La reina Sofía llegaba hace siete días a su residencia de verano en Marivent. Ya sea por la crisis del COVID-19 o por la huida de Don Juan Carlos, la emérita ha esquivado las apariciones públicas. Aun así no ha querido prescindir de sus vacaciones baleares. Y es que la pasión borbónica por este paradisíaco destino supera la razón.
Esa pasió la luce en el pecho, con un colgante que es una oda a la historia de Mallorca: la cruz de Calatrava Adquirida en la joyería de la diseñadora local Isabel Guarch –una de sus tiendas favoritas que ha aprovechado para visitar esta semana junto a su hermana Irene– la griega ha lucido en más de una ocasión.
Tiene varias versiones de este colgante y siempre que vuela a Mallorca, aprovecha para ponérselo. Ya sea en oro o en plata, la royallo ha combinado con otras joyas tradicionales de la isla como el rosetón de la catedral de Palma, unas piezas de jade verde inspiradas en el pino que crece en las Baleares o una colección real con monedas de plata utilizadas en la isla en el siglo XII. También con otras joyas que le sirven de protección, como los collares y pulseras de Nazar.
Esta cruz forma parte de la cultura de la isla desde aproximadamente medio milenio. En el siglo XVII, los caballeros y las cofradías religiosas que ostentaban altos cargos en la isla, portaban la cruz de orden dominica y la cruz de Malta. Durante muchos años esto fue un símbolo de privilegio ypoder. Con el tiempo, el uso de estas joyas se legó a las mujeres y su popularidad se expandió por toda la isla. Las cruces no solo formaron parte de complementos de las damas, también se utilizaron como seña patriótica en las casas tradicionales, decoranndo los pomos de latón.
La cruz de Calatrava tiene además un elemento con el que probablemente se identifique especialmente la reina: su terminación en cada punta por una flor de lis. Dicho detalle forma parte del escudo de la dinastía Borbón desde el siglo XVI.
Doña Sofía, muy dada a los detalles y a la simbología, quiso compartir este gusto con unos de los invitados más especiales a los que han hospedado en Mallorca: los Obama. En su visita en agosto de 2010, los reyes agasajaron a la familia norteamericana con varios regalos. El rey obsequió a Michelle Obama con unas semillas hortícolas y frutales autóctonas. Por su parte, la reina acudió a la joyería palmesana Piña Grau para comprar varias cruces de Calatrava en plata para la ex primera dama y sus hijas. De este modo, la reina ha demostrado no solo ser agradecida con la ciudad que le acoge cada verano, sino también su mejor representante a nivel mundial.
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