De culturista a futbolista, todas las vidas posibles de Sean Connery antes de pronunciar la frase que cambió su destino para siempre: "Me llamo Bond, James Bond"

Corría 1930 cuando la humilde ciudad escocesa Fountainbridge de Edimburgo daba la bienvenida al mundo a una de las estrellas del cine más icónicas de la historia. Pero nadie lo sabía. Nacido en el seno de una familia humilde, Sean Connery dejó el colegio a los 13 años para trabajar como repartidor de leche. Fallecido a los 90 años (inesparable de su segunda mujer, Micheline Roquebrune), sus comienzos nada tienen que ver con su final. Hoy, y a pesar de llevar desde el año 2003 alejado de la gran pantalla, Connery vivirá para siempre en nuestra memoria.

El destino le hizo ingresar en la Marina, trabajar en una funeraria, hacer las veces de carcinero y también de culturista o de futbolista. A los 23 años, jugaba en el club escocés Bonnyringg Rose Athletic y el Manchester United intentó ficharlo para su equipo sin ningún resultado.

Su último bandazo no llegó hasta su participación en Míster Universo en Londres (sí, también hizo de modelo), donde un director de teatro le ofreció un papel en el musical South Pacific. Lo suyo era la interpretación, y él mismo reconoció que fue la decisión más inteligente que pudo tomar. De ahí a la fama mundial.

Sus primeros trabajos en televisión y en películas como ‘Brumas de inquietud’ (1958) o ‘Darby O’Gill y el rey de los duendes’ (1959) del famosísimo Walt Disney, no le impidió ser el primero en pronunciar la icónica frase que le lanzó directo a Hollywod: «Me llamo Bond, James Bond«. El estrellato quedaba consolidado. Su faceta seductora, también (La revista People lo eligió como el hombre más sexy del momento). Fue el protagonista de ‘Agente 007‘ hasta en siete ocasiones, y cinco actores después, entre los que figuran Roger Moore, Pierce Brosnan o el actual, Daniel Craig, sigue siendo el favorito.

Décadas después todo fueron demostraciones de una personalidad arrolladora y un trabajo que llevó al límite tras más de 50 producciones. Para el rodaje de ‘La Roca’ decidió quedarse a vivir en la antigua prisión de Alcatraz para meterse de lleno en el papel de su personaje.

En ‘Alerta Máxima’ se rompió la muñeca durante un entrenamiento. Hizo de padre de Harrison Ford en ‘Indiana Jones’ y pudo haber sido (y no fue) el actor que diera vida al mago Gandalf en la trilogía de ‘El señor de los anillos’. Al parecer, Connery recibió el guion y lo rechazó al no «entender nada». Su negativa le hizo perder cerca de 445 millones de dólares. Nosotros sí que no entendemos nada.

Pero para memorable su despedida del cine. Sean Connery decidió retirarse del mundo del cine tras rodar ‘La liga de los hombres extraordinarios’ de Stephen Norrington, un film que no tuvo ningún tipo de éxito en taquilla y por la que el actor decidió abandonar el mundo de la interpretación: «Fue una auténtica pesadilla. Nadie debió darle a ese director 185 millones», confesó. Su vida personal fue igual de agetreada. Sex symbol de la época, mujeriego y amante conocido, sus affaires con toda aquella mujer que fuese alguien en Hollywood fueron el pan de cada día en su juventud, (entre las que encontramos a Raquel Welch, Brigitte Bardot, Ursula Andress -con la que compartió pantalla en James Bond-, Jill St. John y Lana Wood), se casó con Diane Cilento con la que tuvo un hijo, Jason, pero de la que se divorcio tras enamorarse locamente en los setenta de Micheline Roquebrune con la que estuvo casado más de 45 años. Ella fue su gran amor, no obstante, su primera esposa quiso acaparar el protagonismo mediático hasta el final de sus días.

A pesar de perder el pelo a los 21 años y utilizar peluca en muchas de sus películas, cuando empoderó su calvicie no perdió ni un gramo de sex appeal. En 1962 se casó con su primera mujer, Diane hija de un médico que poseía un título nobiliario. Al poco tiempo nacería su primer hijo en común, que se convertiría en actor y director de cine. Once años duró el matrimonio, pero no fueron tiempos felices para el agente 007. En su vida pública, Sean no supo manejar la fama: fans enloquecidos, robos en su casa… la situación le fue grande también en su vida personal: Diane sabía de sus infidelidades y su hogar era un torbellino de malos tratos y discusiones. Su matrimonio, ni siquiera en los principios, funcionó: dices las malas lenguas que ella se casó con Sean embarazada de otro hombre, su boda fue casi una farsa en la que los testigos fueron dos taxistas en Gibraltar. Cuando se divorció de su primera mujer, dos años después de conocer a Micheline, la bomba explotó.

En 1973 Diane le acusó de malos tratos y comenzó a pasearse por las revistas. Connery siempre negó que tuvieran relación, es más, ella incluso acusó al actor de no portarse bien con su hijo y obligarle a trabajar desde muy temprana edad para que no se convirtiese en un niño ‘malcriado’, él, negó tener relación con la madre de su hijo, «llevo 37 años sin verla», afirmó en aquel momento. Cuando en 2011 Diane murió, tras más de 40 años de lucha mediática en contra de Connery, poco tiempo antes había reconocido en una entrevista que «aún le quería». No obstante, el amor por su parte, no fue suficiente para que el matrimonio continuara y Sean encontró la paz al lado de su segunda esposa, con la que ha compartido casi cinco décadas de convivencia y proyectos en su casa de las Bahamas.

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