El misterio de los tatuajes de Juan de Borbón, el abuelo marinero de Felipe VI

La entrevista fue grabada a comienzos de los años 80 y se suponía que iba a nutrir la primera temporada de 30 Minuts, el histórico programa informativo de TV3. Pero, por razones desconocidas, el canal catalán nunca la emitió. No fue hasta 1993 que una emisora sacó a la luz la única conversación televisiva que existe de don Juan de Borbón. Los reporteros, de Canal Sur, emitieron ese testimonio inédito pocos días después de la muerte del conde de Barcelona, de la que ahora se cumplen 27 años.

La periodista Pilar Trenas, la misma que Camilo José Cela lanzó a una piscina en medio de una entrevista por hacer una pregunta poco oportuna, fue quien consiguió que don Juan abriera las puertas de su casa de Puerta de Hierro, a la que bautizó Villa Giralda en recuerdo de su vivienda de exilio en Estoril.

Durante la entrevista con Trenas, el padre del rey Juan Carlos compartió recuerdos de su infancia que nunca antes había contado en público: los días de verano previos a la Guerra Civil en La Granja de San Ildefonso, donde solía ir a pescar truchas; los pases privados de cine en el Palacio Real, en los que los lacayos proyectaban las películas de Charles Chaplin; y otras curiosidades de un niño solitario en la corte de Alfonso XIII, como la educación con tutores o la ausencia de amigos. “En mi caso, era salir a la pizarra todos los días”, recordaría Don Juan.

El abuelo de Felipe VI también rememoraba los origines de su pasión por el mar, que se gestó durante los veranos en el Palacio de La Magdalena, regalo del pueblo de Santander a la reina Victoria Eugenia y su familia. “Allí surgió mi afición marinera y mi gusto por la navegación”. El clímax de la entrevista llega cuando el conde sale al jardín luciendo una camisa de manga corta. Pilar Trenas no puedo ocultar su sorpresa al ver los tatuajes que cubren los brazos de don Juan, “souvenirs” de su época de marinero.

“Me los hice en el año 32, cuando solo tenía 19 años. En aquella época era muy normal, muy de marino. El que pasaba por oriente, se los hacía. Hoy en día es menos común”, reconocería entonces. El tercer hijo de Alfonso XIII ingresó en la Escuela Naval Militar a finales de los años 20 del siglo pasado, pero tras las elecciones de 1931 y la proclamación de la Segunda República, tuvo que continuar su formación en la Royal Navy, la Marina Real británica.

Pasó dos años en un crucero inglés con el que recorrió todos los rincones del Océano Indico, incluidos el Golfo Pérsico y el Mar Rojo. Fue allí donde el joven infante se tatuó dos dragones: uno en el brazo derecho, de origen indio, y otro en el izquierdo, con motivos chinos. Ambos fueron hechos a mano: seis horas de trabajo y seis mil pinchazos.

LOBO DE MAR

Los tatuajes de marineros pasaron de moda, pero el conde de Barcelona nunca dejó de enseñarlos. Incluso ya muy mayor, siguió presumiendo de sus dragones. Navegó hasta el final de sus días: cada año solía recorrer 5.700 millas marinas. “El mar no cansa al que le gusta”, solía decir. Y el mar fue testigo de momentos importantes en su vida. En 1948 utilizó el “Saltillo”, un balandro de 1932, para reunirse con Franco a bordo del “Azor”. También empleó esa embarcación para navegar hasta Inglaterra para asistir a la coronación de la reina Isabel II, en 1953; y en ese barco también conoció por primera vez a la entonces princesa Sofía de Grecia durante unas vacaciones reales por las islas griegas, en 1954. Ocho años después volvería a subirse a bordo del “Saltillo”, en esa ocasión para asistir a la boda de su hijo Juan Carlos con Sofía en Atenas.

Don Juan no fue el primer Borbón tatuado. Su hermano Jaime, cinco años mayor que él, se hizo los suyos mucho antes. “Los de don Jaime eran preciosos. Los llevaba en la espalda, el pecho y los brazos”, reveló el antiguo guardia civil José Osuna Pineda en Gentes de mal vivir (1929) , un curioso libro donde presentaba algunos tipos del hampa y explicaba su modo de “trabajar”. La tinta corre por las venas de muchos royals: el príncipe heredero Federico de Dinamarca -tiene un tiburón en la pierna derecha de sus días en la Marina danesa y el escudo del cuerpo élite de su país en su hombro derecho-, lady Amelia Windsor -en su hombro izquierdo luce un tigre-, Andrea Casiraghi -tiene el dibujo de un armadillo y un 0 positivo a la altura de las costillas, y un delfín con corona en su hombro izquierdo-.

Pero el caso más sorprendente de reyes y tatuajes es el de Jean-Baptiste Bernadotte, que tuvo que esperar ocho años para hacerse con el trono como rey de Suecia. Lo curioso es que Bernadotte, luego Carlos XIV Juan, llevaba tatuado un lema que rezaba “Mort aux rois”… "Muerte a los reyes". Un recuerdo de su época de aventurero.

Artículo publicado originalmente el 1 de abril de 2018 y actualizado.

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