Uno de sus primeros trabajos fue repartir botellas para fiestas con su moto, cuando apenas estaba en segundo de Bachillerato, según explicó hace un tiempo al Diario ABC. Después, Rosauro Varo organizó una fiesta de fin de año, con 1.500 euros que le dieron sus padres y reinvirtió los beneficios en varios locales. Hoy tiene a más de 300 personas trabajando con él y dirige un fondo que gestiona sus inversiones en telecomunicaciones, negocios inmobiliarios, financieros, hosteleros y tecnológicos, por un valor de más de 100 millones de euros. Entre medias terminó la carrera de Derecho.
Una de sus primeras empresas se llamaba Vendedores de Ilusiones, y la fundó junto a dos socios a los 19 años. Con 20, lanzó la discoteca Boss, un emblema de la noche sevillana de los años 2000. Tiempo después, entró en el negocio de la distribución de móviles, que le reportó uno de los mayores beneficios de su carrera. Muchas de esas empresas pertenecen ahora a GAT, el fondo con el que Varo gestiona sus millonarias inversiones.
Su padre es virólogo y su madre, funcionaria de la Junta de Andalucía, fue diputada por el PSOE, entre 2016 y 2019. A los 27 años se mudó a Madrid y empezó a codearse con la “jet” , al tiempo que sus negocios empezaban a tomar gran envergadura. Emprendedor, osado, innovador, su talento para las relaciones públicas le abrió las puertas de los círculos empresariales más influyentes y le convirtió en un asiduo de las fiestas de moda, aunque siempre en un segundo plano. Fue la época en la apareció en las páginas de la prensa por sus romance con Eugenia Martínez de Irujo o Vicky Martín Berrocal, entre otros nombres del panorama social, con las que mantiene una buena relación.
Pero siempre ha destacado por su discreción, tanto a la hora de hablar con la prensa como cuando se trata de acudir a eventos sociales, algo que hace en contadas ocasiones. En 2018, le vimos en la boda de Marta Ortega y Carlos Torretta, a cuyo círculo de amigos pertenece, y a la que acudió con su pareja, la actriz Amaia Salamanca, con la empezó a salir en 2010 y con la que tiene tres hijos, Olivia (6), Nacho (5) y Mateo (4), aunque todavía no han pasado por el altar. Se conocieron en Ibiza a través de amigos comunes. La familia vive entre la urbanización de lujo de La Moraleja, en Madrid, que alberga una amplia colección de arte de vanguardia, y Guadalmina, en Marbella, donde recientemente se construyeron una impresionante casa. Ambos son esquivos con la prensa. Se les ve algo más en público durante la Semana Santa sevillana y la Feria, donde Varo posee una caseta. En Sevilla también adquirieron un palacete del siglo XVIII, en el barrio de Santacruz.
Entre los amigos de Varo figuran, además, Alfonso de Borbón, pareja de la modelo Eugenia Silva, y el empresario Javier Hidalgo, hijo de Juan José Hidalgo, fundador de Globalia. Hidalgo y Varo han hecho negocios juntos, como cuando adquirieron la empresa de telefonía Pepephone, creada en 2007 por Globalia. Gracias a esta empresa Varo se convirtió en millonario, cuando la vendieron por 158 millones de euros, en 2016. Otro de los negocios de éxito del joven empresario fue el de los conductores privados o VTC. Hoy es accionista de Cabify. También tiene negocios inmobiliarios, como dos torres de lujo en Cancún, y proyectos hosteleros. Uno de ellos, el chiringuito PuroBeach de Marbella, fue recientemente arrasado por un incendio.
Además, dirige un master en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y es patrono de la Fundación Alalá, que ayuda a los habitantes del Barrio de la Tres Mil Viviendas que están en riesgo de exclusión. Su último éxito ha sido convertirse, a sus 42 años, en vocal y consejero independiente del Grupo Prisa. Aquel joven que repartía botellas en moto se codea hoy con los grandes empresarios españoles.
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