con el nombre de su marido, porque solo las hijas y nietas de reyes pueden serlo con su propio nombre. El matrimonio vive en el palacio de Kensington, en un apartamento de 10 habitaciones cedido por la Reina y tienen dos hijos: lord Frederick y lady Gabriella, que se casó en 2019 en la capilla de San Jorge en Windsor con Thomas Kingston, en lo que fue una de las bodas reales del año.

Lady Gabriella llevaba la misma tiara –llamada K city of London Fringe– que lució su madre, Marie Christine, el día de su boda religiosa. La baronesa estaba deslumbrante con un vestido de inspiración Fin de Siècle y el pelo extendido para sujetar la joya. A partir de entonces, cada aparición de la Princesa se convirtió en noticia. Fascinaba con sus collares de perlas, a los que es particularmente aficionada, incluidas las microperlas, las amatistas y aguamarinas, esmeraldas o rubíes y las otras tiaras de diamantes de la casa de Kent. Tanto ella como su marido pasaron a ser habituales de las crónicas de sociedad. En la actualidad, se recupera del coronavirus, ocasión que sus enemigos en las redes han aprovechado para desearle todo tipo de males adicionales y reiterar las acusaciones de racista.

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