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El duque de Edimburgo, jubilado desde el verano de 2017, se ha sumado esta mañana a los mensajes de apoyo a quienes se encuentran combatiendo la expansión del coronavirus.
En un comunicado emitido con motivo de la Semana Mundial de la Inmunización, el consorte de la reina Isabel II afirma querer “reconocer el vital y urgente trabajo que están haciendo muchos desde las profesiones médicas y científicas, y desde las universidades y los centros de investigación, para aplacar la pandemia y protegernos del Covid-19”. Unas palabras que firma en nombre de aquellos que permanecen a salvo en sus hogares y a las que añade su agredecimiento para "los trabajadores de aquellos sectores esenciales que permiten que nuestra vida continúe; el personal y los voluntarios que trabajan produciendo y distribuyendo alimentos, aquellos que mantienen en funcionamiento el servicio postal y de mensajería, y aquellos que hacen posible que la basura siga siendo recogida”.
El duque de Edimburgo, a quien se vio por última vez en público en la boda de lady Gabriella Windsor en mayo del año pasado, abandonó la agenda del palacio de Buckingham después de llevar a cabo su último compromiso oficial como príncipe consorte en agosto de 2017. Sin embargo, el marido de la reina Isabel II sigue siendo patrón de muchas instituciones, y según recordaba esta mañana la casa real británica “está afiliado a más de 750 organizaciones, incluyendo algunas de tipo científico, tecnológico, médico o de investigación que han respondido al brote (de coronavirus)”. Por ello, el príncipe ha querido hacer una excepción con este comunicado, el primero que firma desde que decidió jubilarse.
Aunque en 2017 se retiró a vivir a una casa situada en la finca que la familia real posee en Sandringham, Wood farm, tras decretarse el confinamientoen Reino Unido el duque se trasladó junto a la reina Isabel II y un reducido séquito personal al castillo de Windsor, desde donde se mantiene en contacto con el resto de su familia mediante llamadas de teléfono y videoconferencias. Así lo explicaba en una reciente entrevista el príncipe Guillermo, quien confesaba estar preocupado por sus abuelos.
El príncipe Felipe de Edimburgo, de 98 años, ha sufrió distintos achaques desde su jubilación: en abril de 2018 fue sometido a una operación de cadera y el pasado diciembre ingresó de urgencia en un hospital de Londres aquejado de una afección que ya padecía y de la que no se dieron más detalles. Meses antes, en enero, sufrió un aparatoso accidente mientras conducía su coche en una carretera de Sandringham del que salió ileso, aunque se vio obligado a renunciar a su permiso de conducción.
Desde 2009, Felipe de Edimburgo presume de todos modos de ser el príncipe consorte más longevo de la historia de Reino Unido, y a punto de cumplir los 99 años ya se perfila para arrebatarle el segundo puesto a su suegra, la reina madre, fallecida a los 101. Está en tan buena forma, que hace un año incluso consiguió lo que parecía imposible: plantar trufas en suelo británico, una hazaña con la que soñaba desde los años sesenta y que hasta entonces ninguno de sus compatriotas había logrado.
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