El principio del fin del noviazgo entre Felipe y Eva Sannum: la boda de la que salió una ruptura

La boda del príncipe Haakon Magnus de Noruega y Mette-Marit Tjessem, oficiada en Oslo el 25 de agosto hace 20 años, supuso una victoria sin precedentes para los defensores del amor romántico y morganático (el que une a dos medias naranjas de distinta condición nobiliaria). La primera boda real del milenio se celebró contra golpe y marea (los monárquicos no aprobaban que ella incorporase un primogénito fruto de una relación anterior) y gracias a la voluntad del pueblo noruego, abogado siempre de la modernidad. Sin embargo, esta celebración supuso el principio del fin del noviazgo entre el entonces príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, y Eva Sannum.

El vestido con el que Sannum hizo su entrada en la catedral de Nuestro Salvador fue la gota que colmó el vaso de las voces conservadoras más críticas con la elección principesca. El modelo de Sannum era largo, como dictaba el protocolo de los Glücksburg, en azul tornasolado Borbón, y nacía de un cuello halter con escote pico. La espalda al aire –apenas atravesada por un par de cordones que ceñían la pieza al tronco de Sannum–, parcialmente cubierta por un chal a juego, unos guantes también en azulón que le abrigaban hasta el codo los brazos desnudos y un bolso saco con bordados en púrpura completaban el atuendo de la osloita. Demasiada piel a la vista a ojos de la prensa cortesana, que no escatimó esfuerzos en resaltar lo inapropiado de este trapo sobre los hombros de una plebeya, hipotética aspirante a futura consorte de España. Nora Farah, diseñadora del vestido, lo defendió argumentando que era “muy femenino y realzaba la personalidad de Eva, que es muy fresca, muy natural, con un gran componente deportivo”.

La elección de Eva fue totalmente opuesta a la de la entonces reina en ejercicio, Sofía, que apareció del brazo del príncipe vestida con un Valentino. De la colección de Alta Costura Primavera/Verano 1998 confeccionado en gasa gris perla con fantasía en la cintura al que se le había añadido, a petición de su majestad, unas mangas y un cuello más cerrado que el presentado por el diseñador italiano sobre la pasarela de París.

A esta imagen de la joven de 26 años a primera hora del casorio hay que añadir otra que tampoco gustó a sus detractores españoles. En ella, Sannum aparece, junto al Borbón, agarrando una copa de coñac con sus dos manos durante el baile nupcial celebrado, horas después del rito, en el Palacio Real de Oslo. Felipe, ataviado con frac de gran etiqueta de la Armada, parece estar disfrutando del mismo brebaje si atendemos a la posición de su brazo izquierdo que, casualmente, tapa el cabello níveo de otro invitado. La instantánea de la pareja departiendo fue publicada la mañana siguiente en la mayoría de los diarios españoles, y provocó que a más de uno se le atragantase el desayuno en Zarzuela.

Casa Real se apresuró a admitir, con la boca chica, una amistad entre ambos. Según lo rumoreado entonces, la reina Sofía, aquella misma noche, también le habría aconsejado a su hijo cesar la relación, y no precisamente temporalmente, tras respirar el mismo aire que su posible nuera. Un año antes don Felipe había concedido una entrevista a la agencia EFE en la que aseguraba que sólo se casaría por amor. Hacía tiempo que la amante vikinga del príncipe tomaba lecciones de castellano, y preparaba su conversión del luteranismo al catolicismo apostólico y románico.

El desprecio por la noruega por parte de los sectores más arcaicos del reino fue en aumento desde el mismísimo domingo 26 de agosto hasta que, la fría tarde del 14 de diciembre de 2001, cuatro meses después de la fiesta nórdica, don Felipe de Borbón se asomó a uno de los salones del Palacio de La Zarzuela. Allí se estaba celebrando una especie de merienda navideña para tratar la agenda real el próximo semestre, entre personal de la Casa y una docena de periodistas, y allí confesó Felipe que su relación con la exmodelo y publicista noruega había llegado a su fin. “Sabía que estabais aquí y he venido a saludaros y a contaros que Eva y yo hemos decidido acabar con nuestra relación, seguiremos siendo amigos. Por razones estrictamente personales y particulares, cada uno seguirá su camino en la vida. La decisión ha sido tomada libremente de mutuo acuerdo”, fueron las palabras exactas del heredero al trono de España, que estaba a punto de cumplir 34 eneros. Lo más irónico del caso es que este noviazgo “que no había prosperado y punto”, como dijo el protagonista del mismo, y que se había alargado durante cuatro años, nunca había sido confirmado antes de alcanzarle el final.

