Maradona se hace inmortal

No todos los días muere un dios. Y Maradona lo era: en sentido figurado, para los amantes del fútbol; en sentido literal, para los miembros de la Iglesia Maradoniana (creada en 1998, con su biblia, Yo soy el Diego de la gente; su rezo, Diego nuestro), y sus particulares 10 Mandamientos, entre ellos «Llevar Diego como segundo nombre y ponérselo a tu hijo» que lo adoraba, adora y adorará mientras haya un argentino sobre la faz de la Tierra (aquí las complicaciones de su herencia).

Vivió con la misma intensidad y pasión con la que jugó: viajó de la miseria a la riqueza derrochadora, del juego callejero a llenar estadios y ganar copas, se dejó llevar por las tentaciones y quiso caer en todas ellas, convirtiendo su vida en un ‘reality show’ antes de que la televisión supiera qué demonios era eso.

Cumplió 60 años el pasado 30 de octubre. Lo celebró en su casa recién comprada en El Tigre, el delta del río La Plata, que ahora, en plena primavera austral, es un vergel de colores apabullantes. Concedió su última entrevista al diario ‘Clarín’, afectado aún por los zarpazos que la pandemia dio en su entorno, con la muerte de su cuñado y el contagio de su hermana Lili.

«Estuve mucho tiempo fuera y uno se pregunta si la gente me seguirá queriendo, si seguirán sintiendo lo mismo», le confesaba al periodista sin imaginar que todo ese amor iba a hacerse viral en unos días, con el mundo entero llorando su marcha. Esta vez, definitiva.

El pasado miércoles sufrió un infarto en su casa (reacciones en las redes sociales), cuando estaba con su sobrino y la enfermera que le cuidaba tras su reciente operación de un hematoma subdural crónico y su síndrome de abstinencia. Un vecino médico acudió en su auxilio, pero fue inútil. El presidente Alberto Fernández decretó tres días de luto nacional.

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