El pasado 6 e junio, la BBC emitía el primer capítulo del documental en el que el príncipe Alberto de Mónaco y su esposa, Charlene, abren las puertas de palacio para que el gran público conozca los detalles de su día a día. Una producción tan sorprendente como valiente, pues ya sabemos que su matrimonio ha estado puesto en tela de juicio desde el principio. Aunque quizás sea eso lo que pretendan: dar otra imagen y mostrar la solidez de una relación que, incluso poco antes de que comenzara el confinamiento, las nubes de que estaban más cerca de la separación que de continuar casados, aparecían de nuevo en el cielo del principado.
No es de extrañar, porque la historia familiar de los Grimaldi está llena de toda suerte de desdichas y de capítulos en los que el punto y final del amor se escribía con tanta fuerza que era innegable que sería imborrable, que no daría pie a que se siguieran escribiendo líneas. Y es justo eso lo que pretendemos, echar la vista atrás para recordar esos capítulos en los que no pocos han visto una especie de maldición.
Podemos empezar por una de las uniones más emblemáticas (y más mediáticas): la de Rainiero de Mónaco con Grace Kelly, la actriz de Hollywood que pasó de ser un icono en Hollywood (con un Oscar incluido) a uno de los emblemas de la realeza europea. Un matrimonio en el que ambos se profesaban un cariño y un respeto que se veía a la legua, pero en el que hicieron hincapié con sus declaraciones públicas. Un idilio que terminó con ese accidente de coche que trucó la vida de Grace, dando inicio a toda suerte de desdichas en el terreno familiar de los Grimaldi.
Fue el 13 de septiembre de 1982. Su hija la princesa Estefanía iba en el mismo vehículo. Un siniestro que le causó daños irreversibles a Grace y que aún a día de hoy, casi 40 años después, sigue envuelto en un halo de misterio. «Fue uno de esos seres especiales que con su sola presencia suscitaba la admiración y el respeto de todos«, dijo en 2002 Rainiero, manteniendo vivo su recuerdo.
De otro modo, copando los titulares de ese papel cuché en el que reinó tras atravesar medio mundo para instalarse en Mónaco por amor, sus hijas siguieron su estela y mantuvieron viva la llama. Y, aunque sin llegar al extremo de la tragedia de perder la vida, también han sido sucesoras de esas idas y venidas de su corazón, llenado páginas de revistas y continuando siendo una de las realezas que más interés despierta en el mundo (de ahí que no haya sorprendido la producción documental de la BBC).
Los amores de Carolina
Podemos empezar por Carolina, la mayor de las dos hermanas de este matrimonio. Y podemos hablar de ese matrimonio con Ernesto de Hannover, un hombre polémico con el que estuvo casada diez años y de quien, a pesar de que pusieron punto y final a la relación de manera oficial en 2009, aún no se ha divorciado de manera oficial. Sí, el amor se acabó, pero quedó ese poso de cariño que les ha convertido en una de las parejas rotas más extrañas de todos los tiempos en el mundo del corazón.
De hecho, tras Ernesto (que, tras Philippe Junot y Stéfano Casiraghi, fue su tercer marido) no rehizo su vida sentimental de manera oficial.Su vida se ha centrado en servir a la realeza de su país, a cumplir con su agenda. Quizás por eso hoy se hable de lo extraño que es que lleve seis meses sin aparecer en un acto oficial. Aunque ya hay quienes aseguran que tan solo se trata de una cesión de protagonismo a sus hijos.
Digna heredera de su madre
Llegados a este punto, nos centramos en esa vida sentimental convulsa de Carlota Casiraghi, la segunda de los cuatro hijos de la propia Carolina. Porque la princesa, llamada a recoger esa herencia de estilo de su abuela y de su madre, tampoco ha tenido una travesía plácida en el terreno del amor. Porque, aunque es cierto que tan solo se ha casado una vez (en 2019, con Dimitri Rassam, su actual pareja), su currículum en este aspecto es más que florido.
Hubertus Arenque Frankensdorf, Alex Dellal, Gad Elmaleh (recordemos que este cómico francés es el padre de su primogénito) y Lamberto Sanfelice son los hombres que han sido retratados por los ‘paparazzi’ y junto a quienes ha continuado con esa especie de ‘tradición’ de despertar el interés público. El mismo que ha llevado a la casa real y a la propia Carlota a poner ciertos límites.
Porque, antes de ese ‘si, quiero’, ya se especuló con una boda. Y si hiciésemos caso a las crónicas de la prensa especializada, tendría un buen puñado de hijos más de los que ha dado a luz. Es más, ha tenido hasta que desmentir que su matrimonio se tambalee. O lo que es lo mismo: se ha visto envuelta en los mismos rumores que persiguen a su tío Alberto, solo que ha sabido colocar esos límites en pro de su privacidad.
Los vaivenes de Estefanía
¿Y Estefanía de Mónaco? Para conocer a su primer novio oficial, Paul Belmondo, tenemos que remontarnos a su adolescencia. A los 16 años, fue expulsada del parisino Liceo Dupanloup y, a su regreso a Mónaco, se cruzó en su camino el hijo del cineasta Jean-Paul Belmondo. Un amor de juventud al que le seguiría el que mantuvo con el hijo de otro icono del cine del momento, Anthony, hijo de Alain Delon.
A mediados de los 80 se marchó a Estados Unidos para intentar abrirse hueco en el mundo de la música. Se instaló en Los Ángeles al lado de quien por entonces era su pareja, Mario Oliver, un ‘play boy’ al que sustituyó por el empresario Jean Yves Lefur (con un breve ‘affaire’ con el actor Rob Lowe de por medio) tras fracasar en su carrera artística y regresar a casa. No llegó a casarse. Y por qué lo sabemos todos…
Porque antes de que caminaran hacia el altar, y para sorpresa de todos, anunciaba que estaba embarazada, y que el padre e la criatura que venía en camino era su guardaespaldas, Daniel Ducruet. Con él sí llegó a casarse, pero el matrimonio, tocado por eso que llaman maldición de los Grimaldi, tal solo duró un año. Las infidelidades de este, que salieron a la luz pública, provocaron que el final se precipitara y que ella cayera en los brazos de otro guardaespaldas, Jean Raymond Gottlieb, con quien también tuvo una hija.
Dentro de esta locura que supone la vida íntima de la menor de las hijas de Rainiero y Grace, aterrizó un hombre del mundo del circo. Franco Knie, un domador de elefantes junto al que recorrió Europa, entregándose a la profesión de este. No duró mucho. Lo que tardó en aparecer Adans López Peres, un acróbata portugués con quien estuvo casada aún menos tiempo que con su primer marido: diez meses.
¿Alguien duda de la inestabilidad de las relaciones en este palacio? Al final, el de Alberto y Charlene, tan puesto en entredicho desde antes incluso de esa boda el 1 de julio de 2011, son quienes resisten. A pesar de los hijos secretos de este y de esos azotes de la prensa, que siempre ha tenido una relación simbiótica con esta casa real, que intentan que la maldición caiga también sobre sus cabezas.
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