A los tortolitos no los había presentado en 1997 el príncipe Haakon de Noruega, como se había ocupado de explicar la prensa monárquica española con el fin de relacionarla a ella con los círculos aristocráticos de su país, sino que el encuentro sucedió un año antes de forma completamente diferente, como explicó la propia Eva el pasado marzo en una entrevista en el diario Aftensposten. “Felipe y yo nos conocimos completamente por casualidad cuando yo vivía en Madrid”, aclaró tras denunciar que “cuando eliges no comentar nunca algo, como hice yo, muchas veces se establecen en la prensa algunas verdades que no corresponden a la realidad. Que una información se repita con frecuencia no significa que sea cierta”.

Los últimos versos que Felipe VI le dedicó en público a Eva sonaban ensayados y salieron de su boca ese mismo 14 de diciembre de hace dos décadas. “Espero que Eva y yo sigamos siendo amigos. Sus cualidades son numerosas y quiero destacar algunas: su fortaleza, dignidad, sensibilidad, capacidad de superación, sentido y determinación por llegar a la excelencia de lo que se propone siempre me ha impresionado. Y no sigo porque nunca dejaría de hablar", dijo. Los viajes a París, Alemania, Noruega, India, Suiza y alguna que otra isla del Caribe quedaron para siempre en el recuerdo amargo y las páginas del papel cuché que los ilustraron. Sannum departió sobre su expareja real con el diario Dagbladet en 2014 cuando se anunció que el hijo de Juan Carlos I lo sucedería a título de rey unos días después. “Claro que felicito al rey entrante. Es una decisión inteligente. Felipe es el hombre adecuado para el trabajo y la situación en la que ahora se encuentra España”, afirmó.

Por todos es conocido que el príncipe de Asturias se casó en 2004 con la periodista Letizia Ortiz Rocasolano (la orgullosa nieta de un taxista que todavía sigue siendo la diana de los dardos envenenados de un sector juancarlista que se alimenta de nostalgias y recuerdos) con la que tuvo dos hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía. Eva abandonó su faena como maniquí en el año 2000, antes de la ruptura, para emprender una carrera como creativa publicitaria. Después de trabajar como redactora publicitaria durante años en las grandes agencias de publicidad de Oslo, Sannym entró a formar parte de la plantilla de Geelmuyden Kiese, la agencia de comunicación más importante de Noruega, en 2014, donde fue directora creativa hasta que en 2019 emprendió su carrera en solitario como autónoma.

Hoy es una muy valorada consultora de comunicación y miembro de la Junta de la Federación de Esquí. También ha formado parte de la Comisión Profesional de la Prensa (PFU) y del Comité de Quejas a la Prensa Noruega. En Twitter se define como una “entusiasta de la marca”. Actualmente también lidera un podcast, Tut&Mediekjor, junto a los comunicadores Svein Tore Bergestuen y Christian Lyder Marstrander en el que tratan ejemplos de buenas y malas praxis periodísticas y publicitarias. De Pascuas a Ramos, a los medios españoles les cae algún que otro disimulado rapapolvo de Eva con carácter retroactivo.

La última exconquista conocida del rey mantiene una relación estable con el también publicista Torgeir Vierdal, con el que ha tenido dos hijos. Los cuatro son unos enamorados de las Islas Baleares, que visitan con frecuencia. Viven, desde 2014, en un palacete del siglo XIX, valorado en más de un millón y medio de euros, en el barrio de Fagerborg de Oslo. El famoso vestido azulón que estrenó hace dos décadas no cuelga en su armario, según confesó su propietaria. Se lo prestó hace tiempo a una amiga para asistir a una fiesta en Estambul y nunca se lo devolvió.

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