Cuando un miembro de la realeza se embarca en una visita oficial sabe que le va a tocar sí o sí poner a prueba sus habilidades en disciplinas a las que nunca se han enfrentado. Por ejemplo, si acuden a un centro juvenil donde se utiliza el deporte como terapia, el royal de turno se hará una foto tirando un balón a una canasta aunque no haya jugado al baloncesto en su vida. Si la cita es en una granja de vacas, que no falte tampoco la imagen ordeñando junto a uno de los trabajadores encargados de esa tarea. Lo que sea por empatizar con el público local y transmitir cercanía.
Pero si bien la mayoría de las veces vemos a sus protagonistas disimulando su falta de pericia con una sonrisa; a veces gracias a esta tradición también descubrimos talentos ocultos que nadie podría imaginar asociados a la realeza. Y eso es justo lo que acaba de revelar el príncipe Guillermo durante su vista a un circo en Galway, Irlanda, donde le retaron a hacer malabares con unas pelotas como los artistas que entrenan allí cada día.
Lo que nadie imaginaba es que el futuro rey de Inglaterra no solo no iba a hacer el ridículo, sino a ser tan habilidoso con este arte como para mostrarse totalmente relajado mientras hacía girar las bolas con la confianza del que sabe que no se va a caer ninguna al suelo. ¿Una metáfora de lo que le tocará hacer cuando acceda al trono? Porque todos sabemos que no hay circo comparado con la familia real británica.
El singular momento lo ha recogido en vídeo el Ministerio de asuntos exteriores de Irlanda, que ha publicado en sus redes sociales este clip de Guillermo malabarista para promocionar que Galway ha sido designada este año como Capital Europea de la Cultura.
La que ha demostrado menos pericia con otra costumbre local ha sido su mujer Kate Middleton, que ha hecho lo posible por dar la talla jugando al Hurling, un deporte de equipo de origen celta muy parecido al fútbol pero en el que el balón se golpea con unos palos en lugar de con las piernas.
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