La bronca entre la princesa Margarita y Judy Garland que explica la fama de non grata de la ‘royal’ en EE.UU.

Hace unas semanas estallaba una terrible polémica a raíz del estreno de la cuarta temporada de la serie The Crown; un drama histórico sobre el reinado de Isabel II. En los últimos capítulos, se expone el conflictivo triángulo amoroso entre el príncipe Carlos, Diana de Gales y Camilla Parker Bowles. Los seguidores de la serie, consternados por el sufrimiento de Lady Di –bien interpretado por la actriz Emma Corrin–, no dudaron en plagar de mensajes de odio las redes sociales de la familia real británica, centrando su ira en la duquesa de Cornualles y ensalzando la figura de la difunta princesa.

Mientras estos episodios ponían en entredicho la buena fe de la monarquía británica, hubo un capítulo donde la serie parece haber favorecido la imagen de la institución sin cumplir del todo con la realidad. ¿La principal beneficiada? La princesa Margarita.

En el capítulo número dos de la tercera temporada, se relata la gira de la hermana de la reina Isabel por Estados Unidos, en la década de los 60, acompañada por su esposo, el fotógrafo Antony Armstrong-Jones. Aunque en la serie muestran esta travesía como un éxito rotundo, la realidad es que la royal se ganó el título no oficial de persona non grata en el país por su carácter arrogante y rebelde.

Uno de los principales conflictos se produjo durante una fiesta en Hollywood a la que la princesa fue invitada por su amiga Sharman Douglas, socialite e hija del ex embajador de los Estados Unidos en Reino Unido, Lewis William Douglas. La lista de invitados del evento incluía a personalidades como Elizabeth Taylor, Richard Burton, Judy Garland, Gregory Peck, Fred Astaire, Natalie Wood, Doroty McGuire, Jimmy Stewart, Frank Sinatra, y Mia Farrow.

La cena empezó mal desde el momento en el que Elizabeth Taylor y su marido, Richard Burton, acostumbrados a ser los protagonistas, no fueron sentados junto a los royal sino que fueron acomodados en una mesa junto a la puerta de las cocinas. Al darse cuenta, los actores se marcharon sin saludar a sus Alteza Reales, produciéndose así el primer rifirrafe entre las parejas.

Más tarde, a la princesa Margarita se le antojó escuchar cantar a la artista Judy Garland. Y así lo ordenó mediante una misiva desde el otro lado de la sala donde le exigía que actuase durante la ceremonia. La americana se sintió profundamente ofendida, no solo por ver cuestionado su talento, si no también por el tono autoritario de la princesa. Según el libro Princess Margaret: A Biography del biógrafo real Théo Aronson, la intérprete de Somewhere over the rainbow contestó al emisario:

“Ve y dile a esa desagradable y grosera princesita que nos conocemos desde hace bastante tiempo y que hemos charlado en suficientes baños de mujeres para que no pueda saltarse el aburrido protocolo y pase por aquí para pedirmelo personalmente”, y añadió, “Dile que cantaré si primero bautiza un barco”.

No contenta con el terrible desencuentro, la princesa se animó a desvirtuar a Grace Kelly, estrella de Hollywood y princesa de Mónaco. Durante la fiesta, se le acercó y le dijo a la ganadora de un Oscar: “Francamente, no pareces una estrella de cine”. A lo que Kelly le contestó con sorna: “Bueno, yo no nací como una estrella de cine".

En palabras de Aronson, estos no fueron los únicos enfrentamientos que tuvo la princesa. Según narra en la mencionada biografía, disfrutaba especialmente de atacar a los artistas y otras celebridades. Fueron víctimas de sus desaires la supermodelo Twiggy (a quien fingió no conocer), de nuevo Elizabeth Taylor (además del accidente de la cena, dijo que su anillo de diamantes Krupp Diamond de 33,19 quilates era “una auténtica vulgaridad”) y Neile Adams, la esposa de Steve McQueen (desató la furia de Margarita al compartir baño con ella accidentalmente, sin darse cuenta de que protocolo que exige intimidad absoluta para la realeza).

Fueron tales los encándalos y el excesivo gasto que generaron durante el viaje para el país (cerca de 30.000 libras de la época) que cuando quisieron regresar en 1970, los diplomáticos británicos trabajaron activamente para evitarlo. Hubo quienes dijeron que cuando Margarita bebía, desarrollaba una especie de síndrome de Tourette. Según el crítico Craig Brown en The Guardian: "parecía sentirse presa de la imparable necesidad de decir lo primero que se le ocurriera, siempre que fuera lo suficientemente desagradable".

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