El efecto Enrique Ponce: por qué los hombres maduros siguen dejando a sus mujeres por chicas de 20 años

Mil y un teorías pueden deslizarse para explicar el divorcio entre Enrique Ponce y Paloma Cuevas, pero muy pocas sirven para entender qué lleva a un señor de mediana edad, convicción conservadora y padre de familia (sus dos hijas, Paloma y Blanca, ya tienen 12 y 8 años) a jugarse su reputación entablando una relación con Ana Soria, una chica de 21 años. No por realizar un juicio moral a las decisiones libres de las personas, sino por un deseo genuino de entender qué deseos se satisfacen en relaciones tan aparentemente desiguales, en las que uno de los polos ofrece edad, experiencia y seguridad económica y el otro juventud y belleza.

A estas alturas del siglo XXI resulta, sin duda, extemporáneo: no solo porque el deseo de belleza y perfección corporal sea ya exigencia de hombres y mujeres jóvenes, sino porque las mujeres también nos hemos emancipado de la dependencia económica y entendemos que vivir significa, también, vivir un proyecto de vida propio. ¿Qué nos queda? Recurrir al amor o a las generalidades de la ciencia.

Es cierto: las parejas desiguales, con una diferencia de 10 o 20 años, son cada vez mas comunes. No se puede afirmar, sin embargo, que esta sea la prueba de que desaparece el tabú de la edad en las relaciones, ya que el avance suele jugar casi siempre a favor de ellos. Los algoritmos de las aplicaciones de ligue como Tinder ponen en contacto a hombres mayores preferiblemente con mujeres jóvenes porque han ‘aprendido’ que son los ‘match’ más exitosos: ellos atraen con su madurez y experiencia y ellas, por su belleza (regresión total para nosotras).

Los estudios científicos avalan cierta diferencia de edad, pero no tanta como la que vemos en Enrique Ponce y Ana Soria. En 1989, el psicólogo evolutivo David Buss estudió 37 culturas diferentes para descubrir que los hombres preferían casarse con mujeres, en promedio, 2,66 años más jóvenes que ellos, mientras que ellas los preferían 3,42 años mayores. ¿Por qué? No existen evidencias de que la razón sea la de fertilidad, sino de que se trata más bien de un fenómeno cultural: cuanto más desigual es una sociedad, más diferencia de edad en las parejas. Estaríamos ante un rasgo propio de las sociedades en las que las mujeres se quedan en casa y son mantenidas por los hombres.

La diferencia de edad entre los conyuges de la pareja es, de hecho, uno de los datos en el que se puede leer el avance en igualdad entre hombres y mujeres en la sociedad. En 1910, la media de la diferencia de edad en Estados Unidos estaba en 4,97 años. En 2014, se había reducido a 1,86 años. En todo caso, son diferencias que no se aproximan ni por asomo a los 30 años de diferencia de edad que vemos en algunos casos de hombres ricos, insistentemente acompañados por poco más que jovencitas.

Desde el feminismo se señala cómo las mujeres continúan siendo una extensión decorativa para muchos hombres con poder, una acompañante en la que este deposita el valor estético que, quizá, no puede ofrecer. Sería el caso de Donald y Melania Trump, en las antípodas de parejas perfectamente equilibradas, donde no se visibiliza ningún tipo de jerarquía económica, social, cultural o emocional como Barack y Michelle Obama o David y Victoria Beckham.

Es inevitable: cada vez que las mujeres adultas contemplamos a un hombre de 50, 60 o 70 años con una jovencita, inmediatamente pensamos en el inmenso poder que puede llegar a tener la necesidad de compensar el inevitable paso de la edad. Si las mujeres nos vemos abocadas a todo tipo de locuras para conservar la belleza y la delgadez, ellos necesitan reconectar con la vitalidad y la potencia del deseo sexual de la juventud. A los 50, los hombre se enfrentan a la llamada menopausa masculina (en realidad, andropausia, viropausia o incluso climaterio), un evento biológico que muchos viven como un auténtico menoscabo de su masculinidad. Es inevitable: los sistemas neurológicos, hormonales y vasculares son menos eficientes. Y la potencia sexual disminuye.

View this post on Instagram

Benedetta Bosi, la nuova giovanissima fidanzata di Flavio Briatore, ha commentato per la prima volta la sua relazione con il noto imprenditore, di ben 49 anni più anziano di lei. La differenza d'età ha colpito non poco il pubblico, all'uscita delle prime foto di coppia che mostrano la 20enne e il 69enne insieme in Kenya. Insomma, nella vita del magnate c'è un nuovo scandalo, ma la Bosi, che a prescindere dalla giovinezza ha le idee chiare, non si scompone di fronte al gossip. E sostiene di non essersi legata a Briatore per mero interesse, ma per la sua intelligenza. Benedetta non ha ancora pubblicato foto che la mostrano con il fidanzato, ma sul suo Instagram ha risposto a un utente inorridito dalla relazione: "Come puoi stare con uno che potrebbe esserti nonno?”, è stata la domanda, cui la giovane ha replicato con nonchalance: "L’intelligenza non invecchia mai". E a chi, inevitabilmente, insinua che dietro la scelta ci sia la questione economica, risponde: “I soldi li hanno in tanti, l’intelligenza no”. Insomma, il cervello è sexy, più dei pettorali e del conto in banca. #GossipItaliaOfficial #FlavioBriatore ? Fanpage.it

A post shared by Gossip Italia (@gossipitaliaofficial) on

Los expertos advierten de que muchísimos hombres, ignorantes del proceso menopáusico, reaccionan huyendo del reloj biológico. En este esquema, las jovencitas que acompañan o forman pareja con hombres como Flavio Briatore, Silvio Berlusconi y el recientemente padre Bernie Ecclestone no solo son un sostén emocional indudable (jamás negar el poder del amor o del afecto), sino que al menos a nivel social ejercen de dispositivo compensatorio que contrarresta los efectos inevitables del paso del tiempo (no soy viejo, aún puedo satisfacer a una mujer joven).

Problema: en la actualidad, este tipo de maniobra no solo no redunda en una percepción más viril del hombre, sino que expone la fragilidad de la masculinidad, que busca refugio en relaciones marcadas por la desigualdad. En estos casos, la necesidad de huir del propio tiempo es más acuciante que el miedo al ridículo. No se cumple aquí del todo la certera frase de Margaret Atwood: «Los hombres tienen miedo de que las mujeres se rían de ellos. Las mujeres tienen miedo de que los hombres las maten».

Fuente: Leer Artículo Completo